A mi abuela le encantaba la Navidad. La costumbre de sacar los adornos y decorar la casa durante el puente de la Inmaculada cobró un nuevo sentido desde que empecé a vivir con ella. Mientras seleccionábamos cuáles pondríamos en el árbol o cuál sería la disposición de las figuritas del nacimiento, me contaba anécdotas de cómo se vivían las fiestas en sus tiempos. El día de Nochebuena preparaba unas cenas apoteósicas para ellas y otros familiares que acudían a nos acompañaban solo esa noche y el último día del año solíamos despedirlo las dos solas.
Mi abuela era maravillosa.
Pero desde que se fue de este mundo, nada ha sido igual. Detesto esta época del año en la que se fomenta el consumismo, la falsedad y el acercamiento a los "seres queridos". Antes tal vez hubiera caído, pero ya no. Ella era la única que me apreciaba de verdad en la familia, por eso me acogió cuando más lo necesitaba. No pienso acercarme a mi familia ni siquiera para desearles unas felices fiestas. No lo merecen.
Heredé su casa, nuestro hogar, pero apenas me permito pasar tiempo sola. A pesar de los años que han pasado, tres concretamente, aún duele llegar y ser consciente de que no va a recibirme con su sonrisa afable o que no podremos celebrar la Navidad, ni ninguna otra festividad, juntas. Y sí, sé que ella siempre está conmigo, pero ¿de qué me sirve si no puedo abrazarla? ¿De qué vale si no me consuela?
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La Navidad según Lucas
RomanceRebeca no está dispuesta a caer en la trampa de la Navidad. Desde que perdió a su abuela materna, con quien vivió durante sus últimos años de vida, no ha querido saber nada de esa festividad. No solo por lo que significa para ella, sino también por...