Encrucijada del Corazón Ninja (1)

126 16 1
                                    


En el norte de las tierras del río Cadia se erguía un bosque que encerraba en sus frondosas ramas y oscuras sombras el legado ancestral de los más poderosos ninjas. Este paraje, una belleza pachamámica de naturaleza engañosa, albergaba la morada de aquellos que, a lo largo de generaciones, habían dominado el arte del ninjutsu.

Hanzo, un hábil guerrero, se alzó como líder de la facción de las sombras, tejiendo su camino hacia la cima a través de una senda empapada en traiciones y sangre. En pos de alcanzar un poder sin igual, Hanzo no vaciló en segar vidas y desatar su furia sobre aquellos que se interponían en su ascenso.

Fue durante una de sus incursiones secretas que Hanzo, impulsado por una sed insaciable de poder, se apoderó de la legendaria espada Ame no Habakiri. Un arma forjada en las entrañas del mito, capaz de otorgar a su poseedor una fuerza sobrenatural. Con esta arma en sus manos, Hanzo se sumió en las sombras, ocultándose de la mirada de aquellos que buscaban venganza.

El líder de las sombras dejó a su paso un rastro de ninjas caídos, cuyas vidas se extinguieron para alimentar el oscuro poder que se arremolinaba a su alrededor. Su secreto más oscuro: alimentar a un demonio con la sangre y carne de sus víctimas, convirtiéndose así en el temido "ninja Akuma".

Decenas de años se deslizaron en la penumbra mientras Hanzo ocultaba su presencia, dejando que las sombras de su legado se alargaran por el bosque. Sin embargo, el tiempo no hizo mella en su deseo insaciable de poder, y la oscura reputación del ninja Akuma persistía como una sombra amenazante en el corazón del bosque ninja. 

Fin del Flashback

Hanabi continuaba inmersa en el fragor de los mil duelos junto a Hayabusa. A pesar de ser una de las mejores ninjas con una destreza física y puntería incomparables con kunais y shurikens, llevaba años sin lograr vencer a su compañero. Desde su infancia, ambos entrenaban incansablemente, pero la victoria siempre eludía a Hanabi, quien, a pesar de su habilidad, se veía frustrada y enojada cada vez que caía derrotada.

"Quizás debamos dejarlo hasta aquí por hoy", sugirió Hayabusa al notar el cansancio en Hanabi. Sin embargo, ella, desafiante, respondió: "¿Y deshonrar a nuestros ancestros?", riéndose burlescamente mientras volvía a asumir posición de combate.

El maestro de Hanabi le enseñó a contener sus emociones, a no mostrar debilidad en el campo de batalla. A lo largo de los años, nunca pudo revelar a Hayabusa el amor que albergaba en su corazón. A pesar de la intensidad de sus entrenamientos, las palabras no dichas flotaban en el aire como sombras que se negaban a ser reveladas. Hanabi, en su férreo autocontrol, continuaba luchando no solo contra su oponente, sino también contra los sentimientos que amenazaban con desbordarse.

Después de continuar con el agotador entrenamiento, una suave voz los detuvo en seco. "Tan tarde y aún luchando", expresó Kagura, una amiga de toda la vida de Hayabusa. Al igual que Hanabi, se conocieron en la niñez, compartiendo momentos que la memoria atesoraba.

"Sea cual sea el resultado, parece que siempre será el mismo", continuó Kagura, dirigiendo sus palabras hacia Hanabi, quien respondió con una risa ligera. "Yo no estaría tan segura", intentó decir Hanabi, cuidando sus gestos para que no traicionaran su incomodidad ante el comentario, ni tampoco su sorpresa por la visita de Kagura. La atmósfera se tensó ligeramente.

"Preparé unos bocadillos, puedo servir un poco de té", sugirió Kagura, una muchacha albina con ojos hermosos y una delicadeza que despertaba cierta envidia en Hanabi. A pesar de sentir una mezcla de emociones al verla cerca de Hayabusa, Hanabi siempre se esforzaba por mantener la cortesía, consciente de la importancia de Kagura en la vida de su compañero.

