Se veía a un hombre correr por las calles del callejón Diagon con dirección al banco, la gente lo miraba curiosa ya me no entendían porque ese pobre hombre tenía cara de espanto que daba la impresión que la misma muerte lo estaba persiguiendo, algunos transeúntes se corrieron del camino para que no los chocará como anteriormente había echo con una familia.
Cuando el hombre llegó al fin al banco tuvo que esperar unos presiados minutos a que los duendes lo atendieran, todos lo veían inquieto y como utilizaba el hechizo tempus cada pocos segundos para ver la hora.
Cuando al fin después de 10 minutos fue atendido, el hombre le imploro a los duendes que lo llevarán rápidamente a sus bobedas ya que necesitaba retirar un objeto y el tiempo se le estaba acabando.
Después de otros largos 15minutos al fin salió del banco corriendo con un objeto en la mano que les daba la impresión a quien lo viera pasar que llevaba una papa caliente a punto de explotar.
Llego a la tienda justo cuando se cumplió el tiempo límite que le dio la mujer, al ingresar pudo ver como está se paraba y daba la impresión de que estaba por lanzar un hechizo para llamar a los aurores.
-Espere por favor, espere- suplico el hombre al llegar junto a ella y caer de rodillas enfrente de esa mujer que había subestimado pero que ahora le causaba tanto temor.
Ella lo miró enarcando una ceja y en sus ojos se veía un brillo de curiosidad por lo que estaba por hacer.
-Llega justo a tiempo mi buen señor, si hubiera llegado un segundo más tarde ahora estaría rodeado de aurores para llevarlo a prisión- hablo mientras se estaba en el sillón del que hace unos segundo se había levantado- bien entregueme mi relicario y yo le devolveré su dinero, para acabar con esto de una vez- el la vio extender la mano esperando que le entregará el objeto, el la miró con temor mientras se lo daba a regañadientes.
Al tener la bolsita en sus manos la mujer rápidamente sacó el guardapelo y lo inspeccionó durante unos minutos, el dueño sudaba frío al ver su templanza, parecía toda una reina a punto de darle su veredicto a un siervo pacador.
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Luego de una buena inspección al fin la mujer levantó la vista para encontrarse con los ojos del hombre que todavia no se había levantado.
-Por favor mi buen señor póngase de pie, así podemos terminar con nuestra transacción-le dijo con un gesto de la mano, ella guardo con calma el relicario de nuevo en la bolsita y se levantó del sillón para encaminarse hacia el mostrador, en el procedió a guardar la bolsita en su bolso y sacó otra donde se encontraba el dinero.
El dueño se quedó unos segundos más de rodillas viéndola para después levantarse e ir atrás del mostrador.
-Por favor cuente los galones para que se quede tranquilo de que devolví todo, luego cancelaremos el contrato y haremos otro para dejar la constancia de la finalizacion de la transacción- le dijo la joven pasandole la bolsita con el dinero, el dueño lo contó por unos minutos, al finalizar asintió y procedieron a hacer los últimos trámites.
-Fue un placer hacer negocios con usted mi buen señor- la joven le sonrió, pero el tendero no estaba de humor para contestar, ella al ver esto se dio la vuelta y se fue.
-Señorita la próxima vez que necesite empeñar algo, por favor no vuelva a mi tienda-le suplico del miedo.
-Tenga por seguro que esta será la última vez que me verá por aquí, pero antes de partir le recomiendo que cumpla los plazos y que trate no hacerse el vivo con los demas-luego de eso sin darle más importancia al hombre la joven abandono el lugar, planeando volver a su habitación para comenzar a estudiar ya que el día anterior no pudo hacerlo.
Acá les dejo otro pequeño capitulo para que se entretengan un rato.
Dejen sus votos y comentarios de si les está gustando la historia.
