cuatro

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Dos años más tarde

—Estoy cansado— reprimió en un puchero Khao, dejó caerse en el piso del salón y limpio el sudor que caía por su frente con la muñeca.

Khao no sabe cuando fue que las clases de baile le comenzaron a molestarle, bueno no precisamente así, si no que tenerlas tres veces al día los siete días de la semana le comenzaban a cansar. Le aturdía ver cómo la mujer ponía nuevos pasos, giros y saltos cada cinco minutos, las veces que no le parecía la coreografía e inventaba una al compás de la música y Khao tenía que seguirla grabándose forzadamente los detalles porque no le gustaba ser regañado. Pero tenía que aceptarlo, la mujer no era tan mala y gracias a ella era todo un profesional, sabía que ser el compañero del príncipe tenía también sus responsabilidades como First las tenía para ser el futuro rey. Aunque tuvieran diferentes actividades eran igual de aburridas, deseaba ser un niño otra vez para poder jugar todo el tiempo con su príncipe y dormir después de la media noche por escuchar atentamente todo lo que el mayor había hecho en el día.


Mirna, la mujer hizo una seña con su dedo a la chica de uniforme que se acercara inmediatamente, está dejó la bandeja con una jarra y un par de copas de bronce llenas de agua.


—Tranquilo Khao, se que es agotador pero todo sea por ser digno del rey— bebió el agua sin perder la elegancia. —Aun que tú eres más que digno y los reyes están más que de acuerdo, pero no hay que desobedecer las reglas del linaje— dijo ofreciendo la copa de agua hacia el contrario. sin dudarlo Khao se levanto.


También tenía que darle créditos a las clases, por ello tenía un cuerpo de muerte. Su complexión siempre fue ser delgado pero gracias a los ejercicios podía presumir de sus líneas que moldeaban su cuerpo deliciosamente, sus piernas eran tersas y alzaban su trasero con cortesía.


Si, todo digno para el rey.


—Dios, hace frío— comentó de repente Khao cuando sintió una brisa helada pasar por su cuerpo, mordió su labio dejando de beber agua.


Tembló un poco y su estómago se revolvió, cubrió su boca cuando sintió las ganas de expulsar el desayuno de esta mañana. Mirna soltó la copa y corrió hasta el chico, se arrodilló haciendo que Khao se recostara en el suelo, llevo su huesuda mano a la frente del pelinegro  para limpiarle el sudor que desprendía.


Hizo una mueca.


—¡Dios mío! Estar ardiendo— acaricio las mejillas, los hombros y pecho, todo ardía en calor. —Ve y avísales a los reyes— le ordenó a la sirvienta.


—Me siento mareado— murmuró Khao, sus ojos vagaban con pesadez su alrededor, todo se movía mientras los colores disminuían, se hacían opacos. Cerró sus ojos al sentir su estómago revolcar una vez más.


—Tranquilo Khao— arrullo al menor entre sus brazos, retiró los cabellos de su frente y agitó su mano dándole aire.


Khao cayó en la oscuridad con la respiración dudosa, las puertas se abrieron con ferocidad y un azabache apareció con la reina casi cayéndose con su vestido.


La curandera del pueblo llego tan pronto fue escoltada por los guardias reales, la llevaron hacia la habitación del castaño que aún no despertaba. La anciana pidió privacidad echando a empujes al príncipe, refunfuñón tuvo que aceptar si todo era para el bienestar de su niño. Tal vez fueron una hora o dos cuando por fin la curandera salió limpiando sus manos en el mandil que no tuvo tiempo de quitarse, sonrió en su arrugada cara hacia la reina que suspiro con alivio.

—¿Que sucedió?— preguntó el rey.

—No es nada grave.

—¿Entonces porque tardo tanto allí adentro? Podía escuchar los quejidos de mi Khao  ¡no me diga que nada grave! — explotó el azabache, la vena de su frente exaltó.

—Khao está en transición— dijo con calma, abrió un poco la puerta dejando ver al bello Khao dormir, tan tranquilo. —Su cuerpo interno está cambiando, es normal, apenas tiene sus quince años recién cumplidos.

—No entiendo ¿Cómo que en transición?— El azabache tomó una bocanada de aire y se tranquilizó, miro sobre el hombro de la mujer viendo el delicado Khao inconsciente.

—Quiero decir que está preparado para concebir, en las niñas cuando tienen su primer periodo es porque el cuerpo físicamente está listo para fecundar un bebé. En el caso de los varones tarda más el proceso y para Khao llego— explicó soltando el picaporte de oro. —Pero aún no está listo completamente— dicho eso camino junto a los reyes por el pasillo recordándoles los cuidados de hora en adelante permitiendo que First entrara al interior.

El príncipe se deslizó amortiguando el sonido de sus botas de cuero en la alfombra, subió a la cama con cuidado de no despertar al menor. Se inclinó un poco para ver de cerca los extraños lunares plateados que brillaban en el rostro de Khao, se percató que no tenía la camisa color crema, los hombros desnudos sobresalían de las sabanas, siendo invadidas también por los puntos haciéndolo ver cómo constelaciones. Acaricio la piel con sus grandes manos, tragó saliva cuando Khao se removió ante su toque frío, a pesar de estar en un profundo sueño seguía viéndose hermoso.

—Mhn— ronroneo el niño dulzón, acercó su cabeza a los dedos que exploraban su cabello.

—Hey ¿como te sientes?— preguntó el príncipe. Beso la naricita mientras cepillaba los pómulos del pelinegro con sus pestañas.

—Débil— respondió abriendo sus ojos, la mirada chocolatada estaba opaca. Extendió sus brazos hacia el mayor, hizo un puchero cuando recibió una risa.

—Te traerán de cenar, estarás bien— sacó sus botas y se metió en la cama, Khao no dudó en recostarse en el pecho de su príncipe, acurrucándose como un gatito.

—No recuerdo que sucedió— jugó con los bonotes de la camisa, sentía la mirada preocupada del morocho sobre él. —No es nada malo ¿verdad?

—No, todo lo contrario.

—Está bien.

Quedaron en silencio, First dándole caricias tímidas al cuerpo desnudo de su niño mientras Khao se relajaba ante eso, sentir las suaves manos que comenzaban ser rasposas a causa de la espada, hacia ponerle la piel de gallina y eso de alguna manera le fascinaba. Ambos disfrutaban de la tranquilidad, la única iluminación eran los lunares plateados que desprendía la piel blanca del pequeño, algunas veces brillaban con intensidad. El príncipe pensó que eran las marcas de un varón portador, de igual manera hacia verlo más precioso.

—¡Khao!— un grito desgarrador rompió la aura del lugar, la luz del pasillo invadió quitando lugar a la iluminación de los lunares. Neo entró buscando con la mirada al pequeño joven, casi brinco de un salto hacia la cama si no fuera por First que actuó rápido y cubrió la desnudes del menor que sobresalía envolviéndolo con su cuerpo en un aspecto un tanto, posesivo. —Me enteré y vine tan rápido pude, ¿Como estás? ¿Te duele algo?.

First rodó sus ojos.

—Estoy bien ahora— Khao se asomó y sonrío gentilmente al primo de la alteza. Dejó arroparse por el mayor, quería estar bajo las sábanas, en lo calientito.

—Me alegra, es un gran alivio— suspiró el chico, tomo el privilegio de sentarse a los pies de la cama y dio un apretón al pie del chiquitín.

El príncipe gruño.

—Ahora qué sabes su salud puedes irte— escupió, Neo entrecerró los ojos marrón en dirección del morocho.

—FirFir— regaño el de rechonchas mejillas casi en un susurro, todavía seguía débil. Se abrazó más en él y respiro la loción varonil de First. Escondió su rostro en el cuello del mayor en un suspiro. —Quiero dormir un poco.

—Descansa Khao, yo te cuidaré.

Los deseos del rey. [FirstKhao Adapt.]Where stories live. Discover now