✺ CAPÍTULO 1 ✺

46 12 59
                                    

NUEVA YORK - 1925

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

NUEVA YORK - 1925

—Sensacional.

—Sublime.

—Majestuoso.

—Toda una excelentísima obra de arte.

Unas sábanas amarillentas dejaban al descubierto el trasero de un jovencísimo Richard Ward de apenas veintiséis años de edad, que, tumbado bocabajo sobre la cama y tras una noche de desenfreno, se encontraba en esos momentos siendo escudriñado entre risitas y alabanzas por tres hermosas flappers de hormonas descontroladas.

De haber estado despierto, habría recibido aquellas lisonjas con suma complacencia. Pero no lo estaba. Había caído rendido tres horas atrás, cuando se cercioró de que su acompañante quedara plenamente satisfecha y se pudo permitir descansar de su "obligación" como hombre.

—¿Le damos la vuelta? —Aquella propuesta de la más descarada de lastres quedó en el aire.

—¡Martha! ¿Cómo vamos a hacer eso sin que se despierte? —rio a su lado Mirabella, una agraciada pelirroja de ojos oscuros.

—Sois unas pervertidas —dijo Samantha, la afortunada de haber compartido cama con el chico inconsciente, mientras se anudaba la bata de estar por casa.

—¡Oye! Que has sido tú quien nos ha invitado a contemplar este espectáculo de hombre —se defendió Martha, su dedo índice apuntaba hacia la cama.

—Es verdad —rio la aludida.

—Entonces... ¿le damos la vuelta? —intervino Mirabella con una sonrisa traviesa.

Ambas amigas miraron a Samantha esperando por una respuesta positiva que no tardó en llegar en forma de sonrisa correspondida.

—Bien, vosotras tiráis de las piernas y yo empujo su pecho —dictaminó Martha mientras se ponía manos a la obra.

Rieron por lo bajo ante su poco estudiado plan y caminaron de puntillas para no hacer ruido hasta llegar a su objetivo. Se deshicieron por completo de la sábana y se pusieron en posición. Mirabella y Samantha agarraron cada una de un tobillo y Martha se frotó ambas manos para deshacerse del frío antes de posarlas sobre el cuerpo dormido del joven.

—A la de tres —Y Mirabella comenzó a contar—: una, dos y...

—¡Hola, chicas, ¿dónde estáis?! ¿Qué estáis...

El grito ensordecedor de la última integrante de aquel curioso grupo inundó por completo la estancia, acababa de hacer su aparición en el momento preciso. Un aturdido Richard despertó, sobresaltado, con seis manos desconocidas sobre él. Las chicas también pegaron un respingo por la sorpresa y se apartaron hacia atrás. Richard, intentando asimilar dónde estaba y qué estaba sucediendo a su alrededor, se deslizó por la cama y tomó una almohada que colocó entre su pecho y entrepierna a modo de protección.

El juego del demiurgoWhere stories live. Discover now