dos

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2 años después

Los pequeños disfrutaban de aquel día soleado y como siempre estaban bajo el mismo árbol que los primos del morenito usaban como castillo embrujado. Cada tarde después de terminar las actividades correspondientes del príncipe gustaba de huir con una sonrisa tonta en busca de su niño favorito para llevarlo a los inmensos jardines del palacio. Podía decir que First disfrutaba de la presencia de Khao y no sabía porque, cuando le buscaba en su habitación o en el salón de música su cuerpecito temblaba, su cabeza daba vueltas de solo encontrar esos ojitos brillantes y esa sonrisa tan hermosa. Para sus diez años sentía esa sensación de quererle cerca, de abrazarlo y tal vez guardarlo en su armario de la habitación para que nada le pasase.

Pero allí estaban ambos, First sentado con uno de los tantos libros que esperaban ser leídos por él, esos que se acumularon en su habitación porque la madre de Khao se enteró que la lectura es su tiempo favorito y cada vez que venía al reino para ver a su pequeñín le regalaba unos tres o cuatro como agradecimiento por cuidar a su bebé, ahora el principie no tenía la excusa de no tener nada interesante por leer.


El príncipe se concentraba más y disfrutaba de las letras de solo escuchar las risillas de Khao. Mientras él se entretenía leyendo su niño jugueteaba a su alrededor, creando coronas de flores para su linda cabecita. Una miradita discreta daba al pequeño solo para contemplar la belleza que poseía esté, algunas veces creía que Khao era una joya y exija tenerlo como todo un príncipe igual a él, así lo ordenaba y los criados lo trataban con la más delicadeza posible.

—¿Qué te parece FirFir?— la vocecita encantadora del bajito logró perder cualquier tipo de atención hacia el libro, alzó la mirada hacia Khao que le mostraba otra corona.

—La has hecho sin flores— comentó viendo el trabajo bien hecho de su niño. Khao asintió y se acercó con cautela hacia él, colocó la corona de hojas y ramas sobre su azabache cabello. —Oye, ¿qué haces?— protestó First haciendo una mueca en su rostro.

—Es la corona del rey— dijo Khao colocándose una igual pero con pequeñas violetas, sus mejillas se volvieron carmesí y el principito podía ver cerezas. —Esta es la mía, ¿te gusta?— pregunto dando paso un brillo precioso en sus ojitos cuando First asintió como tonto.

—Si, me encanta.

—Tengo hambre— el pequeño dulzón hizo un puchero sin abandonar los ojos marrones del contrario.—¿Crees que Lilia haya acabo de hornear galletas?

—No lo sé, tal vez si— First se encogió de hombros y cerró su libro haciendo saltar al pequeño, se levantó del suelo ayudando a Khao, y en vez de limpiar su ropita de la suciedad sacudió la del niño, palmeando suavemente el cuerpo pequeño sacando la tierra. —entremos, pronto anochecerá.

Khao asintió y tomó la mano del príncipe dejándose guiar por el mayor, corrían hacia el gran palacio, Khao sostenía su corona para que no cayese y se arruinara. First ignoró los saludos cordiales de los sirvientes y guardias al pasar y le molestaba que Khao lo hiciera dándole un simple "¡Hola!" Como si ellos fueran de su misma clase, pero dejaba pasarlo.

Las grandes puertas de cristal que daban salida a los jardines se abrieron para los pequeños, la calidez hogareño los golpeo y un suspiro salió de los labios de Liam. El príncipe dejó su libro sobre la mesa que sostenía un jarrón antiguo mientras el dulzón sacaba sus zapatitos, le gustaba estar descalzo por toda la gran casa ya que los pisos estaban bien forrados por alfombras rojas con dorado y la suavidad hacía cosquillas en las plantas de sus pies.


First tiró del menor llevándolo a las infinitas escaleras y luego mareándolo con tantos pasillos del mismo aspecto, al final llegaron a la habitación del príncipe con la intención de quedarse en la gran cama acolchonada y comer galletas con leche hasta la hora de dormir.

Todo se fue al caño cuando la puerta se abrió dejando ver la silueta de un niño pelinegro de mirada marrón.

—¡Neo!— chillo Khao con euforia saltando hasta llegar con el primo de su morenito, sus brazos rodearon el cuello del niño que por centímetros le ganaba.

