Kaysa

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Durante...

Ignoré esas preguntas que se resolverían en su momento y entré por la puerta que había dejado abierta a propósito. Diego abandonó el libro en el escritorio y se puso de pie, viniendo hacia mí.

―Ahí está lo mejor de este universo ―empezó a decir él, quitándome la pila de libros de las manos.

―¿Hablas de los libros o de mí? ―advertí a medida que cerraba la puerta.

―La combinación ―aseguró Diego, sentándose en la cama. Imité su accionar―. Pero tú, siempre tú.

Resoplé suspicaz previo a cruzar mis piernas con las suyas, apoyándome en el dosel.

―Oye, me he quedado pensando en qué pasará cuando se acabe el internado y quería saber qué tenías en mente.

―No lo sé. Desde que era niño quise viajar por el mundo y luego de todo esto sería una oportunidad perfecta.

―Viajar es un buen plan.

―Y sería aún más perfecto si tú fueras conmigo.

―No lo sé, tendré que revisarlo en mi agenda.

―Estoy muy seguro de que te harás un espacio.

Lo miré con incredulidad.

―No aceptaré solo porque me lo pides. Hablo de verdad. ¿Por quién me tomas?

―Por la chica que voy a querer por el resto de mi vida. ―Él sonrió.

Podría decir que eran demasiado dulces sus palabras. No lo hice. ¿A quién quería engañar? Me encantaba cada vez que las decía.

―Resulta que tenías razón. Hay un espacio disponible en mi agenda para ti y será así siempre.

―Es bueno oírte decir eso, ¿sabes por qué?

―¿Por qué?

―Porque viajar por el mundo sería estupendo, pero recorrer tu cuerpo sería una maravilla.

Me mordí el labio inferior, sonriendo.

―Qué poético.

―Ese soy yo, un poeta encubierto.

―Yo te descubrí.

―Eso es porque todos mis poemas son sobre ti.

Si esa fuera nuestra rutina, podría amarla.

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