CAPITULO 9: Buyo Jr.

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Al regresar al bosque después de una buena siesta, Kagome nota lo silencioso que es el viaje. En realidad, todo es más tranquilo sin la desagradable energía de Satoru rebotando. Las puntas de su cabello negro le hacen cosquillas en la nuca. Con un par de pantalones cortos negros y una blusa rosa de gran tamaño, se recogió el cabello en una coleta alta.

El dolor en sus brazos la corta hasta los huesos. Durante demasiado tiempo, se hundió en el dolor por estar separada de InuYasha, y cuando logró recuperarse; La idea de coger el arco parecía una tontería, ya que no había ningún peligro real en su mundo.

Sacudiendo la cabeza, saca una flecha del carcaj, prepara su arco y dispara. Ella hace una mueca cuando el árbol se parte por la mitad desde donde golpeó la flecha.

Qué extraño... ella no canalizó ninguna energía en esa liberación.

Kagome baja el arco y se acerca al árbol. La grieta se ensancha, lo que hace que los lados se inclinen sobre los otros árboles. El bosque gime en protesta mientras los pájaros se van volando y las ardillas pasan corriendo junto a ella.

Todo está tan tranquilo.

Le llama la atención el suave llanto de un gato maullando. Kagome mira hacia el tronco del árbol. Junto a la flecha, disparó, los ojos rojos la miraron.

El grito ahogado se le escapa antes de que tenga la oportunidad de tragárselo.

_¿Kirara?.

No, eso está mal, piensa. Este nekomata es blanco con manchas marrones y negras sobre su pelaje. La marca en su frente tiene forma de círculo, no de diamante como la de Kirara. Kagome da un paso atrás, permitiendo que el demonio salte del árbol. Inclina la cabeza hacia la derecha y la evalúa con los ojos.

Kagome chasquea la lengua; su agarre se aprieta sobre el arco. El sudor gotea de su frente y se deposita en sus cejas. Satoru le dijo que no había demonios en este mundo, sólo maldiciones.


_Hey chica-

Mueve la cabeza y silba. Las puntas de su pelaje se erizan con agitación.

_¿Oye, chico?.

En un instante, se retira de su posición defensiva y da un pequeño maullido en respuesta. Levanta una pata negra y la lame, alisando los pelos sueltos que no volvieron a caer.

Kagome deja caer el arco y el carcaj y se acerca al nekomata lentamente. Ella se agacha y extiende una mano _¿Estabas atrapado en ese árbol?_ pregunta, sonriendo cuando él frota su palma. Corrientes de electricidad se transfieren desde él a las puntas de sus dedos y suben por su brazo. La magia que emana de él es antigua y atractiva.

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