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Dominación. Celos palpables. Quiebre emocional.
Nami había estado muy callada durante todo el trayecto a su universidad, su novio le había estado llamando y enviando mensajes a cada momento, pero ella sólo los ignoraba todos. Robin se había dado cuenta de ello, pero no quería inmiscuirse en algo que no le correspondía.
Observó de reojo a su jefa, quien se hallaba con la cabeza apoyada en la ventana del auto y el teléfono apretado entre sus manos. Frunció el ceño al darse cuenta de que aún vibraba más que antes, ¿cómo era posible que ese tipo escribiera tanto y sin cansarse?
—¿No piensas contestar el teléfono?, hasta aquí siento como vibra. —Nami la miró y negó suavemente.
—Necesito que vengas por mí un poco más temprano. —habló esta vez un poco más animada. Quería comer pizza y helado.— Imagino que mi madre te dió mi horario para que supieras cada cosa que hago. —Robin asintió, era obvio que Anea haría eso.
Era una maldita controladora.
—Deberias dejar de estresarte tanto. —opinó la azabache mientras observaba como Nami fruncía el ceño ante una llamada en su celular.
—Créeme cuando te digo que no hay nada que me quite el estrés nunca.
Ya habían llegado a la universidad, Robin apagó el motor del auto y tomó la barbilla de la cobriza para devorar sus labios. Nami gimió durante aquel beso tan duro; sentia como la lengua de Robin dominaba la suya, y ella sólo se dejaba hacer, completamente sumisa y a su merced.
Sin duda aquello le quitaría el estrés.
Robin chupaba y mordía los labios ajenos de manera sensual, era increible como un simple beso podía subir la temperatura en cuestión de segundos. Nami jugaba y halaba cada tanto el cabello en la nuca de Robin, lo que provocaba placenteros gruñidos de la rusa trajeada.
—Será mejor que pare ahora mismo o voy a follarte duro aquí y ahora. —habló Robin al separarse de la peli naranja. Nami sólo asintió y tomó su mochila para luego esperar a que su guardaespaldas le abriera la puerta, en cuanto ésta estuvo abierta, bajó y disfrutó de ver como todo el alumnado veía a Robin con deseo.
"Si supieran lo que hacemos".
—Que le vaya bien el día de hoy, señorita Nami. —la nombrada casi ríe ante las palabras de su empleada, la palabra "señorita" ya no iba con ella.
—La veré luego, Nico. No llegue tarde o habrá consecuencias. —habló seriamente Nami, por más que quisiera comerse a besos a esa mujer justo en frente de todo el mundo, no podía, se armaría un enorme escándalo por ello.
Robin se inclinó de forma respetuosa y subió al auto, encendió el motor y condujo lejos de la universidad de la jovén a quien servía ahora.
"Ya veremos las consecuencias, Nami, ya las veremos".
