Capitulo 54

46 11 20
                                    

Los movimientos de mi madre son aletargados y torpes. Pero quién no lo estaría luego de pasar casi dos días en la misma posición totalmente anestesiada.

Sus ojos intentan enfocarme pero estos aún están muy pesados y no sé lo permiten. Me acerco todo lo que puedo para que pueda tocarme y cuando veo que no puede yo misma llevo su mano a mi rostro. Sus dedos están muy fríos.

— Mamá.

— Sole... — su voz también se niega a volver por completo, está muy ronca, pero aún puedo escuchar el timbre cantarino que tanto extrañé —. No llores.

Paso sin cuidado mi mano recién recuperada por mi rostro quitando la humedad que ya había anegado mi cara. Pero las lágrimas vuelven a aparecer y me enojo conmigo misma por no poder verme entera frente a ella.

Me escondo sobre su mano fría y muerdo mi labio para que la tristeza sea suplantada por algo que si puedo manejar. Más no lo logro.

Ella no puede acariciarme y tampoco cantarme como lo hacía cuando era pequeña, de solo pensar que su partida está tan cerca quiero deshacerme por completo. ¿Cómo podré enfrentar mi vida sin ella?

¡¿Cómo?!

— Sole, hija ¿Que pasa? — me pregunta con dificultad —. No estés triste, yo me pondré bien.

Cierro los ojos con fuerza y me obligó a levantarme de mi posición. André me entrega nuevos pañuelos que uso de inmediato para secar mi rostro. Mi madre aún con su poca movilidad levanta sus cejas al ver al cocinero a mi lado.

Obligó a mi rostro a gestionar una sonrisa, pero está vibra y al final no lo consigo. Quizá ya no lo pueda hacer más, como puedes seguir si una parte importante de tu mundo desaparece así.

— ¿Sabes por qué estás aquí mamá? — inquiero cuando ya siento que mi voz no me flaqueara. Ella se toma su tiempo como si estuviera recordando hasta que se da por vencida.

— No.

Y puede que talvez sea por la presencia de André o quizá solo son los fármacos que aún están por su sistema lo que hace que no entre en colapso. Por qué lejos la mayor características de mi madre es que no le gusta perder ni el tiempo ni el control. Mucho menos no saber que es lo que pasa a su alrededor.

— ¿No lo recuerdas? Te descompensaste en la exposición de Danielle.

— Oh. Ya veo ¿y tu papá? ¿Dónde está?

Mi cuerpo se tensa al escuchar la mención del hombre que no ha venido en ningún momento a verla desde que cayo hospitalizada y que es más, ya ha estado averiguando como administrar todo el legado de mi madre si está no pudiera recuperarse jamás.

Pero mi irá se atenúa al pensar en quien si estuvo. Alguien que se suponía era solo un amigo. Uno que ni siquiera a ido a dormir a su casa para no dejarla sola. Uno que está desolado no se en que lugar en estos momentos.

Y estoy a punto de decirle una barbaridad sobre el primero cuando un toque cálido en mi brazo me hace girar en esa dirección. André me hace un gesto con su mentón indicando que saldrá de la habitación. No es difícil adivinar a quien irá a buscar y se lo agradezco con una casi sonrisa, el toca una vez más mi mano entregándome un poco más de su calor. Pero este no sube hasta mi pecho. Este está completamente congelado.

Mi madre al ver la escena sonríe ya con su rostro menos estático que hace unos momentos.

— ¿Y tú?... No deberías estar en Flores.

André lleva una de sus manos a su cuello con nerviosismo y antes de responder me mira. Yo le cierro un ojo sin que ella pueda verme y él ya tiene el pase que necesitaba.

Casi Te OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora