Capitulo 61

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SOFÍA GARCÍA

Al fin el avión acaba de aterrizar en Sicilia, cuando se abrió la puerta baje rápidamente y al entrar al vehículo le pedí al chófer que se dirigiera a la casa de mí madre.

No me sentía nada bien, tenía muchos mareos y mí cabeza dolía muchísimo comenzaba a sentir mí cuerpo cada vez más débil, no quería avisarle a los guardaespaldas ya que le dirían a Francesca y verla era lo última que quería en este momento.

Trataba de respirar lento y profundo para calmar los mareos, pero era imposible, le mandé un mensaje a mí madre que me esperara en el hospital donde trabajaba ya que no me sentía nada bien.

Era verdad de que no quiero ver a Francesca pero me siento demasiado mal, como si fuera una especie de colapso. Le avisé al chófer y este apresurado aviso a los guardaespaldas y aumento la velocidad del vehículo.

Me recosté en el asiento de cuero y sentía como mis párpados se volvían cada vez más pesados hasta que fue imposible volverlos a abrir...

Sentía una fuerte punzada en la cabeza y al abrir los ojos una luz brillante me obligó a volverlos a cerrar, no había ruido, el lugar estaba tranquilo.

Abrí de a poco los ojos y me encontré con una habitación de hospital, me fijé en mí ropa y todavía la tenía puesta, debí de haberme desmayado.

Laura entro a la habitación tratando de no hacer ruido, pero me encontró despierta y sonrió débilmente, cerro la puerta y se sentó en la silla a mí lado.

—Te desmayaste, el doctor dijo que fue un colapso, debido a un cambio emocional muy drástico lo que causó estrés y ansiedad. Dijo que debes cuidarte más ya que hace poco saliste de un coma y tu cabeza aún sigue débil debido al golpe.— acariciaba lentamente mí mano.

—Lo se, pero hay tantas cosas que debo contarte...

—Si, pero antes debo decirte que...— Laura me interrumpió tratando de anticiparme de algo, pero ese algo en ese momento la interrumpió a ella.

Allí estaba parado en el lumbral de la puerta con aquella sonrisa dulce y tímida, traía un traje azul marino de enfermero, se había dejado una barba ligera y aquellos ojos encantadores que podían atraparte y querer hundirte en azúcar de tanta ternura que este hombre podía provocar.

Sin dudas mí suerte no es la mejor, sin duda la vida no me quiere u estoy pagando el karma de todos mis ancestros juntos. Dios... El problema que se me avecina puedo verlo de lo grande que es, lo percibo y lo sé, cuando ella se entere va a matarlo...

Allí estaba... Max, mí primer amor y mí primer novio, el único de hecho.

Todavía recuerdo el día que se fue debido a que su madre enfermo, el insistia en qué me fuera con el y como no acepte prometió que volvería ya que el decía que yo era la mujer de su vida, la mujer con la cual queria casarse y tener hijos.

Mí relación con Max fue la relación que yo siempre he querido, el era ese príncipe azul, tierno, atento, sensillo, amable y no era participe de la violencia pero en sus brazos me sentía protegida y comprendida. Era el hombre perfecto, de hecho lo es, solo que se fue y luego de nuestra ruptura y el dolor de que lo seguia amando decidi esperarlo hasta que volví a Sicilia y mí vida cambio completamente.

—Princesa... Dichoso mis ojos que te vuelven a ver— se acercó sonriendo y tomo mí mano para dejarme un beso en el dorso de esta.

No sabía que responder y como si el universo se hubiera comido un payaso en ese preciso instante entro Francesca con su cara imponente, no tardó en dirigir sus ojos fríos en las manos de Max que sostenían la mía.

Disparo al corazón Where stories live. Discover now