La hora dorada

208 21 10
                                    



...

Yo de la vida todavía estoy aprendiendo
Mejor caminar antes que salir corriendo
Es como un viaje
Es como un sueño
Es la película estoy dirigiendo

...

Amanecer volver a renacer y apareció
To' lo que Dios te dio
Agradecer y después aprender
Qué es lo que soy y para dónde voy hoy
Amanecer volver a renacer y apareció
To' lo que Dios te dio
Agradecer y después aprender
Qué es lo que soy y para dónde voy hoy

...

Amanecer – Bomba Estéreo


La cajuela llena de maletas, manos en el volante, dedos tamborileando. Ana en la parte de atrás con la cabeza recostada en la ventana. Amelia concluyendo sus formalidades con De La Vega.

- Muchas gracias por el recibimiento. Y disculpe por haberme indispuesto después de la presentación.

- Entiendo que fueron muchos días de viaje, normal que estuvieras agotada.

Advertí por el retrovisor que Ana estaba frenando la risa con su palma.

- Estaremos en contacto. Se acomodó el vestido para poderse sentar.

- Eso espero, es un placer verte en escena. Dijo el hombre cerrando la puerta. – Qué tengan un buen viaje.

- Gracias, muy amable. Dijo Ana por cortesía.

- Qué insoportable es este tío. Bufé cuando lo vi lo suficientemente lejos. Procedí a arrancar el carro.

- Luisita, ¡qué genio te gastas! Amelia solo me había dicho que eras un amor.

- Es increíble que te haya obligado a estar en esa fiesta a pesar de que le dijiste que te sentías mal.

Amelia puso su mano sobre la mía, la cual estaba forzando la palanca de cambios más de la cuenta.

- Vida, el coche no tiene la culpa. Trátalo bien.

- Es que, ¡ni una mísera pastilla te ofreció!

- Luisi, tal vez Amelia no sea tan buena actriz y no se creyó que se le había bajado la presión. Aportaba Ana tratando de provocar a su amiga.

- De eso nada, que mi intento de desmayo estuvo de la hostia. Se reía Amelia de todo lo que tuvo que hacer para justificar su prolongada desaparición.

Salir de ese recinto fue lo mejor que nos pudo pasar, Amelia dejó pretensiones y se relajaba en el asiento con los ojos cerrándosele del cansancio. Ana estaba en las mismas. Busqué en la radio algo que acompañara este momento, pero la terminé apagando. De tanto en tanto la miraba y su respiración pausada era la mejor banda sonora. Se sentía como una rutina que podía hacer parte de mis días: Acompañar sus presentaciones o recogerla, llevarla a casa, dormir juntas en cucharita, despertar. Suspiré. Todavía no llegaba esa conversación. Las calles desoladas, los semáforos intermitentes, el cielo que ya no era ámbar, se llenaba de purpuras. Estaban entrando los primeros visos de naranja. Esa calidez era la misma que albergaba mi corazón. Reposé mi mano en su muslo y entre sueños enlazó la suya con la mía.

Como pude las desperté y traté de subir con todas las maletas, tambaleándome en cada escalón.

- "El que mucho abarca, poco aprieta", decía mi madre. Amelia bostezaba haciendo intentos de quitarme una de las maletas.

Deséame SuerteWhere stories live. Discover now