CAPÍTULO 1: Decisiones que duelen

257 34 5
                                    



Draco tenía tan sólo dieciocho años cuando tuvo que sepultar a sus padres y afrontar la responsabilidad de gobernar un país. La corona aún no había sido colocada sobre su cabeza, pero ya podía sentir su peso. Respiró profundo mientras pasaba las manos por encima de su ropaje negro de luto con nerviosismo. Caminó de un lado hacía otro en el salón del palacio mientras esperaba el momento para entrar a lo que él llamaba: la cueva de los lobos. En pocos minutos, estaría frente a la corte real de Inglaterra, alfas y betas que no dudarían en recordarle que él, un omega, no estaba preparado para ser rey, que podrían a prueba su capacidad para tomar decisiones y juzgarían cada una de ellas.

Se acomodó por cuarta vez la banda de color verde que cruzaba su pecho y rogó en silencio a sus padres para que le dieran la fuerza que necesitaba. Estaba aterrado, pero sabía que ellos nunca lo abandonarían, Lucius y Narcissa siempre confiaron en que él llegaría a ser un gran rey y Draco haría todo lo posible para cumplir con las expectativas.

Tuvo que mantener la compostura cuando las puertas se abrieron. El momento había llegado. Levantó la mirada y se mantuvo firme mientras sujetaba con fuerza las manos contra el vientre. Al ingresar vio sólo a una mujer entre los hombres. La primera Ministra Dolores Umbridge. Draco la detestaba, pero su padre siempre le había dicho que era una mujer inteligente y hábil en todo lo relacionado a la política. Todos al verlo hicieron una reverencia ante él. Draco tragó saliva y subió al pequeño pedestal que estaba en el centro mientras intentaba recordar las palabras exactas del discurso que debía dar.

—Señores, ahora que Dios ha llamado a mis padres a su presencia... —comenzó a hablar en tono bajo.

—No puedo escucharlo —dijo uno de los hombres presentes, lo que provocó que Draco se sintiera aún más nervioso. Aun así, mantuvo su postura.

—Sé que soy joven, y algunos dirán que mi segundo género me pondrá en desventaja —retomó su discurso, esta vez hablando en un tono de voz más alto—. Pero conozco mi deber, aunque algunos crean que no es así —dijo con confianza—. Les aseguro que estoy preparado para la gran responsabilidad que me esperaba. —Sabía que esas palabras eran una mentira, nada lo había preparado para lo que le esperaba, pero necesitaba que creyeran en lo que decía.

Al finalizar su discurso, dos sirvientes entraron al lugar cargando el trono en el cual Draco se sentó para esperar la respuesta de los presentes. Uno a uno los presentes se acercaron y besaron su mano. Draco tuvo que dar las gracias de que la primera ministra estuviera allí para susurrarle los nombres de cada uno. Draco sonrió cuando vio a su padrino, Severus Snape, acercarse.

—Su majestad —saludó al hombre haciendo una reverencia y besando su mano.

—Padrino —dijo él con amabilidad—. ¿Te quedarás aquí? —preguntó Draco y Snape sonrió.

—Por supuesto, mi lealtad principal es el trono de británico —le respondió. Sintió tranquilidad de saber que entre tantos desconocidos aún tenía el apoyo de su padrino.

—Estoy agradecido de escuchar esas palabras —le dijo con una sonrisa.

—Su majestad, creo que hay una multitud que espera verlo —comentó Dolores—. Tal vez sería buen momento de que se asomara al balcón —le recomendó con una sonrisa.

Draco asintió y levantándose del tono se abrió paso entre los presentes y salió al balcón. Los gritos de las personas pronto hicieron pitar sus oídos. Las mismas personas que lloraron la muerte de sus padres ahora le estaban dando la bienvenida. Ellos confían en mí, pensó para luego levantar la mano derecha y saludarlos, eso sólo provocó que los gritos se volvieran aún más fuertes. En ese momento supo que haría lo que fuera para mantener la estabilidad de Inglaterra, asegurar la vida de todas esas personas y, sobre todo, mantener el honor de su familia.

El deber de la corona (Harco/Omegaverse) (EN PAUSA)Where stories live. Discover now