17 de agosto - OLAYA

1 0 0
                                    


OLAYA


Parpadeo confusa.

He debido oír mal.

No hay ninguna forma humanamente posible en la que Cayetano se me haya declarado así, tan claramente, sin titubeos, sin histerismos.

—¿Olaya?

—¿Q-Qué has dicho?

—Olaya, yo... Es que...

Me he muerto y estoy en el cielo. Eso es.

—Ni siquiera sé porqué me gustas. Pero lo haces. Sin más. Me encantan las cosas que haces, me encanta todo de ti. Hasta lo que más odias de ti misma. Joder, estoy perdidamente enamorado de ti. Y no sé por qué te rayas con lo que piensen los demás, especialmente los del pueblo, porque eres genial y deberías verlo por ti misma sin esperar a que ellos te valoren. Ni deberías esperar su aprobación, si no quieren dártela que les jodan, ¡eres fantástica! Y te quiero. Te quiero un montón.

Me quiere.

Cayetano ha dicho que me quiere.

—Me quieres... ¿Cómo?

—¿Qué?

—¿Cómo me quieres?

—¿Cómo que cómo te quiero?

—¿Como amiga?

—¿Sí? ¿No? —Duda—. O sea, claro que te quiero como amiga.

Ajá. Mi cabeza. Ha sido mi cabeza. Sólo me quiere como amiga. Me ha jugado una mala pasada.

Cayetano, para ponerme yo en contexto a mi misma y dejar de hacerme daño, me ha visto alicaída, hemos subido a la noria (que no es un sitio tan romántico si lo piensas) y me ha dicho cosas bonitas para animarme. Y claro que me quiere, como se quiere a una hermana, casi, supongo.

—Pero también te quiero como algo más.

Lo que yo decía. Como a una hermana.

—No sé si me estoy explicando.

—Sí, sí, si te estoy entendiendo.

Cayetano me aprieta un poco más la mano y sonríe, así que le devuelvo la sonrisa. No sé si está esperando que le responda algo, así que miro hacia el mar (negro) y hacia el pueblo (cada vez más cerca). Y vuelvo a mirarlo a él.

—Yo también te quiero.

Me gustaría aclarar: como algo más que un amigo y menos raro que un hermano, te quiero conmigo siempre y quiero besarte, y quiero tocarte, y quiero abrazarte y dormir contigo como hicimos el otro día, y quiero que me cojas de la mano como esta última semana y que todo el mundo vea que no somos solo amigos. Te quiero como pareja, como novio por muy cursi que suene.

Pero me callo todo porque sé que él no quiere decir eso.

Y me siento un poquito tonta, he de admitirlo.

Le devuelvo la sonrisa, el apretón de mano, y agradezco que vayamos cogidos al salir de la cabina porque me tropiezo con mis propios pies. Cayetano me para de una caída, la chica de la noria me pregunta si estoy bien y casi me atraganto al responder que sí, que no sé cómo he podido tropezar si estoy volando.

Cayetano me aprieta más contra sí y avanzamos hasta un puesto de manzanas de caramelo y algodón de azúcar, donde hay un chico que hace formas graciosas. Yo siempre he sido más de salado, pero él quiere una piruleta con forma de flor, así que la compro y se la regalo.

—No me la puedo comer si es un regalo tuyo.

—No seas tonto, te regalaré todas las flores que quieras.

—Me gustan las hortensias.

—Bueno, vamos a empezar por un cactus.

Recorremos la feria, pero comienzo a agobiarme por la cantidad de gente, así que salimos de la zona y recorremos el paseo marítimo hasta el hotel. No hay ni rastro de Aiden, por lo que seguimos hasta el Kawaiice. Hikari está recogiendo las mesas, hoy ha cerrado bastante más tarde de su horario habitual por las fiestas y la cantidad de gente.

—Perdona que te molestemos —saludo.

—¡Olaya! Muchos días sin venir, mucha gente desconocida, qué bien ver caras amigas.

—Sí, es que me agobio un poco en verano.

—Lo entiendo, lo entiendo. ¿Quieres helado de limón?

—Sí, pero si ya has cerrado no pasa nada, vengo mañana.

—No, no, para ti siempre hay tiempo.

Acabamos de camino a casa, Cayetano con su piruleta y yo con mi helado, que hacen juntos un sabor extraño, y cuando me deja en casa y me suelta la mano siento que lo voy a echar de menos más de lo que debería.

Como el sabor a helado de limónWhere stories live. Discover now