Último día en verte

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Desde que habían llegado a esa nueva isla, desde que ambos fueron separados, y fueron puestos en situaciones de riesgo de casi muerte.

Todo había ido mal.

Cellbit agradecía tener un equipo donde podía sacarle risas seguido, donde la amistad, aunque suene cliché, ayudaba a aliviar ese estado de estrés y ansiedad constante de poder morir por gusto de aquella entidad desconocida de un ojo.

Roier por otra parte, a pesar de que agradecía estar con amigos y su cuñada. Estaba sumamente estresado y ansioso por no ver a su marido, y a pesar que hacia todo lo posible para que los demás no vieran su dolor por sentir una soledad inundando su cabeza, la enfermedad tocó su puerta y cayo enfermo. Enfermo de tristeza.

Cellbit no tardó en enterarse de la enfermedad de su esposo, miro su mano, donde aquel anillo debía decorar su dedo anular. En donde todas las promesas de amor y en sentimiento de ser un "humano" normal debía verse reflejada. Etoiles era un gran amigo y Philza aún más, para dejarlo ir a la base de los verdes y ver su marido. Por el sentimiento de preocupación, apretaba la mandíbula de enojo y frustración por no estar con su guapito cuando más lo necesitaba.

Corrió, nado y remo hasta la isla donde los verdes tenían su base. Y quién lo recibió fue etoiles y Bagi, quienes ya sabian el fin de la visita de Cellbit. Bagi lo entendía, ella también de había enamorado de una chica dulce, y estar separada de ella, también era cruel. Así que, aquella pareja ya casada debía sentirse peor al estar separado de esa manera y puestos a prueba de muerte.

Etoiles fue el que guió a Cellbit a un casa improvisada para Roier y Cellbit. Podría ser muy amigos, pero aún estaban en guerra, así que no mejor era tenerlo lejos de la base.

Claro que entendió aquello Cellbit, así que no se quejo para nada. Camino hasta aquella pequeña cabaña improvisada, sentía su pulso aumentar al ver la puerta y casi un dolor fuerte y una emoción desbordante cuando etoiles le dio la llave de la puerta.

- Seguro que se alegra de verte...- dijo suave y tranquilo etoiles. Bagi quien los había seguido en silencio asintió a lo que decia el lider.

Cellbit tomo la llave, tratando de no arreglarlas y no verse muy desesperado por verlo, pero el sentimiento de nostalgia ganó, y las quitó con rapidez, entrando sin pensarlo mucho.

Sus ojos de inmediato cayeron en una cama igualmente improvisada, pero bien hecha para Roier, quien estaba descansando, con un paño húmedo, una pequeña cocina. Miro hacia sus amigos etoiles levantó ambos pulgares en aprobación.

Bagi solo sonrió ligeramente, se acercó a su hermano y en un susurro algo distante pero suficientemente audible - Hicimos lo que pudimos para que tengan todo - le sonrió un poco para tomar el pomo de la puerta y cerrar lentamente.

Sin duda tenía buenos amigos y una buena hermana. Se mordió su mejilla internamente, tratando de aguantar el bonito sentimiento de tener personas que se preocupan por ti. Se limpio aquellas lágrimas que amenazaban en salir, y su vista se poso en su esposo.

Camino lento, no quería despertar a Roier, pero parecía que esté no estaba dormido.

- pendejo... Te oigo - dijo en un hilo de voz algo ronca.

Cellbit sonrió y negó con la cabeza con gracia. Se acercó y se apoyo en sus rodillas para dejar caer la mitad de su peso en la cama donde Roier descansaba.

Su mano se elevó, y en un acto tierno, tomo las mejilla de su esposo, acariciando aquel bello rostro que siempre le daba la sonrisa más hermosa que jamás haya visto. De inmediato sintió la temperatura de su marido, era alta. Era obvio que tenía temperatura, pero le preocupaba más aquellas bolsas debajo de los ojos, y las heridas en su brazo cubiertas por vendas.

Purgatory Where stories live. Discover now