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Endora estaba realmente sorprendida ante la audacia de su padre. No fue solo el hecho de que planeó detalladamente un plan para comprometerla como si todavía fuera la década de 1950, sino que ahora también la había despertado de su siesta un domingo por la tarde entrando a su casa sin previo aviso.
—Aún estoy enojada contigo. —dijo mientras se frotaba los ojos como una niña, aún despertando.
—¿Por qué estás enojada conmigo? —preguntó su papá mientras escarbaba en su armario.
—No sé qué le dijiste a Andrés pero cree que estamos comprometidos.
—¿Estás comprometida con Andrés? —preguntó con un falso tono de sorpresa.
—¡No! —exclamó. —Pero él cree que lo estamos por alguna razón, y ahora lo está gritando a todo pulmón a todos en Londres.
—Solo he tenido charlas sin importancia con él desde que nos vimos en la cafetería. —respondió. —Cariño, ¿has visto mi buzo negro de Fear of God? Podría jurar que lo había dejado aquí. —Endora finalmente se unió a él en el armario.
Sabía exactamente dónde estaba ese buzo, pero no podía decirle nada.
—No cambies de tema. —se excusó. —¿Por qué Andrés cree que estamos comprometidos? ¿Y cuál es tu gusto por este chico? ¿O la idea del matrimonio? —esperó una respuesta pero nunca llegó. —Sabes, tenemos que hablar de esto. —la rubia tomó gentilmente el brazo de su padre y lo dirigió hacia la cama donde se sentaron. —Papá, no puedes empujarme así a un tipo, así no es como funciona.
—Bien, hablemos de ello. —dijo Pablo después de unos segundos. Jugó con los anillos en sus dedos antes de volver a hablar. —Yo solo... Endora, te miro y veo a una mujer increíble, tan inteligente y talentosa, hermosa y carismática y tan buena, y solo... Quiero que tengas a alguien a tu lado mientras te veo triunfar en la vida. No quiero que acabes como Mercedes, ya sabes, ¿del club? Es una mujer asombrosa, pero nunca se casó, nunca tuvo hijos y ahora se siente tan sola... No quiero eso para ti, simplemente no lo quiero. —le tomó las manos. —Te mereces mucho más, una familia propia como siempre dijiste que querías, una multitud de personas que te amen por siempre y que nunca te hagan sentir sola.
Endora no habló durante unos momentos, pensando detenidamente en sus palabras.
—Papá, aprecio mucho todo lo que estás diciendo y créeme, yo también quiero eso para mí. Pero no así, es decir, realmente se nos está yendo un poco de las manos... —dijo. —Crecí viendo tu relación con mamá y ese es el tipo de cosa que quiero, no algo forzado con un chico con el que jugué cuando tenía seis años.
Pablo se quedó callado unos segundos y luego suspiró.
—Tal vez debería contarte algo sobre mí y tu mamá. —oh Dios. —Nos amábamos mucho, eso es cierto. Creo plenamente que ella fue el único amor de mi vida y nunca amaré a alguien tanto como la amé a ella, todo eso es cierto. Dicho esto... nuestra relación no siempre fue lo que parecía.
