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Every claim you stake. Every smile you fake. Every breath you take; every move you make Every step you take. And every vow you break. I'll be watching you
¿Cómo podía ser tan cínico? Después de todo lo que había hecho, ¿cómo se atrevía a hablarle tan amablemente y sonreírle como si nada hubiera pasado? ¿Cómo era capaz?
¿Dónde había quedado ese lindo, tierno y simpático peli-negro que lo había enamorado completamente con tan solo sonreírle? ¿Dónde había ido a parar?
¿Era solo un disfraz o algo había cambiado en él? No. Se negaba a creer que solo hubiera estado fingiendo todo el tiempo. Porque... Con él se seguía comportando de la misma forma en que lo había hecho cuando lo conoció: como un ángel.
Entonces, ¿por qué le había hecho eso? ¿Por qué le había herido de esa forma? ¿Cómo se había atrevido? No podía entenderlo.
Y encima venía y le hablaba con total tranquilidad, como si todo estuviera bien. Y él... Él debía fingir que nada había pasado.
Él debía saludarle fingiendo una sonrisa cuando le veía llegar. Él debía llorar en silencio cuando estaba solo, porque no quería que el azabache llegara a aparecer y le escuchara, o se daría cuanta de que estaba fingiendo. Aunque seguramente ya lo suponía.
O tal vez no. Y era tan malditamente bastardo como para no darse cuenta de lo que estaba sintiendo.
Obito nunca le había dado importancia a sus sentimientos. Ahora podía verlo. Podía entenderlo después de lo que había hecho. No le importó que él pudiera sufrir por sus acciones.
Y no sabía qué hacer. No podía dejarle. Estaba atrapado allí. Con él. Aunque quisiera correr y alejarse. Desaparecer para siempre. No podía. No podía hacerlo. Estaba atado a ese chico para toda la vida.
No podría irse aunque quisiera. Y sinceramente, no sabía si realmente quería hacerlo.
Porque a pesar de todo. A pesar de lo que había hecho, lo amaba. Amaba a ese chico como a nada en su vida. Y se odiaba por ello.
Todo el odio que era incapaz de sentir por el Uchiha, lo sentía contra sí mismo. Y eso estaba bien. Se lo merecía.
¿Qué pensarían los demás si lo vieran? ¿Sí estuvieran en su cabeza escuchando sus pensamientos? Estarían muy decepcionados de él. Y con obvias razones.
Pero lo había intentado. Había intentado sacarle de sus pensamientos, de su corazón. Y no había podido. ¡Por Dios santo que no había podido!
Lo único que podía hacer era llorar. Llorar por todo lo que había sucedido. Justo como en esos momentos.
