9. Para mí

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Habían sido varias las veces en que me pidieron trabajar en mis relaciones interpersonales, pero sin poder comprender siquiera eso, me era imposible comprender la relación entre otras personas.

Mamá muchas veces me llamó la atención por mis relaciones amorosas, ella decía que eran algo excesivas para mi edad y que muchas veces me involucraba demasiado cuando desde un principio sabía que solo serían pasajeras. Y otras veces simplemente yo las hacía pasajeras, por la costumbre, por la dificultad en reconocer lazos verdaderos y porque cuando alguien parecía quererme demasiado, me asustaba.

Me asustaba herirlos.

Y con mis amistades era más de lo mismo, una sensación extraña de sentimientos, de intensidad, de querer todo de ellos porque a mí me gustaba darlo todo también. Pero ahora ese sentimiento estaba reprimido, pues no había gente a la que pudiera querer ni obligar a que me quieran.

La madre de Oliver fue a dejarme a casa esa noche. Siguiendo en la mentira y para quedar bien con ella, le dije que Marla y yo éramos buenas amigas, aunque era evidente que nos odiábamos y tampoco estábamos interesadas en perdonarnos.

-Aunque lo niegues, pude notarlo -Dijo ella-, Ustedes no se llevan tan bien como quieren aparentarlo.

-Hemos tenido nuestras diferencias.

-Intenta ser más amable con ella. No la ha pasado muy bien a lo largo de su vida -Un dato no menor que como enemiga me era interesante-, Sufrió mucho, y ahora lo de su enfermedad es... complicado.

Me contó entonces que desde pequeña ella pasa tiempo con ellos en la casa, sus padres suelen tener grandes diferencias que terminan en momentos fuertes, asumo que violentos.

-Por eso han sido amigos con Oliver desde pequeños, es una relación muy fuerte y... -Dudó un momento en si confiarme lo que pensaba, analizando si mi recepción de sus palabras era la adecuada o si tan solo tenía una vibra lo suficientemente buena para ayudarla-, Oliver la quiere mucho. Yo creo que le ha gustado durante mucho tiempo, pero como es su amiga nunca ha querido hacer más. Pero tú pareces buena, y si pudieras, ayúdalos un poco.

-¿Ayudarlos en qué? -Me tomó de sorpresa-, ¿A enamorarse?

-Creo fielmente en la idea de que el amor puede vencerlo todo. Ella lo necesita y mi hijo lo quiere.

Quizás era esta mi forma de redimirlo todo. Marla había sufrido mucho y yo en el colegio solo lo empeoré todo, tenía razón al estar enojada y en acumular tanto odio, pero...

Me dejé caer sobre la cama sacando un pensamiento de mi cabeza. Ella estaba durmiendo en su casa ahora, era su amiga, la chica que quería y que quizás perdería. Yo no tenía mucho más que pensar. Pero había algo que me lo impedía, quizás lo mismo que me oprimía el pecho y que ahora mismo me estaba negando a pensar.

Además, yo tenía mis propios problemas también, no podía darme el lujo de resolver los ajenos. Tenía que incorporarme al grupo que animaba los partidos que, daba la casualidad, entrenaban al mismo tiempo y lugar que los futbolistas.

Así que ahí estaba yo de nuevo, en la cancha de fútbol que tanto adoraba, viendo como tanto hombres como mujeres se preparaban. Tomé asiento en las gradas, sentí de inmediato varios ojos sobre mí, pero yo solo me detuve a mirar al capitán del equipo de fútbol. Estaba solo en un lado de la cancha, moviendo su cintura de un lado a otro. Pronto sus ojos aterrizaron en los míos, pero no aparté la mirada, había algo que me causaba mucha intriga, pero aún no lograba descifrar qué. Necesitaba acercarme, pero no lo haría. Oliver en cambio tenía toda la libertad de hacerlo sin ser cuestionado.

-Creí que tenías prohibido asistir -Dijo una vez que llegó a mi lado.

-Tengo prohibido jugar, no mirar.

Gran reputaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora