uno

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—No te muevas de aquí ¿De acuerdo?— recalco la mujer mientras tomaba su pequeño por los hombros, el morochito asintió. —Bien, no te pierdas de vista ante los guardias— se levantó del piso y limpio las arrugas de su vestido, acaricio los cabellos azabaches del niño y se alejó.

First se dejó caer en la manta que estaba en el suelo, frunció sus cejas al ver los libros que de memoria sabía, ya no le parecía interesante leerlos cuatro veces seguidas en toda la semana.

Miro a su madre sentada con sus hermanas tomando el té en el gran jardín del palacio. Un par de guardias le cuidaban por detrás, tenían órdenes de proteger al príncipe con sus vidas si el niño se veía en peligro de amenaza o muerte.

El príncipe estaba aburrido, no tenía con quién jugar, los hijos de las amigas de su madre eran unos tontos y no le parecía para nada divertido jugar a las atrapadas todo el tiempo o se escondieran en sitios absurdos. Para sus ocho años era bastante reservado, no le gustaba correr o ensuciar su ropa en el barro donde particularmente sus primos y amigos lo hacían solo por el simple hecho de jugar guerras con el.

First prefería quedarse bajo alguna sombra cómoda con la compañía de algún libro bueno de aventuras y la presencia de la soledad, sin nadie quien le moleste o la música aburrida que su madre pone en el salón de baile cada día después de la hora del té.

Miro sobre sus hombros los guardias que tenía detrás de su espalda, los inspeccionó la armadura que tenían, todo hecho a la perfección de bronce con los escudos que poseían el símbolo de su reino grabado a mano en el centro y que a simple vista se miran pesados. Sin embargo, no faltaba la espada de guerra, guardadas en su funda especial que colgaban en la cintura de los hombres. El pequeño príncipe los comprendía a la perfección, seguramente ellos estaban muertos del aburrimiento, estar de pie por horas cargando su armadura sin descanso y mantenerse alerta todo el tiempo era bastante increíble para él, pero extremadamente fastidioso.

Las risas escandalosas de las mujeres llamaron su atención, gruño al darse cuenta que los adultos se divertían y él no. Deseaba crecer y hacer cosas de adultos, como el rey que se mantenía ocupado todo el tiempo. El príncipe también quería tener su tiempo ajustado por cosas interesantes, tener su mente en asuntos de importancia o aprender ser un guerrero digno de un príncipe, sabía que era hijo único varón y las leyes exigían deberes que tenían que ser aceptados por los hijos de algún rey y la línea de linaje tenía que seguirse al pie de la letra. First quería aprender todas y cada una de ellas, quería enorgullecer sus padres cuando el tome posición del trono y sea todo un rey, todo un hombre completo hecho y derecho.

—Tu serás el prisionero del gran dragón— escucho decir entusiasmado Podd, las mejillas eran rojitas y su sonrisa tímida adornaba su rostro.

—¡Si! Nosotros te rescataremos y al final elegirás quien será tu caballero— Neo, el más pequeño de todos tomó la mano del castaño y lo guió al frondoso árbol —Bien aquí será el castillo embrujado— sentó al pequeño en una raíz que sobresalía de la tierra.

—¿E-embrujado? ¿hay fantasmas con cadenas y duendes verdes malos?— el niño desconocido entrelazo sus manitas a la altura de su pecho y sus labios hicieron un puchero, no le gustaba las cosas feas.

—así tiene que ser, son como los guardias del dragón malvado que te tiene raptado— Neo se encargó de acomodar nuevamente la coronita de florecillas que tenía el niño sobre el cabello, haciendo que se viera más bonito. —Listo, ahora solo espera a que nosotros peleemos y te rescatemos.

First miro con curiosidad el niño, nunca le había visto. Dejó su no tan favorito libro aún lado cuando sus primos salieron corriendo con ramas en mano, dejando solo al pequeño quien se levanto de su lugar y se agachó a colectar flores.

Los deseos del rey. [FirstKhao Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora