18

358 79 13
                                    

La reunión se alarga más de lo esperado y no salimos de las oficinas hasta las ocho y media de la noche. El rostro de Jungkook es serio y la tal Nayeon, para mi gusto, es una chupa pelotas, no ha hecho más que poner impedimentos a todo lo que se hablaba.

Nos montamos en la limusina, con Nayeon. Durante el trayecto, Jungkook va parapetado tras una máscara de hostilidad que no me gusta y me pide varios papeles. Se los entrego. Él y Nayeon los miran mientras hablan sin parar.

Cuando llegamos al hotel deseo correr a la habitación y desnudarme como él me ha pedido. No he podido parar de pensar en ello. Jungkook y yo. Jungkook sobre mí. Jungkook poseyéndome. Pero mi gozo se va a un pozo cuando le oigo decir:

—Señor Park, ¿le apetece cenar con Nayeon y conmigo?

Eso me paraliza. Aquella pregunta, en realidad, debería ser: «Nayeon, ¿le apetece cenar con el señor Park y conmigo?».

Siento que la furia se concentra en mi estómago. Ardo por dentro. Aunque, esta vez, mi ardor nada tiene que ver con el deseo. Percibo la mirada de aquella mujer sobre mí. En el fondo, le molesta tanto como a mí compartir la compañía de Jungkook.

—Muchas gracias por la invitación, señor Jeon —respondo, dispuesto a no darle el gusto—, pero tengo otros planes.

Para no variar, Jungkook pone cara de sorpresa. Por su mirada, sé que esperaba cualquier otra contestación menos aquélla. ¡Eso te pasa por listillo! Doy las buenas noches y me marcho. Siento la mirada de Jungkook en mi espalda pero continúo mi camino.

¡Para orgulloso, yo! Cuando llego al ascensor y las puertas se cierran consigo respirar. Y cuando entro en mi habitación grito frustrado.

—¡Imbécil! Eres un imbécil.

Irritable hasta con el aire que me roza, me dirijo hacia el baño. Miro la bañera pero finalmente decido darme una ducha. No quiero pensar en Jungkook, ¡que le den! Salgo de la ducha. Me seco el pelo y me obligo a ser el tipo con carácter que siempre he sido. Suena el teléfono de la habitación. No lo tomo. Abro rápidamente mi móvil. Tres llamadas perdidas de mi hermano. ¡Qué pesadilla! Decido llamarlo en otro momento y telefoneo a una amiga de Busan. Como es de esperar, se vuelve loca al saber que estoy en la ciudad y quedo con ella. Apago el móvil. Nadie me va a dañar mi alegría, y menos Jungkook.

Así que ansioso por salir de allí lo antes posible sin ser visto, me pongo un pantalón negro, una camisa azul y unas botas. Hace un calor horroroso y ese estilo me viene de perlas. Cuando estoy preparado tomo el bolso. Abro la puerta con cuidado y miro el pasillo. No hay moros en la costa y salgo. Pero sé que Jungkook está en la suite de al lado y en vez de esperar el ascensor me escabullo por la escalera. Bajo cinco tramos y finalmente tomo el ascensor.

Sonrío por mi proeza y cuando llego a recepción y salgo por las puertas del hotel Grand Josun, casi doy saltos de alegría. Pero ésta dura poco. De pronto soy consciente de que he dejado vía libre a esa loba de Nayeon y el mal genio se instala de nuevo en mí.

Tomo un taxi y le doy la dirección. Mi amiga Yun Ha me espera allí. Cuando llego al lugar, rápidamente la veo. Está guapísima y rápidamente nos fundimos en un sincero abrazo. Yun Ha y yo somos amigos de toda la vida. Mi madre era de Gimhae y, hasta que murió, íbamos todos los veranos de visita.

—Dios, nene ¡qué guapo estás! —me grita.

Tras una enorme tanda de besos, abrazos y piropos, cogidos del brazo nos encaminamos hacia el puerto. Yun Ha sabe que me gusta la pizza y vamos a un restaurante que sabe que me encantará. Para no perder la costumbre, comemos de todo, regado con litros de Coca-Cola y no paramos de hablar durante horas. Sobre las dos de la mañana estoy cansado y quiero regresar al hotel. Nos despedimos y quedamos en llamarnos al día siguiente.

Deseos Ocultos 1Where stories live. Discover now