Capítulo 1

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Hoseok no era el Omega más bonito, ni más inteligente, ni más gracioso, ni más brillante. Tal vez era como el promedio, aún cuando todos eran buenos en algo. Hoseok podía recitar poemas y podía tocar un poco el piano, pero eso era todo. No sabía cantar o encantar a la gente o simplemente ser más sociable.

Tenía 19 y a los 18 era cuando tenía que hacer su debut a la gran sociedad en busca de un esposo alfa que le dé todas las comodidades, a cambio deberá ser el Omega perfecto por el cual fue inculcado hasta los 16.

Debía saber mínimo dos idiomas, saber charlar, etiquetas, talentos, ser complaciente y por supuesto saber cómo criar a sus hijos. Lo cual, todo eso, no era problema para él. Tal vez no hablaba dos idiomas, pero sabía cocinar y por supuesto estaba abierto a encontrar un alfa al cual podría proporcionarle unos lindos hijos, pero… era Jung Hoseok, el hermano que no destacaba por sobre su hermana mayor: una joven Omega de 21 años quien sabía de todo un poco y era la más guapa e inteligente. Todos volteaban a verla, pero aún no contraía nupcias por el hecho de que era exigente y por ende, los alfas se peleaban por obtener una mínima atención de ella.

Hoseok aplazó su debut por el mero hecho de sentirse inferior a ella, le daba cierto pánico ir a presentarse a un montón de alfas con los que seguramente lo comprarían con otros o peor, su propia hermana.

La quería, por supuesto, pero no podía evitar querer esconderse detrás de ella todo el tiempo cada vez que salían fuera del campo.

Pronto se irían por unos meses a la gran cuidad y harían amistades y conexiónes. Su madre les había instado a prepararse, pero Hoseok prefirió simplemente pasar sus días leyendo literatura vieja mientras paseaba por el campo lleno de girasoles. Su padre trabajaba vendiendo flores a los alrededores del pueblo y era muy bueno en lo que hacía, por lo que era normal que todos quisieran flores de él; sin embargo, era bastante complicado trabajar solo, por lo que tenían a una mujer y hombre beta quienes lo ayudaban. Hoseok no hablaba con ellos, a pesar de que eran de la casi misma edad. Quien hablaba demasiado era Jiwoo, quien se ganaba la reprimenda de su madre por querer entablar una conversación todo el tiempo. Hoseok era amable con ellos, sobre todo con el beta, quien siempre le daba las flores que recién habían florecido. Era muy amable, pero quería decirle que no era necesario tener tantas flores en sus manos porque los usaba para ponerlas secas en sus páginas y ver en donde llevaba la lectura.

No era malo rompiendo el corazón de la gente, por lo que lo dejaba estar. Prefería sonreír e irse a donde nadie pudiera molestarlo, que era usualmente en el bosque cerca de donde plantaba sus flores su padre.

No eran familia rica ni por lejos, pero eran respetados, sobre todo por lo amable que era su padre y lo hermosa que era su hija mayor y elocuente. Aún así, tenían comida sobre la mesa todos los días y podían pagar a los sirvientes, aún cuando su madre los instaba a seguir buscando un alfa que les dé todas las comodidades y más de lo que ellos le daban.

Suponía que Jiwoo por eso se obsesionaba tanto con eso. Hoseok en cambio, solo quería huir de lo inevitable: casarse.

Y no porque no quisiera, sino porque sabía que no lo haría. Nadie lo querría. Nadie quiere a la gente simple como él, nadie lo quería como ello realmente. No los culpaba, pero a veces quisiera que hubiera algo que le dé motivos suficientes para esforzarse y ser mejor de lo que no era.

Tal vez su destino era ser un solterón del cual se quedaría sin un lote o podría trabajar de florista aunque no se les permitiera a los omegas trabajar. Tenía que perseverar en su futuro, de todas formas.

Oyó un carruaje a lo lejos y se preguntó si habia un día festivo y por eso gente de la milicia estaba rondsndo con carruajes. Hoseok no creyó que fuera tan importante, por lo que se levantó del pasto en donde se encontraba y fue caminando a la cabaña de sus padres para lavarse las manos. La flor seca sobresalía de su libro, pero el viento era estable, por lo que no creía que fuera un horrible día después de todo. Saludo a los trabajadores y a su padre que traía un cesto de flores listos para vender.

Omega simpleWhere stories live. Discover now