—Hola Khao— el niño no pudo evitar sonreír cuando su corazón latió feroz sintiendo los cabellos oscuros rozar su nariz, aspirando el dulce aroma de manzanas verdes que desprendía de ellos. —¿Quieres jugar?— pregunto una vez que el abrazo terminara y por poco se atreviera darle un besito en esa mejilla colorada, Khao negó. —¿Por qué?.

—A FirFir no le gusta jugar y si él no juega yo tampoco— contesto seguro. El morocho volvió a sonreír después de la amarga visita, no es que odiara a su primo pero le disgustaba como trataba su pequeñín, únicamente él podía abrazarlo.

—Pero First es un amargado que no disfruta de su vida— el pelinegro le enseñó su lengua y Khao río a causa de ello, el príncipe gruño en protesta.

¿Acaso de abrazarlo tenía que hacerlo reír?

No podemos dejarlo solito— masculló Khao adentrándose a la habitación mientras los primos peleaban por quién entraba primero. Luego arrastró un banquito hasta la cama del morocho para poder subirla y es que no entendía porque eran grandes y altas cuando él era tan pequeño.

—Yo quería jugar contigo al príncipe y damisela— Neo pisoteó el piso, sus ojos marrones fueron atrapados por una capa de agua, pronto rompería en llanto y First rodaba los ojos, él no lloraba a sus diez años y su tedioso primo de trece lo seguía haciendo. —Podemos jugar, First puede ser el feo dragón.

—Que gracioso— bufo el morocho. —¿Por qué no mejor tú eres el dragón y yo el príncipe?— Neo le miró mal y sin pensarlo le pisoteo el pie. —¡Tonto!

—No peleen— murmuro triste Khao viéndolos desde arriba, mordió su labio pensando en cómo resolver el conflicto, tenía muchas ganas de jugar pero no quería dejar al príncipe solo en su lectura, creía que era de mala educación dejar al alteza mientras él se divertía.

—Se de un juego fantástico— mencionó First y su primo abrió sus ojos con curiosidad, de toda su cortita vida no recordaba cuando había sido la última vez que el morocho jugará. El principito hizo lo mismo que el castaño y subió a su cama con ayuda del banquito y miro sonriente hacia el niño bonito. —Jugaremos el rey desea— Khao asintió en acuerdo mientras Neo lo pensaba.

—Tu no eres rey.

—Son mi reglas— reprochó First.

—¡Comencemos!— el bajito daba saltitos en la cómoda, Neo le miraba con fascinación con la boca abierta y First deseaban con todo su ser que una mosca se le atorara en su garganta.

Tanta maldad inocente había en ese pequeño.

—La primera regla es que yo y Khao somos los reyes, quiere decir que nosotros daremos las órdenes— el niño dulzón se sonrojó cuando su príncipe le tomó la mano, Neo arrugo sus cejas a la vez que cruzaba sus brazos y ponía todo su peso en una pierna. —Ahora sí empecemos.

—El rey desea una ardilla.

—¿Cómo voy a conseguir una ardilla?— Neo gruñó casi saltando hacia su primo, no le gustaba para nada el juego y menos la ironía del niño.

—Así son las reglas, lo que el rey pida y tú tienes que cumplir— First clavó sus ojos avellanas dando ese aire de superioridad. Quería a su odioso primo fuera de su habitación, lejos de su niño precioso, quizá fuera del reino.

—Yo deseo una flor de cada color que haya en el jardín— pidió Khao sin darse cuenta de la tensión flotante en el ambiente, no percataba la gravedad que causa su belleza y bueno, nadie podía hacer nada ante su inocencia.

—Claro Khao, ahora te las traigo— como si lo hipnotizaran Neo salió corriendo de la habitación apenas este hablo, First suspiró feliz y se dejó caer en su cama, no sin antes quitarse su corona que Khao había hecho especialmente para él.

—¿Por qué deseaste una ardilla? No hay esos animalitos en el palacio— Khao dijo gateando hasta el príncipe con el objetivo de enredar sus dedos en esos cabellos oscuros que desde hace dos años se convirtió en su cosa favorita.

—Esa era la idea— si First no fuera un niño encantador tal vez esa sonrisa que adorno su rostro tuviera el aspecto siniestro.


Vaya príncipe celoso que te toco, Khao.

Los deseos del rey. [FirstKhao Adapt.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora