capítulo más diesiocho

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La relación con Haku ha sido una de las cosas más encantadoras que me ha pasado. No solamente era tierno y detallista, sino que era bastante responsable para tener veintiun años de edad, me atrevería a decir que él era de los dos él más. Ahorita nos encontrábamos en el departamento, hacía demasiado calor en New York, al punto que estábamos en ropa interior y con el aire acondicionado encendido en todas las habitaciones, cocina, sala, cuarto, todo. 

—Cuando vivía en el mundo de los espíritus, no me sentía así de desesperado por un poco de aire. —Exclamó, tenía su pelo largo en un moño alto, y estaba sin camisa.

Estaba algo desconcentrada, ya que tener a tu novio de un año, sin haber tenido contacto físico más allá de besos sin camisa, no era demasiado fácil concentrarse así. Estaba segura que estaba mirando sus cuadros, porque esa es otra.

Él al adaptarse al estilo del mundo real, lo primero que quiso hacer fue ir a un gimnasio, porque cuando estaba atrapado ahí, siempre veía a los adultos jugar según él con las máquinas, entonces él quiso probar y pues quedó encantado. Lo acompañaba siempre que podía, no era todo el tiempo ya que mi trabajo me lo impedía. 

—¿____, me estás escuchando? —Chasqueó sus dedos en frente de mis ojos. 

—No, la verdad que no.

Dije rápidamente, él me tomó la cara con sus dos manos delicadamente, revisando esta y después viéndome a los ojos. 

—¿Estás enferma? —Yo negué, completamente roja debido a la cercanía. —¿Entonces?

No sabía que decir, no quería quedar como la novia que solamente pensaba en sexo, aunque fuera verdad que me moría por tenerlo con él. Pensé en una excusa rápida y prudente que me pueda sacar de la situación donde yo por tonta me había metido. 

—Tengo que ir a bañarme.

Y antes que él dijera algo, salí deprisa hacia el baño, cerrando la puerta. Me miré al espejo, estaba roja, y algo entre mis piernas estaba palpitando y pidiendo atención. Respiré profundamente por la nariz, calmando mis hormonas al parecer de adolescente que tenía. Me saqué la ropa, metiéndome a la ducha, sintiendo el agua fría relajarme. Cerré los ojos, hasta que escuché que tocaban la puerta, abrí la puerta de la ducha y saqué la cabeza. 

—¿Pasó algo? —Grité, cerrando la llave. 

—¿Puedo pasar?

Me quedé helada, no sabía que responder, me tapé con la toalla y grité adelante, estaba Haku sonrojado, mirando al suelo, pensé que le había pasado.

—Haku, ¿qué pasó, volviste a romper la caja de galletas?

Este subió la cabeza divertido, negando. Me contagié, y volví a preguntar que pasaba. Se quedó en silencio, para después confesar. 

—Quería bañarme contigo. 

Una ola de ternura me entró, estaba tan apenado, que en serio parecía que iba a explotar de lo rojo que estaba. Colgué nuevamente la toalla en su sitio, y abrí mis brazos.

 —Ven. 

Él entró rojo, bajándose su ropa interior, dejándola doblada a un lado. Se sentó en el suelo, a lo que correspondí, no sin antes abrir el agua, para que se relaje. 

—Perdón por hacerte esto, no sé que hacer. —Me miró, acariciando mi hombro. —Sentí tanta pena cuando me abrazaste y quería más. 

—Es normal en las parejas Haku, no tienes porque sentir pena, ¿estás seguro que quieres hacerlo? Yo puedo esperar. 

Se me hacía curioso yo decir eso, pero siempre he pensado que los hombres pueden tener las mismas inseguridades que una mujer, y no hay porque hacerlos menos, es válido en una relación, sea hombre o mujer. 

—No, quiero hacerlo. 

Me atrajo hacia él, haciéndome que me siente encima de él, primero besó mis hombros, cerré los ojos, pues era la primera vez que él tomaba la iniciativa, después fue a mi cuello y después a mi boca, enredé mis brazos en su cuello, siguiéndole el beso. Sus manos recorrieron mi espalda, a lo que yo por inercia la arqueé. Sus manos bajaron lentamente a mis gúteos, tomando ambos con sus manos. Tiré mi cabeza hacia atrás, suspirando su nombre. 

Al hacer eso, él tomó mis pechos con sus dos manos, sacándolas de donde estaban antes, y los besó. Mi mano fue hacia mi boca, tratando de silenciar mis suspiros y gemidos, pero su otra mano la quitó. 

—Quiero escucharte. 

Mi respiración se aceleró cuando susurró eso sobre mis labios, en serio parece que se tuvo que aguantar demasiado tiempo. Abrí la boca al sentir sus labios tan cerca y él hizo lo mismo, sintiendo los labios de ambos tocándose. 

—H—Haku, bésame, por favor.

Eso le bastó para besarme. Ya lo sentía, ya sentía su erección entre mis piernas, me estaba comenzando a desesperar. Sus manos tomaron mis caderas, moviéndolas encima. Cerré los ojos y gemí en su oído. 

—____, no aguanto, necesito estar dentro. —Exclamó en un gruñido. —Por favor. 

Sonreí divertida, volviendo a enredar mis brazos en su cuello, él me miró enojado, pero para mi era demasiado divertido. Arrugué la nariz.

—¿Sabes que tenemos que usar un condón?

—Fui espíritu, no idiota. 

Exclamó ofendido, a lo que se paró, y de un cajón sacó una caja de condones. Me reí bastante, se me hacía muy divertida la situación. La abrió, colocándoselo. Tomó delicadamente mi cuerpo, colocándome contra la pared alicatada del baño, mis piernas fueron a cada lado de su cuerpo colocándome encima. Me senté en su miembro delicadamente, y fue un placentero dolor, que hizo que los dos gimamos en uniso. 

Por un momento nos quedamos quietos, disfrutando de la unión de cuerpos que habíamos provocado, para después yo comenzar a moverme, buscando el mismo placer que él. Él tiró su cabeza hacia atrás cerrando los ojos, moviéndome con sus manos, y en la ducha solamente se podía escuchar como los cuerpos chocaban y el agua caer, haciendo que sea más placentero el encuentro.

—Haku, no pares, por favor, te lo pido. 

—N—No lo haré...—Susurró contra mi cuello. —Necesito más. 

Exclamó, estaba cegado de placer y eso me fascinaba. Hizo que me parara y me estrechó contra la puerta, se colocó detrás y de una estocada entró, grité apretando los puños, sonriendo del placer que sentía correr en todo mi cuerpo. Me apoyé en la pared, mirando sobre el hombro viendo como daba cada estocada más fuerte. Alcé la mirada y lo vi, estaba tan concentrado en moverse y sus ojos estaban entrecerrados, esa imagen fue el toque para que estuviera a punto de llegar al orgasmo. 

—Haku, voy a correrme. 

Entendió el mensaje porque fue más rápido, en unos minutos él contestó que él también, así que comencé a moverme yo, y eso bastó para que ambos nos corrieramos. Estaba acostada, agotada, mis piernas temblaban y de la adrenalina mi corazón palpitaba fuertemente. 

—¿Estás bien, lo hice bien?

Me encontré con su mirada preocupado, bajé mi cabeza y le di un beso leve, él estiró los labios correspondiendo. 

—Lo hiciste fantástico, me encantó. —Acaricié sus mejillas con ambas manos. —Me gusta muchísimo estar contigo, sea sexo o no. 

Sentencié, y él me abrazó, y nos quedamos un par de horas ahí, hasta que decidimos salir de una vez. Bueno, al menos ya no tenía calor.

Tiempo [Haku y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora