CAPITULO 81: IMPERTINENTE DAMA

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Momentos de angustia y desesperación vive la pobre Rachel intentando ayudar a Daniels para enmendar su error; se le acerca de buena fe y yo me levanto de mi asiento para unirme al rescate.

—Lo siento tanto, Señor Ricci... Qué torpe soy... ¿Q... Quiere que le busque algo? ¿Se quemó mucho? —balbucea ella nerviosa, pero no la culpo, cualquiera lo haría al ver la cara de Doberman rabioso que ha puesto el engendro.

—¡Fuck! —exclama furibundo Daniels, jalando su camisa mojada hacia el frente para que no lo siga quemando.

Rachel trata de ayudarlo, pero el pelinegro lo evade, ahora ella adopta una postura de vergüenza y se abraza sobre sí misma. Se le nota que no sabe qué hacer.

—¿Pero quiere qué...? —intenta decir.

—Ya tranquila —musita
Daniels interrumpiéndola antes de que termine de formular la pregunta.

Yo los miro de reojo, mientras recojo los trozos de las tazas que con el tropiezo también fueron a dar al suelo.

De pronto, el chasquido que Daniels hace con su lengua resuena en todo el salón, es obvio que está molesto.

—Mire, hágame un favor —le anuncia el engendro a la secretaria, yo escucho atenta y discreta—. Vaya a mi auto y tráigame una camisa negra que tengo allá. Está en el asiento trasero dentro de una mochila, por favor... De prisa.

De algún modo, a Rachel se le iluminan los ojos con ese pedido. Creo que quizás ella piensa que cumpliendo con la orden, podrá arreglar el pequeño incidente.

—¡Enseguida, Señor Ricci! —manifiesta entusiasmada. Ella toma las llaves que Daniels le da y sale de inmediato a buscar lo encargado.

Al instante, el silencio y la tensión se apoderan de todo el salón. Se siente incómodo, pero siento que debería seguir así.

—¿Estás bien? —cuestiono rompiendo el hielo minutos después. Es obvio que tanto mutismo me aturde y más con él presente.

—No es tu problema —responde el pelinegro malhumorado.

Hago un gesto de desdén por la forma en la que me ha contestado. No es que lo quiera justificar, pero creo que yo en su posición estaría igual que él.

Me levanto del suelo para ir por la escoba y la pala, hay pedacitos que no puedo recoger por mi cuenta.

—¡Ay, pero qué genio! —expreso en mi andanza hacia el pequeño clóset donde sé que guardan los artículos de limpieza—. ¿Sabes? Pensaba ayudarte, pero ahora por tu mal trato ¡PÚDRETE! —impulsivamente, le saco el dedo medio con la mano derecha y luego prosigo a barrer.

A Daniels esto le causa risa, por lo que yo me volteo dándole la espalda para que él no se de cuenta que a mí también me ha causado gracia.

—Ja, ja, ja, ja. Estás aprendiendo —su tono de voz suena más apacible.

—No me conoces —le digo irónica, volteándolo a mirarlo de nuevo por un breve instante.

Pero de repente, un súbito recuerdo viene a mi memoria.

—Por cierto, Daniels... Gracias por lo que hiciste ayer en tu casa. —La sinceridad brota en mis palabras y él lo percibe.

—No fue nada... Es más que evidente que Amanda suele sacar de las casillas a cualquiera... Me tenía obstinado con sus estupideces.

—Todo lo notamos —comento sonriente.

Finalmente, Daniels y yo reímos tras recordar lo sucedido. No exagero cuando digo que sonó estruendoso el regaño del pelinegro hacia la pesada de Amanda.

SECRETOS DE SANGRE ©🛡️ |EDICIÓN 2024| #1 *COMPLETADA* 3ER LUGAR FANTASÍA 2016Where stories live. Discover now