𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 3

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—¡Ron! —exclamaron los mellizos encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja—. Ron, ¿cómo has logrado...? ¿Qué...?

Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo  que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más ni menos que en el aire!

Sonriendo a Aurora y Harry desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, que eran mayores que él.

—¿Todo bien, Harry y Aurora?

—¿Qué ha pasado? —preguntó Ron—. ¿Por qué no han contestado a mis cartas? Les he pedido unas doce veces que vinieran a pasar unos días con
nosotros y luego mi padre vino un día a casa diciendo que les había enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los muggles.

—No fuimos nosotros. Pero ¿cómo se enteró?

—Trabaja en el ministerio —contestó Ron—. Saben que no podemos hacer ningún conjuro fuera del colegio.

—¡Tiene gracia que tú nos lo digas! —repuso Aurora, echando un vistazo al coche flotante.

—¡Esto no cuenta! —explicó Ron—. Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de
esos muggles con los que vives...

—No hemos sido nosotros, ya lo hemos dicho... pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Mira, pueden decir en Hogwarts que los Dursley nos tienen encerrados y que no podremos volver, y está claro que no podemos utilizar la magia para escapar porque el ministerio pensaría que es la segunda vez que utilizamos conjuros en tres días, de forma que...

—Deja de decir tonterías —dijo Ron—. Hemos venido para llevarlos a casa con nosotros.

—Yo acepto, con tal de irme de esta casa.— dijo Aurora

—Pero tampoco vosotros podéis utilizar la magia para sacarnos...— Hablo Harry

—No la necesitamos —repuso Ron, señalando con la cabeza hacia los asientos delanteros y sonriendo—. Recuerden a quién he traído conmigo.

—Mis gemelos favoritos.— hablo Aurora sonriendo.

—Hola pequeña.— dijieron los gemelos al mismo tiempo.

—Ata esto a la reja —dijo Fred, arrojándoles un cabo de cuerda.

—Si los Dursley se despiertan, nos matan —comentó Harry, atando la soga a uno de los barrotes.

Fred aceleró el coche.

—No se preocupen —dijo— y apártense.

Aurora y Harry se retiraron al fondo de la habitación, donde estaban sus lechuzas, que parecían haber comprendido que la situación era delicada y se mantenían inmóviles y en silencio. El coche aceleró más y más, y de pronto, con un sonoro crujido, la reja se desprendió limpiamente de la ventana mientras el coche salía volando hacia el cielo.  Aurora y Harry corrieron a la ventana y vieron que la reja había quedado colgando a sólo un metro del suelo. Entonces Ron fue recogiendo la cuerda hasta que tuvo la reja dentro del coche. Aurora escuchó preocupada, pero no oyó ningún sonido que proviniera del dormitorio de los Dursley.

Cuando Ron dejó la reja en el asiento trasero, a su lado, Fred dio marcha atrás para acercarse tanto como pudo a la ventana de Aurora y Harry.

—Entren —dijo Ron.

—Pero todas nuestras cosas de Hogwarts... Nuestras varitas mágicas, la escoba de Harry...—dijo Aurora

—¿Dónde están?

𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 𝑬𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒅𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora