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El menor estaba incómodo. Desde hacía una semana que la mirada del Uchiha estaba posada constantemente sobre él.
No importaba lo que hiciera, o cuántas personas hubieran. En cuanto él ingresaba en el lugar, los ojos del pelinegro se movían en su dirección, y allí se mantenían.
La única forma que tenía para escapar de eso, era encerrarse en su habitación. Tal y como estaba en esos momentos.
Escuchó un par de golpes en su puerta, y dudo en si debía responder o no. Algo muy tonto, pues el dueño de la casa sabía de sobras que él estaba allí.
Abrió la boca, y antes de pronunciar palabra, alguien se le adelantó.
— Kakashi... ¿Estás bien?
El peliplata se levantó de su cama al reconocer la voz, y caminó hasta la puerta para luego abrirla.
— Madara... — susurró, haciéndose a un lado para dejarle entrar.
El joven ingresó en el cuarto, y volteó a verle frunciendo el ceño.
— ¿Te pasa algo? — preguntó — Llevo rato esperando que bajes, pero no lo haces.
— No. Yo... Tú... ¿Estabas aquí?
— Sí. Desde hace unas dos horas — respondió — ¿Por qué estás aquí metido? Hasta tu amigo está allí.
— No es nada. Yo...
— ¿Es por Obito?
— Que me mire todo el tiempo me incomoda — mencionó — Es por eso qué me quedo aquí.
El mayor le observó durante unos segundos. Entendía lo molesto que debía ser eso.
— Está bien. Me quedo aquí contigo entonces — habló, caminando hasta el sillón.
— No tienes que hacer eso. No tienes que quedarte aquí por mi. Puedes ir con los demás.
— No quieres que esté aquí. ¿Es eso? — alzó una ceja.
— N-no... Yo no dije eso... Puedes quedarte...
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