El nacimiento de un tirano

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En una sala oscura y lúgubre yacía tirado un hombre miserable, tenía golpes por todo el cuerpo y desde hacia ratos que no daba señales de vida.

A su lado un inexpresivo y aterrador hombre lo miraba con desprecio, sus ojos estaban rojos y oscuros, reflejando una ira implacable.

Aquel hombre estaba vestido con un traje muy fino pero se había quitado el saco para poder golpearlo mejor, tenía la camisa remangada hasta los codos pues odiaba ensuciarse la ropa por culpa de aquel despreciable animal. Eso era...a los ojos de Feng Doyun, ese hombre no era más que un animal que debía ser domesticado y al que debería darle una severa lección.
Si se corregia lo dejaría salir al mundo, sino....la maldad se reflejo en sus ojos al pensar en lo que pasaría si no se arrepentía....

¡No podían culparlo! Después de todo...los animales salvajes no deberían estar sueltos en una sociedad civilizada.

Feng Doyun se limpió las manos con un pañuelo blanco, al mirar sus manos manchadas no pudo evitar pensar en lo irónico que era esto, tiró el pañuelo ahora rojo a un lado y empezó a pensar en como había llegado a este punto.

Hace unos años él nunca habría pensado en hacer el trabajo sucio, pues tenía personal especializado para esa tarea y además le desagradaba tocar a la gente porque creía que estas tenían bacterias en su cuerpo.

Por ello nunca se involucró en esos asuntos, solo mandaba a sus hombres al mando de su asistente para tratar con los así llamados ''problemas''. Estos se encargarían de tratar con ellos de una manera muy cortés...claro, eso en comparación como lo hacian ahora.

Pues todo cambió totalmente cuando Su Zara desapareció...en ese momento él sintió una ira asesina que no podía ser calmada con absolutamente nada. Todo lo molestaba, no soportaba estar rodeado de personas cercanas pues las consideraba culpables de su desaparición: odiaba ver al señor Su y cuando lo hacía tenía ganas de estrangularlo por no haberla cuidado; odiaba a su madre por haberlo mandado a un insignificante viaje de negocios solo por darle cara a una familia en quiebra, que generaciones atrás había ayudado a su bisabuelo en una crisis que había pasado la Corporación Feng; odiaba a todos esos señores hipócritas que venían a ''consolarlo'' y le decían que no se preocupe que nada le pasará a Su Zara, sin embargo ni bien terminaban de hablar le presentaban a sus horribles hijas...¡¿Creen que era tonto?! Era obvio lo que trataban de hacer.

Este problema llegó a tal punto que incluso empezó a odiar a las personas felices, cada vez que veía a una persona con una ligera sonrisa en la cara, por más ligera que fuera no podía evitar querer extinguir aquello que lo hacía felíz. Y lo hizo, varias veces...la Corporación Feng sufrió varios despidos por ese hecho y se volvió una regla tácita el nunca sonreír delante de él, eso si querías conservar tu empleo.

Pero hubo un momento en donde eso ya no fue suficiente, donde sentía tanta ira acumulada que creía que en algún momento explotaría...y lo hizo...en el momento menos indicado y con la persona que nuca debería siquiera pensar en tocar.

De ese horrible momento él solo recordaba haber perdido el control y arremeter contra la primera persona que se le cruzó, en ese momento él definitivamente no estaba bien pues agarró el cuello de esa persona y lo apretó, quería dejarlo sin aire, quería que muriera...que experimentará la sensación que Su Zara había sentido al momento de caer al agua, en ese momento si él hubiera tenido un lugar con agua definitivamente habría ahogado a esa persona, solo para que sintiera el dolor que su amada había experimentado al sentir sus pulmones llenándose de agua...él quería que luchará como ella de seguro lo había hecho, que sintiera una desesperación igual o peor que la de ella...

Su locura fue tal que no vio el rostro de su madre en la persona que asfixiaba, sino que vio el despreciable rostro de aquel monstruo que había acabado con su querida Su Zara...muy tarde se dio cuenta de este hecho, pues para cuando la cordura le volvió producto de un golpe en la cabeza que el ama de llaves le propinó, su madre yacía en el suelo...inconsciente y sin signos vitales.

EL ARTE DE SER VILLANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora