Capítulo IV: El Comienzo

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Los ojos color miel y su cabello negro con ondas, su piel color canela y una sonrisa hermosa, una muchacha tan bella que había dejado a Mario sin aliento. Se cruzaban diario desde que Mario entró a trabajar en la fábrica de la villa, era una fábrica pequeña, pero abastecía a toda la ciudad.

—Marlene me llamo. —Dijo un martes cuando él gritando le preguntó si quería ir por un helado más tarde, ella con un meneo de cabeza asintió.

Mario la esperó a las dieciocho, ella sabía que a esa hora salían los de la fábrica. Se veía hermosa, totalmente espectacular. Caminaron hasta la heladería que daba hacia el río y el reflejo del sol en el agua hacía que Marlene se viera aún más bella y ese atardecer le quedara en la memoria para siempre.

Mario no había superado la muerte de su padre, Lucía no dijo una palabra por meses, su madre no era la misma, pero lo intentaba y los pequeños eran los que mejor estaban. La mudanza a la villa les había sentado bien, con ayuda de algunos amigos consiguieron una casa bonita y pequeña, aunque suficientemente grande para ellos.

No fue hasta que uno de los matones que estuvieron esa noche se apareciera en la villa que Lucía habló. Dijo que quería irse de la ciudad, que tenía miedo. Soñaba a menudo con los gritos de su madre, las manos de aquel hombre metidas entre sus ropas, su padre siendo golpeado mientras ella intentaba escapar, su hermano tirado en el suelo desmayado de los golpes que había recibido por querer defender a su familia.

Había intentado en más de una ocasión salir de la casa, quería escapar, no sentir ese dolor, esa vergüenza, ni sentir esos gritos en su pesadilla, era una niña, pero ya no se sentía así.

Fue Mariana la que encontró a su hija en la cama sin respirar, era su cumpleaños número trece, y habían pasado ocho meses de lo de Esteban.

—¡Mario! ¡Mario ayúdame! —Mario apareció por la puerta, la cara de asombro al ver el rostro de su madre sumido en la angustia —Tu hermana no respira.

El vecino al escuchar los gritos de Mario prendió el auto y ayudó a Mariana a cargar a Lucia. En hospital dijeron que había sido muerte súbita. No se podía evitar.

El siguiente mes fue aún más triste que antes, fue cuando Mario decidió buscar algún trabajo porque su madre ya no estaba bien. Empezó lavando autos, ayudando en las tiendas, pintando casas, barriendo las hojas de otoño, hasta que un día se acercó a la fábrica y pidió un trabajo, y pasó de ser el niño que limpiaba a trabajar dentro de la fábrica, notaron su compromiso y responsabilidad.

Fue cuando notó a la muchacha de pelo negro que pasaba diariamente, a veces hablando con amigas, a veces sola. Y de tantas que pasó Mario se enamoró, y fue cuando escuchó su nombre que cayó rendido, le quedó grabado como la letra de una canción de verano. Y ese verano fue cuando esa cita por helado se transformaría en una vida juntos.

Después de quedarse sin padre, sin su hermana y con una madre enferma por la depresión que sufría a causa de las pérdidas, Mario se hizo cargo de la casa, Marlene lo veía a la salida de la fábrica y todo fue tan fácil entre ellos dos que amortiguaba el sufrimiento de Mario.

Ocho meses después, vino su tía desde la capital, después de la muerte de Lucía, reunió dinero para poder llevarse a su hermana y a sus hijos con ella. Mario que ya estaba por cumplir dieciséis años, quiso quedarse. Si bien a su madre no le hacía mucha gracia, los amigos y vecinos le dijeron que ellos lo cuidarían. Se quedaría en casa de Pablo y Verónica, quienes habían sido como hermanos para Esteban, y la verdad es que el muchacho se parecía mucho a su padre.

Marlene Paz no era una niña cualquiera, era hija de una familia humilde pero prominente, de esas familias con ambiciones para cruzar el puente. El padre de la muchacha no aprobaba esa relación, al principio pensó que era un amorío fugaz, algo que se terminaría una vez que empezaran las clases, ella era joven y muy bonita, seguramente podría conseguir algo mejor, del otro lado del puente.

Sin embargo, la relación fue permaneciendo, seguían viéndose, pero el señor no encontraba excusas para detenerlo, salvo que no le gustaba el muchacho.
Eran una linda pareja, él era trabajador y ella era muy aplicada en sus estudios, se veían a horas decentes, y las citas siempre eran en lugares públicos. No había forma de negarse, nunca discutían, él la trataba con cariño y ella se veía feliz. Se querían, se hacían bien el uno al otro. Pero por supuesto, los padres de Marlene no sabían los detalles de la muerte de su padre, ni siquiera Marlene lo sabía todo.

—No quiero que te vayas, pero que te quedes solo aquí es mucho pedir— le dijo al oído, mientras se abrazaban, cuando el muchacho le contó su noticia.

—Acá tengo trabajo, y estoy aprendiendo mucho. Además, no podría alejarme de ti. Puedo visitar a mi madre en mis vacaciones del trabajo. Mis hermanos van a estar bien, y mi madre necesita irse de aquí.

Los siguientes meses, pasaron sin más problemas, y así de a poco, la relación avanzaba y con ella la aversión que el padre de Marlene sentía por Mario. Hasta que llegó el momento que esperaba, dónde sus contactos eran los correctos, lo suficientemente poderosos para escalar en el poder.  

Miranda de(s)amor y venganza.जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें