𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 11

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𝐴𝑢𝑟𝑜𝑟𝑎

Habíamos regresado al castillo. Lo único que sabía era que el viaje de vuelta parecía no habernos costado apenas tiempo y que no nos dábamos cuenta de lo que hacíamos, porque en nuestra cabeza aún resonaban las frases de la conversación que acabábamos de oír.

¿Por qué nadie nos había explicado nada de aquello? Dumbledore, Hagrid, el señor Weasley, Cornelius Fudge... ¿Por qué nadie le había explicado nunca que nuestros padres habían muerto porque les había traicionado su mejor amigo?

Ron y Hermione nos  observaron intranquilos durante toda la cena, sin atreverse a decir nada sobre lo que habían oído, porque Percy estaba sentado cerca. Cuando subieron a la sala común
atestada de gente, descubrieron que Fred y George, en un arrebato de alegría motivado por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas.

Me fui a hurtadillas hasta el dormitorio vacío y abrí el armario. Eché todos los libros a un lado y rápidamente encontre lo que buscaba: el álbum de fotos encuadernado en piel que Hagrid me había regalado hacía dos años, que estaba lleno de fotos mágicas de mis padres. Me sente en su cama, corrió las cortinas y comencé a pasar las páginas hasta que...

Me detuve en una foto de la boda de mis padres. Mi padre saludaba con la mano, con una amplia sonrisa. El pelo negro y alborotado que Harry había heredado se levantaba en todas direcciones. Mi madre, radiante de felicidad, estaba cogida del brazo de su padre. Y allí... aquél debía de ser. El padrino de Harry, nunca  había prestado atención.

Si no hubiera sabido que era la misma persona, no habría reconocido a Black en aquella vieja fotografía. Su rostro no estaba hundido y amarillento como la cera, sino que era hermoso y estaba lleno de alegría. ¿Trabajaría ya para Voldemort cuando sacaron aquella foto? ¿Planeaba ya la muerte de las dos personas que había a su lado? ¿Se daba cuenta de que tendría que pasar doce años en Azkaban, doce años que lo dejarían irreconocible? «Pero los dementores no le afectan —pense, fijándose en aquel rostro agradable y risueño—. No tiene que oír los gritos de mi madre cuando se aproximan demasiado...»

Cerré de golpe el álbum y volví a guardarlo en el armario. Me quite la túnica y me metí a la cama.

Se abrió la puerta del dormitorio.

—¿Aurora? —preguntó hermione

Pero me quede quieta, simulando que dormía. Oí a Hermione que salía de nuevo.  Sentí correr a través de mis venas, como veneno, un odio que nunca había conocido. Podía ver a Black riéndose de Harry y yo en la oscuridad.

—Aurora... tienes un aspecto horrible.— hablo Hermione.

—Gracias por tu cumplido, Hermione.— respondí

No había podido pegar el ojo hasta el amanecer.

Me vestí, y baje la escalera de caracol hasta la sala común, donde no había nadie más que Ron y Harry, que comían un sapo de menta y se frotaban el estómago, y Hermione, que había extendido sus deberes por tres mesas.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Harry.

—¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no te acuerdas? — preguntó Ron, mirando a Harry detenidamente—. Es ya casi la hora de comer. Pensaba ir a despertarte dentro de un minuto.— dijo dirigiéndose a mí

Me senté en una silla al lado del fuego. Al otro lado de las ventanas, la nieve seguía cayendo. Crookshanks estaba extendido delante del fuego, como un felpudo de pelo canela.

—Es verdad que ninguno tiene buen aspecto, ¿saben? —dijo Hermione, mirándonos la cara con preocupación.

—Estamos bien —dijo respondimos.

𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 𝑬𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒅𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora