No pasó.

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Perdimos la noción de todo. Éramos casi como una sola persona, juntos a más no poder, uno sobre el otro. El mundo se apagó un instante, uno pequeño, pero fue agradable.
Mi cuerpo estaba sobre el suyo, y los besos, que ahora eran mordidas, pasaron de la boca al cuello. El menor empezó a gemir, ya no eran jadeos simples. Creo que eso fue lo que hizo que yo no pudiera detenerme después. Era la primera vez que yo podía tomar el control de algo, que podía hacer lo que yo quería. Ya no era el pobre sumiso que sólo dejaba que le hicieran lo que quisieran, ya era el tipo que tenía el mando, y escogía lo que haría después.

No sé en qué momento las cosas fueron más allá, pero Quackity empezó a despojarse de su ropa, y eso me prendió un poco. Hice lo mismo, pero sólo el pantalón. Incluso en un momento y en un lugar tan seguro me sentía inseguro. Sentía que en algún momento alguien entraría por la puerta y nos encontraría ahí, vulnerables. No iba a permitirlo.

Recordé que el menor no había tenido contacto con nadie más que sus padres, así que seguro jamás habría tenido intimidad. No sabía si debía seguir entonces o no, pero ya estaba sin nada que cubriera su cuerpo, solo la parte del torso estaba bajo esa sudadera azul y la camisa blanca. Con sus manos apretó mi camisa y después me miró a los ojos. Suplicaba con esos ojos, lo sabía, podía darme cuenta, me estaba dando un permiso que no había pedido.

— Esta es tu primera vez, ¿verdad? — dije entre jadeos.
— S-si — se escuchaba nervioso.
— ¿Sabes que puedes confiar en mí?
— Tengo miedo, un poco.
— Tranquilo, no te haré daño, y si no quieres podemos par-
— No, si quiero — me interrumpió —, solo me da miedo el dolor.
— Iremos lento, y si duele mucho me dices y me detendré. Solo quiero que sea especial para tí.

Me di cuenta de que se había sonrojado de nuevo, como si esas palabras lo hubieran puesto aún más nervioso. Pero no mentía, lo que menos quería era hacerle daño, solo quería que se sintiera bien con todo, que al menos disfrutara de ese desliz que habíamos tenido.

Poco a poco entré en él, y sentí cómo sus uñas se clavaban en mis brazos, cerca de los hombros. Él se quejó en cuanto sintió la presión de mi miembro, así que me detuve. Lo miré atento a que me diera alguna señal. Sólo me miró y asintió, así que entendí que podía seguir. Entraba y salía de su cuerpo lento, sin estar por completo en él, quería que se fuese acostumbrando a esa nueva sensación. Por mi parte, no sabía lo que estaba haciendo, jamás había sido el que "entraba", así que también estaba experimentando junto con él.

Cada vez era más profundo, y me daba gusto ver que al menos el menor no estaba sufriendo en el proceso. Estaba muy aferrado a mis brazos, liberando esa tensión de alguna forma, quejándose cada vez más fuerte. Yo estaba solo viéndolo, tratando de hacer aquello que su cara delataba era lo que más le estaba gustando. Ahora entendía el porqué Vegetta me miraba así siempre, los rostros siempre dicen muchas cosas, había que aprender a interpretar los gestos.

No sé cuánto tiempo estuvimos haciéndolo, pero en algún momento sentí que mi cuerpo me empezaba a traicionar, así que tuve que parar y decirle al menor lo que estaba sintiendo. Ahora yo era el sonrojado, ya que me dijo que siguiera, que no importaba si me venía dentro. Tragué saliva nervioso, pero agradecí que al menos me dejara saber cómo era correrse. Lo tomé por la cintura entonces y lo embesti con más rapidez, hasta que me fue imposible retener esa sensación de cosquilleo en el vientre bajo. El menor también sintió lo mismo, y ambos terminamos llenos de ese líquido blanquecino que había salido de él y de mí.

Salí de su cuerpo y lo miré atónito. Por primera vez en esos minutos había sentido el golpe de la realidad, que había sido como una cachetada fuerte en el rostro. Me di cuenta de lo que había hecho, lo que habíamos hecho, y sentí cómo la vergüenza me iba invadiendo mientras no dejaba de ver su cuerpo enrojecido y su vientre y pecho subiendo y bajando, tratando de recobrar la respiración. Busqué al fin con la mirada una manta y lo cubrí. Yo me puse los pantalones de nuevo y me acosté en silencio a su lado. Él se acercó a mi y me volvió a besar, está vez dulcemente. Yo no le correspondí.

— ¿Estás bien? — dijo preocupado.
— No...¿qué hicimos? — empecé a sentirme culpable.
— Hicimos el amor, eso pasó.
— Eso no fue hacer el amor, fue simple coito. No debió pasar.
— Pero está bien, ¿no? ¿No querías eso? — confundido.
— Eres un niño.
— Ya te dije que no soy un puto niño, ya soy grande.
— Si pero...pero sigues siendo pequeño.
— No te entiendo entonces. Pudiste haber detenido todo, yo no te puse una pistola en la jeta.
— Ese es el asunto, no pude, no lo detuve.
— Porque no querías.

Suspiré con pesadez y me llevé ambas manos al rostro. Empezaba a sentir la culpa, el remordimiento y la vergüenza en mi cuerpo. Se sentía como arrepentimiento, pero más fuerte. De repente me di cuenta de que eso estaba bien. Cuando Vegetta terminaba, siempre yo me sentía rabioso, iracundo, mal, pero ahora me sentía liberado, bien, culpable y todo eso pero estaba bien.

— Dicen que las primeras veces nunca son buenas primeras veces — dije reflexivo.
— ¿Acaso puede haber algo mejor que esto? ¿Puede ser mejor?
— No lo sé, nunca lo había experimentado.
— Dime la verdad, Rubia — ¿Rubia? —, ¿ya habías tenido sexo con alguien antes?
— Oye, lo que hicimos fue para que dejaras de ser tan curioso.
— Híjole, creo que no se va a poder...
— Ay dioses — negué con la cabeza —. No como tal, quiero decir...jamás había sido yo el que...ya sabes, hacía el trabajo. Siempre he sido el dejado, el que permite que le hagan las cosas, así como tú ahorita.
— ¿Lo hiciste con ese Vegetta? — desvió la mirada.
— Con Vegetta... — ¿debía decir el resto? — ¿recuerdas que te dije que todos lo hemos hecho alguna vez? — asintió con la cabeza — Bueno, todos hemos tenido ese tipo de encuentros. Se escucha enfermo, pero cuando llevas tanto tiempo sin tener algo, inevitablemente buscas esa satisfacción con gente que no pensabas, en contextos que no imaginabas. Tengo 4 amigos: Vegetta, Fargan, Alexby y Willy. Mangel sería el quinto. Vegetta siempre ha sido con el que más he tenido este tipo de cosas, siempre. Pero hace tiempo, cuando todos entramos en ese periodo de la adolescencia donde la necesidad nos rebasaba, llegamos a hacer cosas de las que no me enorgullezco.
— ¿Por ejemplo?

Intervención (Parte 1: Completada) + FINAL ALTERNATIVO | Rubckity Where stories live. Discover now