31) La vieja del callejón Knockturn

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—Aqui nadie nos molestará.
—Ya veo... Te preocupaban los aurores que pudieran aparecer, por eso nos trajiste aquí.
Una sonrisa repugnante se deslizó en la mujer al ver la seriedad de Izar.
—Aqui nadie nos molestará, aún en el callejón Knockturn se corre cierto riesgo de que los aurores aparezcan, por eso te traje aquí, lejos de todos y un lugar donde no habrá ningún testigo.
Una suave sonrisa que confundió a la mujer se deslizaron en sus perfectas facciones, viéndola con arrogancia.
—Tienes razón.. aquí no abra testigos.
Un destello azul salió disparado de su varita y la mujer inmediatamente se protegió con un Protego, la barrera trasparente apareciendo delante de ella.
—No esperaba menos de un niño Black... Cada uno es más arrogante que el anterior. Vi en algunas ocasiones a miembros de tu familia en acción, cuando servía bajo el mando del señor oscuro, todos eran unos perros arrogantes.
Escupió al suelo, trayendo una mirada asqueada en Black, en algún momento había imaginado que uno de los pocos dientes restantes de la mujer saldría disparado, como podía ser tan repugnante era una pregunta que no lo dejaba en paz.
—En fin... Estoy segura que me ayudarás en mucho, así que...
Antes de que terminara un segundo hechizo perezoso fue lanzado por parte de Izar, aburrido.
—Fue mucha charla y realmente no la estoy apreciando. Así que comencemos antes de que me aburra.
Su mirada fría y el borde peligroso que se deslizaba por su lengua dejo un pequeño escalofrío en la mujer, la cual se preguntaba cómo era posible que unas simples palabras le generarán tal reacción.
La refriega comenzó de inmediato. Colocando su varita delante de ella, una cantidad impresionante de maleficios salieron disparados contra el, aún que en su mayoría eran relativamente inofensivos, si lo golpearan lo dejarían a la completa merced de la loca mujer.
Esquivando y sambuyendose bajo algunos ataques, eviadio cada uno de los hechizo lanzados, a sus ojos iban en cámara lenta y comenzaba a creer que incluso los muñecos de práctica eran mejores.
Rodando bajo el último ataque, sus instintos gritaron de peligro, sin siquiera perder el ritmo convocó una piedra cercana, que se colocó delante precisamente bajo el hechizo que la hizo explotar con rudeza, levantando tierra y arrojando escombros por todas partes.
—Tienes buenos reflejos. Veamos que haces si aumentemos el nivel.
Se burló, dejando atrás los hechizos de la escuela y comenzando a arrojar diferente cantidad de maldiciones.
Una pequeña gota de sudor corrió por su cien, su escudo se colocó al instante, comenzando a defenderse, había preferido esquivar ya que, a diferencia de la mujer, seguía siendo un niño y su núcleo mágico aún no se había desarrollado del todo, por lo que su resistencia y cantidad mágica no era la misma que ella, igualarla en hechizos y defenderse de todos lo agotaria rápidamente, por otro lado, había cometido un grave error, subestimo a la mujer, si su abuela hubiera estado presente no escucharía el final de el regaño, ni siquiera la vieja arpía se salvaría de un regaño por atacar al nieto de Walburga Black.
Había pensado que la mujer era menos que rápido y ese pequeño error le pudo haber costado muy caro. Sus ojos se entrecerraron con enojo, no volvería a darle tal oportunidad a la mujer.
Un reducto se dirigió con rapidez hacia su cara, pero antes de impactarlo, fue desviado con su varita, golpeando el suelo delante de la sonríente arpía, la cual frunció el seño al instante por los escombros y polvo que había levantado el ataque al impactar contra el suelo.
Cuando el polvo se disipó Izar no se veía por ningún lado.
Un pequeño susurró llamo su atención y su varita se dirigió hacia el lugar, comenzando a lanzar maleficios.
Estaba tan concentrada blasfemiando que en ningún momento vio el rompe huesos que golpeo su rodilla, haciéndola caer.
La mujer chillo de dolor, arrodillandose.
Izar salió de entre las sombras, sonriendo por qué una trampa tan básica haya funcionado, simplemente había arrojado una piedra y la mujer desató todo como si tuviera visible a su peor enemigo.
La mencionada se levantó lentamente, moviendo de una forma horripilante su rodilla para que regresará a su lugar, comenzando a curarse lentamente. Dejando en claro la razón de su grotesca apariencia.
Quién sabe que tipo de rituales había realizado para si misma, era la razón de su rápida curación, sus habilidades y fuerzas ligeramente sobre humanas y su apariencia raída y mal lograda, por no mencionar la locura aparente que deslumbraba en sus oscuros ojos de escarabajo.
—Muy bien mocoso, lo tienes.
Un destello rojo pálido salió disparado contra el, se movió a un lado algo confundido, viendo a la mujer que repentinamente comenzó a lanzar imperdonables.
Había sido sometido al cruciatus del mismísimo lord Voldemort, dudaba que el hechizo de una sucia arpía fuera peor y sin embargo, se negó rotundamente a ser golpeado nuevamente por un hechizo como ese. No solo por su buen juicio, si no por su orgullo.
Esquivando lo mejor que pudo, rodo bajo un último ataque, lanzando un hechizo de un amarillo enfermizo, que rozo levemente el arrugado rostro de la vieja mujer, la cual comenzó a jadear audiblemente, el dolor y sorpresa brillando en todo su feo rostro.
—Magia tan vil a tu edad...
—Es curioso, el señor oscuro ante el cual te arrodillas me dijo lo mismo hace unos pocos meses, justo antes de matarlo.
Por supuesto el no había sido el responsable de matarlo, pero la mujer no tenía por qué estar al tanto de esa parte de la historia.
La sonrisa confiada y su voz plana no dejo dudas de que lo que decía fuera verdad y sin embargo, eso no significó que la mujer le creyera, aún que ver el leve miedo que destello en sus ojos trajo una sonrisa en su rostro.
—Bien... Ya que eres tan irritante y mentiroso, igualarme el juego.
El mismo hechizo repugnante que había lanzado antes fue lanzado en su contra, cuando golpeó el árbol cercano, este comenzó a arder, pudiéndose de adentro para afuera, insectos tratando de huir y muriendo en el intento.
—Debi suponerlo.
Con un suspiro, ambos arrojaron su hechizo con fuerza, impactando el uno contra el otro y generando una pequeña onda de poder.
Izar se levantó del suelo y comenzó a lanzar una orda de hechizos que la mujer esquivaba con dificultad, arrastrándose en el suelo de una forma repugnante. Saltando bajo el último hechizo que había arrojado, un destello gris salio disparado de su varita, dirigiéndose hacia él con rapidez, cortesía de la arpía, evidentemente. Corriendo para esquivar, ignoro momentáneamente a la mujer que aterrizó con brusquedad en el suelo, pero antes de moverse las raíces del arbol a su lado se convirtieron en serpientes que la comenzaron a perseguir.
Incendio.
Gruño Izar lanzando el hechizo en el camino de la mujer, que se detuvo siendo alcanzada por una serpiente que le mordió la pierna, gritando levemente por el dolor, manipuló su varita para que las llamas que Izar convocó fueran utilizadas para incinerar a las otras réplicas; volteando hacia el sonriente niño, comenzó a lanzar hechizo tras hechizo.

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