—Hola —dijo lisa con voz divertida e irritada al mismo tiempo. Era obvio que había estado escuchando.
—Hola.
No se me ocurrió nada más que decir y ella no habló, por lo que el trayecto a la cafetería fue un paseo en silencio. Al llegar, todos nos miraban y lisa lideró el camino hacia la cola sin decir una palabra. Parecía más irritada que divertida. Me sentía inquieta y jugueteaba con la cremallera de mi chaqueta. Lisa fue al mostrador y llenó una bandeja de comida.
— ¿Qué haces? —objeté—. ¿No irás a llevarte todo eso para mí?
Negó con la cabeza y se adelantó para pagar la comida.
—La mitad es para mí, por supuesto. — Enarqué una ceja.
Me condujo al mismo lugar en el que nos habíamos sentado la vez anterior. En el extremo opuesto de la larga mesa, un grupo de chicos del último curso nos miraron anonadados cuando nos sentamos una frente a la otra. Lisa parecía ajena a este hecho.
—Toma lo que quieras —dijo, empujando la bandeja hacia mí.
—Siento curiosidad —comenté mientras elegía una manzana y la hacía girar entre las manos —, ¿qué harías si alguien te desafiara a comer?
—Tú siempre sientes curiosidad. —Hizo una mueca y sacudió la cabeza.
Me observó fijamente, atrapando mi mirada, mientras alzaba un pedazo de pizza de la bandeja, se la metía en la boca de una sola vez, la masticaba rápidamente y se la tragaba. La miré con los ojos abiertos como platos.
—Si alguien te desafía a tragar tierra, puedes, ¿verdad? —preguntó con condescendencia. Arrugué la nariz.
—Una vez lo hice... en una apuesta —admití—. No fue tan malo. —Se echó a reír.
—Supongo que no me sorprende. — Algo por encima de mi hombro pareció atraer su atención. —krystal está analizando todo lo que hago. Luego, lo montará y desmontará para ti.
Empujó hacia mí el resto de la pizza. La mención de krystal devolvió a su semblante una parte de su antigua irritación. Dejé la manzana y mordí la pizza, apartando la vista, ya que sabía que lisa estaba a punto de comenzar.
— ¿De modo que la camarera era guapa? —preguntó de forma casual.
— ¿De verdad que no te diste cuenta?
—No. No prestaba atención. Tenía muchas cosas en la cabeza.
—Pobre chica. —Ahora podía permitirme ser generosa.
—Algo de lo que le has dicho a krystal..., bueno..., me molesta. — Se negó a que le distrajera y habló con voz ronca mientras me miraba con ojos de preocupación a través de sus largas pestañas.
—No me sorprende que oyeras algo que te disgustara. Ya sabes lo que se dice de los cotillas —le recordé.
—Te previne de que estaría a la escucha.
—Y yo de que tú no querrías saber todo lo que pienso.
—Lo hiciste —concedió, todavía con voz ronca—, aunque no tienes razón exactamente. Quiero saber todo lo que piensas... Todo. Sólo que desearía que no pensaras algunas cosas. —Fruncí el ceño.
—Ésa es una distinción importante.
—Pero, en realidad, ése no es el tema por ahora.
—Entonces, ¿cuál es? —En ese momento, nos inclinábamos la una hacia la otra sobre la mesa.