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Cuando todo acaba, Nayeon, Jungkook y yo nos dirigimos hacia la limusina que nos espera y sin darle tiempo a Jungkook para que vuelva a humillarme, me siento directamente junto al chófer.

Para orgulloso, ¡yo!

Los oigo hablar. Incluso oigo cómo Nayeon cuchichea y ríe como una gallina. Oigo lo que hablan y me enfurezco. No quiero hacerlo. Sólo hay que mirar a Nayeon para saber qué es lo que busca. ¡Perra!

Espero que dividan los ambientes en la limusina, pero esta vez Jungkook no lo hace. Desea que me entere de todo lo que dice. Habla en chino y oírlo me agita. Me provoca.

Al llegar al hotel, la limusina se detiene. Abro mi puerta y desciendo.

Deseo con todas mis fuerzas perder de vista a Jungkook y a esa idiota, pero espero educadamente a que mi jefe y su acompañante bajen del coche. Después me despido y me marcho.

Casi corro hasta el ascensor y cuando se cierran las puertas, suspiro aliviado.

¡Por fin solo!

El día ha sido horroroso y quiero desaparecer. Cuando llego a la suite tiro el maletín sobre el bonito sofá. Enciendo la música. Me revuelve el pelo, me quito la americana del traje y me saco la camisa del pantalón. Necesito una ducha.

Entonces suenan unos golpes en la puerta. Mi mente intuye que es él. Miro a mi alrededor. No tengo escapatoria a no ser que me lance desde el ático del hotel y muera aplastado en plena calle. ¡Qué disgusto para mi pobre padre! ¡Ni hablar!

Decido ignorar los golpes. No quiero abrir, pero insiste.

Cansado, abro finalmente la puerta y mi cara de sorpresa es mayúscula cuando veo que es Nayeon quien está ante mi puerta. Me mira de arriba abajo.

—¿Puedo pasar?—me pregunta en chino.

—Por supuesto, señorita Im —respondo, también en su idioma.

La mujer entra. Cierro la puerta y me doy la vuelta.

—¿Vas a quedarte el fin de semana, como hiciste en Busan? —me pregunta, antes de que yo pueda decirle nada.

Hago lo que suele hacer Jungkook. Tuerzo el gesto. Pienso... pienso y pienso y finalmente respondo:

—Sí.

Mi contestación le molesta. Se pasa la mano por el pelo y pone los brazos en jarras.

—Si tu intención es estar con él, olvídalo. Él estará conmigo.

Arrugo el entrecejo, como si me hablara en árabe y no comprendiera nada.

—¿De qué está hablando, señorita Im?

—Tú y yo sabemos muy bien de lo que hablamos. No te hagas el tonto. No eres el chico ingenuo que ve en Jungkook un premio, ¿verdad?

Me quedo boquiabierto por lo que acaba de decirme. Pestañeo, y dejo salir al salvaje que llevo dentro.

—Mira, guapa, te estás confundiendo conmigo. Y si sigues por ese camino vas a tener un problema, porque yo no soy de los que se callan ni se amilanan. Por lo tanto, cuidadito con lo que dices, no vayas a tener que salir corriendo de aquí.

Nayeon se aleja un paso de mí. Mi advertencia ha debido de sonarle verosímil.

—Creo que lo más inteligente por tu parte es que te alejes de él —añade—. Yo me encargaré de todo lo que Jungkook necesite. Lo conozco muy bien y sé cómo satisfacer sus deseos.

Aprieto los puños. Tanto, que me clavo las uñas en ellos. Pero soy consciente de que no puedo actuar como deseo. Así pues, cuento hasta veinte, porque hasta diez no me vale, me dirijo hacia la puerta y la abro.

Deseos Ocultos 1Where stories live. Discover now