"Muchas gracias, Kagura. Iré a cambiar mis ropas, muero de hambre", expresó Hayabusa, agradeciendo la oferta mientras se dirigía a prepararse para la cena. Hanabi, sin embargo, decidió retirarse de la habitación. "Yo he quedado de rezar a mis ancestros, Kagura, pero muchas gracias. Será para la próxima", comentó con una sonrisa, ocultando sus verdaderos sentimientos.

Mientras abandonaba la sala, Hanabi se cuestionaba su propia actitud. No entendía por qué actuaba de esa manera cada vez que Kagura se acercaba a Hayabusa. Aunque nunca trató de manera grosera a Kagura ni la hizo sentir incómoda a propósito, la sensación de verlos juntos siempre generaba un nudo en su pecho. En ese momento, Hanabi se preguntaba si la vida era injusta o si ella misma se estaba dejando llevar por sus propias inseguridades.

 En el tranquilo rincón de la habitación, Kagura sirvió el té y rompió el silencio con una pregunta cargada de nostalgia: "¿Recuerdas el día que nos conocimos?" Hayabusa, sentado a la mesa, asintió con una sonrisa, anticipando la remembranza que se avecinaba.

"¿Cómo olvidaría el día que me subí a un árbol ancestral porque creía que me estaban llamando?", continuó Kagura, recordando una anécdota que, para muchos, la había marcado como una mocosa loca e irrespetuosa. "Resulta que desde ese día, tengo esta arma", dijo, señalando su paraguas. "Tú eres la única persona que me ha comprendido así desde entonces", indicó Kagura, revelando la conexión única que compartían desde aquel peculiar encuentro en el árbol ancestral. La sala se llenó de recuerdos, y en ese momento, la complicidad entre Hayabusa y Kagura se hizo palpable, como si el tiempo no hubiera pasado desde aquel día lejano. Hayabusa escuchó con atención los recuerdos compartidos por Kagura. Mientras disfrutaban del té, su mirada se perdía en la danza del vapor que se elevaba de las tazas. Aquel día en el árbol ancestral había sido un punto de partida para una amistad que se había fortalecido con el tiempo.

La conversación continuó entre risas y anécdotas compartidas. Hayabusa, a pesar de su naturaleza silenciosa, se abría con Kagura de una manera que rara vez hacía con otros. Era evidente que entre ellos existía un lazo especial, forjado en la infancia y cimentado por la comprensión mutua.

Mientras tanto, en otra parte de la aldea, Hanabi realizaba sus rezos ancestrales, aunque su mente no estaba completamente enfocada en el ritual. La sensación de dejadez y una ligera incomodidad la acompañaban, mientras reflexionaba sobre su propia posición en la vida de Hayabusa y la complicada danza de emociones que experimentaba.

"Nuestros padres, nuestras familias indicaron que nos casaríamos, que creceríamos juntos y tendríamos nuestra descendencia, ese es nuestro destino", pensaba Hanabi en voz alta. Después de un momento de reflexión, se levantó decidida a dejar atrás esas inseguridades. En pocos días, celebrarían la mayoría de edad de Hanabi y Hayabusa, y el día de unirse para siempre estaba cada vez más cerca.

"Debes mantenerte serena, Hanabi, para no caer en la locura. Lamentablemente, Kagura viene en el paquete; está incluida en la vida de Hayabusa. Pero mientras no dé problemas, todo estará bien", se repetía a sí misma para encontrar calma. Aunque el camino hacia la aceptación de esta realidad no era fácil, Hanabi estaba decidida a enfrentar su destino con serenidad y valentía. La celebración que se avecinaba marcaría un nuevo capítulo en sus vidas, y estaba determinada a abrazar ese futuro con corazón y mente abiertos.

Destino Entrelazado en Sombras MLBBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora