𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 15

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𝐴𝑢𝑟𝑜𝑟𝑎

El verano estaba a punto de llegar a los campos que rodeaban el castillo. El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores como repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás, aquel paisaje no me gustaba; y lo mismo podía decir del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Habíamos intentado visitar a Hermione, pero incluso las visitas a la enfermería estaban prohibidas.

—No podemos correr más riesgos —les dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta—. No, lo siento, hay demasiado peligro de que pueda volver el agresor para acabar con esta gente.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido más aún, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas con parteluz. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación.

Me repetía constantemente las últimas palabras de Dumbledore: «Sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.» Pero ¿con qué finalidad había dicho aquellas palabras? ¿A quién iban a pedir ayuda, cuando todo el mundo estaba tan confundido y asustado como ellos?

La indicación de Hagrid sobre las arañas era fácil de comprender. El problema era que no parecía haber quedado en el castillo ni una sola araña a la que seguir. Harry y yo buscábamos adónde quiera que fuéramos, y Ron nos ayudaba a regañadientes.

Además se añadía la dificultad de que no nos dejaban ir solos a ningún lado.

Había una persona, sin embargo, que parecía disfrutar plenamente de aquella atmósfera de terror y recelo. Draco Malfoy se pavoneaba por el colegio como si acabaran de elegirlo delegado. No comprendí por qué Malfoy se sentía tan agusto hasta que, unos quince días después de que se hubieran ido Dumbledore y Hagrid, estando sentada detrás de él en clase de Pociones, le oí regodearse de la situación ante Crabbe y Goyle:

—Siempre pensé que mi padre sería el que echara a Dumbledore —dijo, sin preocuparse de hablar en voz baja—. Ya os dije que él opina que Dumbledore ha sido el peor director que ha tenido nunca el colegio. Quizá ahora tengamos un director decente, alguien que no quiera que se cierre la Cámara de los Secretos. McGonagall no durará mucho, sólo está de forma provisional...

Snape pasó a mí lado sin hacer ningún comentario sobre el asiento y el caldero solitarios de Hermione.

—Señor —dijo Malfoy en voz alta—, señor, ¿por qué no solicita usted el puesto de director?

—Venga, venga, Malfoy —dijo Snape, aunque no pudo evitar sonreír con sus finos labios—. El profesor Dumbledore sólo ha sido suspendido de sus funciones por el consejo escolar. Me atrevería a decir que volverá a estar con nosotros muy pronto.

—Ya —dijo Malfoy, con una sonrisa de complicidad—. Espero que mi padre le vote a usted, señor, si solicita el puesto. Le diré que usted es el mejor profesor del colegio, señor.

Snape paseaba sonriente por la mazmorra, afortunadamente sin ver a Seamus Finnigan, que hacía como que vomitaba sobre el caldero.

—Me sorprende que los sangre sucia no hayan hecho ya todos el equipaje —prosiguió Malfoy—. Apuesto cinco galeones a que el próximo muere. Qué pena que no sea Granger...

La campana sonó en aquel momento, y fue una suerte, porque al oír las últimas palabras, Ron había saltado del asiento para abalanzarse sobre Malfoy, aunque con el barullo de recoger libros y bolsas, su intento pasó inadvertido.

𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 𝑬𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒅𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora