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Mi jefa se vuelve loca cuando Jungkook le informa de que yo lo acompañaré en su viaje a las delegaciones. Bang Chan se alegra de no ser él. Mi jefa intenta convencerlo de mil formas para que yo no lo acompañe. Argumenta cosas como mi falta de experiencia o mi poco tiempo en la empresa, pero al final desiste. Jungkook manda y ella debe aceptarlo. ¡Tómalo!

Llamo a mi padre el miércoles y le explico mi retraso de las vacaciones por el viaje. Le parece bien y me anima a hacer un buen trabajo. Si él supiera el trasfondo de todo, me metía en una caja para que no pudiera salir. Mi hermano, en cambio, se enfada conmigo. Marcharme durante varias semanas fuera de Seúl para él es desquiciante. ¿A quién le va a explicar sus problemas?

El jueves, Jungkook pasa a recogerme con su chófer a las seis de la mañana. Viajamos en su avión privado, tanto lujo me escandaliza. Parece que acabo de salir del pueblo. Miro todo con tanta curiosidad, que creo que Jungkook hace esfuerzos por no reír.

Cuando llegamos a Busan, un coche nos recoge en el aeropuerto y nos lleva directos al hotel Grand Josun. ¡Casi nada! Lo mejorcito de la ciudad. Allí nos alojamos en la última planta en dos suites. Bien ha cumplido su promesa: habitaciones separadas. Cuando el botones cierra la puerta tras de mí y me quedo en medio de aquella enorme habitación, miro a mi alrededor. Todo es grande, espacioso. Y lo mejor, hay unos grandes ventanales que me permiten ver el mar.

Alucinado por el lujo que me rodea, suelto mi maleta y me acerco a la ventana.

¡Increíble! Tras disfrutar durante un rato del paisaje, comienzo a buscar y a curiosear. Abro la nevera y veo chocolate. Me lanzo a por él. Cuando descubro la zona de mi habitación donde se encuentra la cama, un silbido de camionero sale de mí. ¡Es preciosa! Grandes ventanales que dan al mar y moqueta violeta a juego con un diván precioso. La cama es enorme y me tiro en plancha sobre ella. ¡Qué genial! El baño es otra maravilla. Madera clara y una bañera rodeada por espejos.

¡Morboso!

Al salir del baño, el teléfono suena. Es Jungkook.

—¿Qué tal tu suite?

—Alucinante. Enorme. Es como cinco veces mi casa —me mofo. Oigo cómo ríe al otro lado de la línea.

—En media hora te espero en recepción —me dice—. No olvides los documentos.

Llego a recepción puntual y veo a Jungkook hablando con una mujer. Alta, glamurosa y rubia. Cuando él me ve, me invita a acercarme a ellos y nos presenta:

—Nayeon, él es mi secretario, el señor Park.

La tal Nayeon me hace un escaneo en profundidad y me da mal presentimiento, pero, en un gesto de profesionalidad, los dos nos damos la mano y Jungkook añade en chino:

—Señor Park, la señorita Im ha venido desde Pekín. Ella estará unos días con nosotros. Nayeon es la encargada de ver si podemos suministrar nuestro medicamento en Japón.

Sonríe mientras la rubia de piernas largas mueve su cabeza en gesto afirmativo. Sin embargo, percibo algo raro en su mirada. No sé lo que es, pero no me gusta. Un hombre se acerca a nosotros y nos indica que nuestro vehículo nos espera. Los tres caminamos hacia una enorme limusina negra. Jungkook se sienta junto a aquella mujer y se olvida de mí. Eso me inquieta. Pero lo que más me molesta es percibir que entre ellos hubo o hay algo. Me lo dicen las miradas de la rubia. De todas formas, como soy un profesional, mantengo la compostura mientras miro por la ventanilla e intento pensar en mis cosas.

Cuando llegamos a las oficinas centrales de Busan, nos recibe el jefe de la delegación, Mark Tuan. Nada más al verme, me sonríe, y luego saluda al jefe y a Nayeon.

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