Me dirigí a clase de Lengua aún en las nubes, tal era así que al entrar ni siquiera me di cuenta de que la clase había comenzado.
—Gracias por venir, señorita Kim —saludó despectivamente el señor Mason.
Me sonrojé de vergüenza y me dirigí rápidamente a mi asiento. Me sentí avergonzada y culpable por mi comportamiento hacia kai, pero luego note que kai y dawn me perdonaron. Caminamos juntos y hablamos sobre el informe del tiempo.
Estaba preocupada por si las acciones de lisa fueron reales o solo producto de mi imaginación. En la cafetería, busque a krystal para ver si lisa ha vuelto a su actitud indiferente o si ha escuchado lo que cree haber escuchado. Sin embargo, me decepcione al ver que lisa no estaba allí.
Los otros cuatro hermanos estaban ahí, pero él se hallaba ausente. ¿Se había ido a casa? Abatida, me puse a la cola detrás de la parlanchina Jessica. Había perdido el apetito y sólo compré un botellín de limonada. Únicamente quería sentarme y enfurruñarme.
—Lisa Cullen te vuelve a mirar —dijo krystal; interrumpió mi distracción al pronunciar su nombre —. Me pregunto por qué se sienta sola hoy.
Volví bruscamente la cabeza y seguí la dirección de su mirada para ver a lisa, con su sonrisa picara, que me observaba desde una mesa vacía en el extremo opuesto de la cafetería al que solía sentarse. Una vez atraída mi atención, alzó la mano y movió el dedo índice para indicarme que la acompañara. Me guiñó el ojo cuando la miré incrédula.
— ¿Se refiere a ti? —preguntó krystal con un tono de insultante incredulidad en la voz.
—Puede que necesite ayuda con los deberes de Biología —musité para contentarla—. Eh, será mejor que vaya a ver qué quiere.
Pude sentir cómo me miraba al alejarme. Insegura, me quedé de pie detrás de la silla que había enfrente de lisa al llegar a su mesa.
— ¿Por qué no te sientas hoy conmigo? —me preguntó con una sonrisa. Lo hice de inmediato, contemplándolo con precaución. Seguía sonriendo. Resultaba difícil concebir que existiera alguien tan hermosa. Temía que desapareciera en medio de una repentina nube de humo y que yo me despertara. Ella debía de esperar que yo comentara algo y por fin conseguí decir:
—Esto es diferente.
—Bueno —hizo una pausa y el resto de las palabras salieron de forma precipitada—. Decidí que, ya puesto a ir al infierno, lo podía hacer del todo.
Esperé a que dijera algo coherente. Transcurrieron los segundos y después le indiqué:
—Sabes que no tengo ni idea de a qué te refieres.
—Cierto —volvió a sonreír y cambió de tema—. Creo que tus amigos se han enojado conmigo por haberte raptado.
—Sobrevivirán.
Sentía los ojos de todos ellos clavados en mi espalda.
—Aunque es posible que no quiera liberarte —dijo con un brillo pícaro en sus ojos. Tragué saliva y se rió—. Pareces preocupada.
—No —respondí, pero mi voz se quebró de forma ridícula—. Más bien sorprendida. ¿A qué se debe este cambio?
—Ya te lo dije. Me he hartado de permanecer lejos de ti, por lo que me he rendido. —Seguía sonriendo, pero sus ojos de color ocre estaban serios.
— ¿Rendido? —repetí confusa.
—Sí, he dejado de intentar ser bueno. Ahora voy a hacer lo que quiero, y que sea lo que tenga que ser.