Capítulo 36

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Alexander

Toda mi vida he pensado que los castigos no son la solución y si, es irónico ¿no? Porque es el método que empleo actualmente con mis hijos, sin embargo, me refiero a un punto en específico, el hacerlo por cualquier motivo cosa que yo no hago, siempre debe ser justificado lo cual se convierte en la parte más difícil para mí. Personalmente preferiría mandarlos a la esquina o quitarles el celular por años, pero no es efectivo con unos adolescentes menos cuando cometen travesuras que sobrepasan todo lo que se hace llamar límites. Yo en mis años no era tan problemático, admito que, si me escapé un par de veces de casa, pero jamás preocupé a mis padres de una manera exagerada, mantuve la compostura.

Hoy me encuentro aquí, esperando en el despacho a que baje mi hijo mayor de las escaleras, se ha tomado su tiempo, alrededor de unos siete minutos en bajar cada escalón ¿y eso? Porque debo tener una charla con él tal y como lo hice con su hermano hace una hora atrás. No me gusta esto, sé que debo enseñarles de alguna manera a ser responsables ya que ser detenidos e ir a una celda en la comisaría de la ciudad no está bien y es lo peor de ser papá, el tener que corregirlos.

Milan hace esto tortuoso y no lo digo por tener una cara de "ogro" como lo dice Miles, todo lo contrario, ser comprensivo y oírlo llorar a mares. Sabe cómo manipular a la perfección la situación, me hace sentir culpable.

—No podré esperarte unos... —miré mi reloj—, veinte minutos más, Milan. Ven aquí y terminemos con esto ¿mhm?

—¿Crees que quiero ir a que me pegues? —lloriqueó en el cuarto escalón—, no papá. Gracias por tu oferta, pero prefiero tomarme mi tiempo.

—Hey, yo no los puse en esta situación —bajó la mirada—. Ustedes solitos decidieron hacer una fiesta a mis espaldas, arruinar la casa y quedarse un par de horitas con los policías. Sin mencionar otros actos muy prohibidos que tienen.

—Uhm, si lo dices así...

—¿Qué? ¿Es más justificable? —negué—. Camina hijo o yo mismo te traeré en mi hombro al despacho.

—¿Y si conversamos afuera? —casi se me sale una sonrisa por lo astuto—, en un parque o algo por el estilo, yo sé que podré hablar mucho mejor contigo...

—Es una tentadora oferta sin embargo en público no te voy a castigar hijo y sabes que lo tienes bien merecido.

—¡Papá! ¡Por favor, te lo ruego! —exageró sentándose en la escalera y suspiré.

—Milan a la una —me quedé frente a él y no obtuve resultados por lo que seguí contando con la intención de apresurarlo o me llevaría toda la tarde aquí—. Dos.

Solo lloriqueaba por lo que me agaché y lo dejé en mi hombro con gran facilidad, me impresiona que pueda seguir haciéndolo con lo que pesa cada uno. Sus pataleos no tardaron en llegar y le advertí más de una vez.

—Milan me vas a lastimar si sigues —lo regañé—, una más y te va a llegar una palmada ¿oiste?

—Bien —sorbió su nariz y lo bajé entrando al despacho en donde no tardó en sentarse en el sofá.

Fui por un vaso de agua mientras lo veía limpiarse el rostro. Intenté ser lo más firme posible al voltearme y caminar hacia él para iniciar todo.

—Bebe un poco y respira Milan que nada de esto es desconocido para ti —con sus ojitos rojos me lo recibió—. Lo que pasó el día de ayer es inaceptable y como se lo dije a tu hermano menor, te lo digo a ti ahora.

—Yo...

—No, no —miré al mayor y su puchero—. Milan hablaremos ¿eh? Nada de llanto y pedirme que no haya consecuencias porque las hay.

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora