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Siendo las siete de la noche Yang volvió a su oficina, completamente agotada pero con todos sus pendientes terminados, solo quería llegar a casa y descansar un poco, juraba que caería dormida incluso si llegaba a recostarse en el sofá de su oficina, pero al abrir la puerta se encontró con Suguru, había olvidado por completo que él la llevaría a casa.

- Mierda, Suguru, olvidé que me iba a ir contigo y se me presentaron muchas cosas hoy y...

- No te estoy reclamando nada, muñequita, se que estabas ocupada y yo acabé hace poco también, calma. ¿Estás bien? Por ahí está corriendo el rumor que le gritaste a una de las nuevas enfermeras.

- ¿Ya está por ahí el rumor? Esa inservible... ¿Crees que no le dio los medicamentos a mi paciente? ¿Cómo se le ocurre? - empezó a hablar empacando sus cosas rápido. - Es una incompetente y Mei solo la dejó pasar con aprender de Miwa, osea, Miwa es la mejor, pero no es su labor ir dando enseñanza sobre algo que se supone ya debe saber.

- Estoy seguro de que lo hizo por algo, Mei no dejaría cualquier cabo suelto por ahí andando, calma.

- A la próxima le voy es a dar un golpe, de verdad que... No puedo. ¿No quieres irte ya? Ya estoy lista.

- Tienes cara de que la quieres matar y quieres dormir también.

- Ambas cosas suenan muy bien, pero legalmente voy a ejecutar la segunda opción. - le dijo riendo a Suguru colgando su bolso en su hombro derecho, viendo como el hombre se levantaba y tomaba también sus cosas, al tiempo que le ofrecía una mano para que la tomara.

- ¿Nos vamos?


- ¿Quieres ver a tu hija? - la voz del hombre resonó por la habitación vacía, mandando corriente por su columna haciéndola temblar y asentir con rapidez. - ¡Perfecto! Veamos... Te doy un minuto para escoger una habitación, si está allí ganas el juego y tal vez te deje libre.

- ¿Solo una? - murmuró la mujer sintiendo como sus cadenas eran soltadas.

- ¿Quieres jugar o no? - el tono del hombre se tornó aún más grave y oscuro.

- Si, si señor, si quiero.

- ¡Excelente! Bien, debes escoger en... La cocina, el sótano, el ático y mi habitación. Piensa bien, tienes un minuto y si fallas, pues... Pierdes a tu hija.

- En el ático, escondiste a mi hija en el ático.

El hombre sonrió con dicha y asintió rápidamente. - Si, allí mismo, ¡Ganaste! - este tomó a la moribunda mujer y la jaló hasta el ático con fuerza, ignorando sus gimoteos de dolor hasta que llegaron a las escaleras.

- Sube, tu hija te espera.

La mujer subió los débiles escalones de madera como pudo, rogando a Dios que su hija estuviera sana y salva para llevarla a casa o por lo menos que ella pudiese volver a casa. El ático tenía un asqueroso olor a humedad y moho, además de que por la oscuridad no veía bien que había en el suelo, sentía sus manos pegajosas pero no era nada importante, al fondo había un gran ventanal que a duras penas dejaba pasar la luz de la luna por lo sucio que se encontraba y para su suerte allí estaba su pequeña acostada pacíficamente dándole la espalda.

- Sakura, mi amor... Sakura, soy yo, mamá, ven aquí.

La niña no se movió de su sitio, la señora removió como pudo su cabello una vez se acercó lo suficiente encontrándose con la imagen de su pequeña que tenía las cuencas de sus ojos vacías escurriendo sangre, tuvo que contenerse para no gritar y, al mover la manta que la cubría, descubrió que su cuerpo no estaba allí, solo la cabeza cortada y la columna vertebral aún pegada a esta. Sus gemidos de dolor se transformaron en gritos de agonía y desespero al ver la cabeza de su hija en ese horrible lugar y aún más el hecho de no haberla podido salvar le empezaba a martillar el corazón.

- ¿¡Qué hiciste con mi hija!? ¡Maldito enfermo! ¿¡Qué le hiciste!?

La carcajada del hombro resonó por todo el ático, calando sus huesos y haciéndola sentir cada vez más pequeña, lo debía matar, eso es lo que debía hacer. Los pasos del alto hombre sonaron cada vez más cerca y una vez volteó su rostro lo encontró allí, riendo por haber matado a su hija y haberla descuartizado.

- Tendrías que ver tu cara, es una obra de arte. Si tan solo no te hubieses desmayado podrías haberla escuchado gritar de dolor y llamarte desesperada por tu ayuda. ¿Sabes qué es lo más divertido de todo esto? Que si hubieses ido a cualquiera de los otros sitios también la hubieras encontrado. Ya sabes, sus manos o sus piernitas... Fue toda una experiencia.

La madre de la pequeña temblaba en completo shock por lo que escuchaba y, antes de poder decir algo, el hombre de un solo golpe con un machete le cortó parte la cabeza, haciendo que se deslizara y cayera al lado de la columna vertebral de la niña, quedando muerta al instante. Las risas del psicópata eran lo único que se escuchaba en aquella casa abandonada que se había vuelto el escenario de múltiples asesinatos y diferentes tipos de muertes en manos del alto hombre.

Después de unas cuantas horas por fin los pulmones y unas cuantas partes de los muslos de la niña y de la mujer estaban perfectamente cocinados, el olor a carne y vegetales inundaba la casa al igual que los tarareos del hombre que bailaba sin ningún tipo de arrepentimiento sobre los charcos de sangre y tripas que habían en el suelo, sirvió con delicadeza varios trozos de pulmón y carne en el plato al igual que los vegetales para empezar a comer, degustando el sabor rancio de la carne y el de la nicotina.

- No sabía que esta mujer fumaba, que asco, ¿A quién se le ocurre fumar teniendo una hija de cuatro años? Que porquería de mujer.

Al finalizar el plato de comida, Satoru Gojo aplaudió y sonrió para si mismo, disfrutando del placer de matar y comer de sus propias cacerías.




- Una mujer, llamada Hyuna, de cabello castaño y su hija de cuatro años, Sakura, fueron vistas por última vez hace tres días en el centro comercial de...

Yang apagó la radio y suspiró mirando a Suguru conducir, no se sabría decir cuál estaba más agotado en ese momento.

- ¿Suguru?

- ¿Mm? ¿Estás bien?

- Si, todo perfecto, agotada pero bien... ¿Ya casi llegamos? Quiero dormir ya.

- Al parecer no soy el único caprichoso y consentido, estamos a unas cuadras de tu apartamento pero hay tráfico, puedes dormir un rato si eso quieres, te despierto una vez lleguemos.

- Perdón por molestarte con traerme aquí, Suguru.

- Para mi no es molestia, Muñequita, no te tienes que preocupar.

Esta sonrió levemente antes de cruzar sus brazos y recostar la cabeza sobre la ventana, quedando dormida casi de inmediato dejando a Suguru manejar sin problema alguno.

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Asylum | JJK FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora