CAPÍTULO 1 | TARA

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¿Sabes lo que se siente al estar enamorado? Según varios estudios, es una sensación equivalente a lo que experimentamos cuando comemos chocolate. Las típicas mariposas en el estómago y esas cosas. Bueno, si eso es cierto, puedo afirmar que el chocolate es capaz de hacerme sentir más que cualquier otra persona en este inmenso planeta. En serio, tengo la teoría de que soy inmune a esas mariposas, aunque también significa que soy inmune a que me rompan el corazón. Jamás he conseguido sentir algo más que amistad por nadie, y mira que he tenido oportunidades. Aún recuerdo lo perplejo que se quedó Marco Jones, el chico más popular del instituto, cuando rechacé ir al baile de graduación con él para estar con mis amigas (o las que pensaba que eran mis amigas). O cuando mi mejor amigo de la escuela primaria me pasó una notita en medio de clase del señor Miller en la que ponía, escrito con su letra de crío de once años: «¿Quieres ser mi novia?» con un emoji sonriente. La verdad es que, si lo piensas bien, he estado bastante más solicitada de lo que me pienso, y tengo algunos ejemplos más, pero todos acaban de la misma forma: yo rechazándolos a todos.

No es porque me sienta superior o piense que merezco algo más, ni tiene nada que ver con que tenga unas expectativas altísimas, como le pasa a otras personas. El problema es que empiezo a pensar que estoy rota. Sí, ROTA. Nunca me he enamorado y no creo que llegue a hacerlo, tal como avanza la cosa. No sé, quizá nací sin esa capacidad. Quizá mi corazón solo es capaz de bombear sangre por todo mi cuerpo y nada más. Quizá no hay nadie para mí ahí fuera, por mucho que mi hermana, Daisy, se empeñe en que sí.

Tampoco es que me importe, quiero decir... ¿en serio es tan importante encontrar a tu "media naranja"? Porque yo estoy muy bien solita, la verdad. Nunca he necesitado a nadie para conseguir lo que me propongo. Estudio Educación en la Universidad de California que, para los que no lo sepan, tiene una tasa de aceptación considerablemente baja. Ahora, he conseguido un traslado a nada más y nada menos que la NYU (Universidad de Nueva York, para los despistados). Y todo esto yo solita. Sin un tipo al que llorarle en el hombro. No, gracias, puedo caminar perfectamente por el sendero de la vida sin necesidad de apoyarme en un bastón que, además, requiere de mi atención constante.

Sí, admito que me ha costado un poco autoconvencerme de esto, pero ahora lo pienso de verdad. Tampoco es que tenga otra alternativa... La única opción que me queda es que aparezca un hada madrina y me arregle, pero hace mucho que dejé de creer en los cuentos de hadas y los finales felices en los que encuentras a tu amor verdadero y entonces todo cobra sentido y vivís felices para siempre criando a siete críos en una casa frente al mar.

Reflexiono sobre todo esto mientras miro el paisaje que hay al otro lado de la ventanilla del precioso Cadillac de mi novio. Sí, soy consciente de que he repetido hasta la saciedad lo de no haberme enamorado en la vida, pero eso no significa que no esté saliendo con nadie. A ver, siendo sincera, solo accedí a salir con Liam por pura presión. Daisy, que además de ser mi hermana también es mi mejor amiga, estaba harta de que me quejara por no tener novio pero que luego rechazara a todo aquel que me mirara. Entiende mi situación, aunque le pareció que sería una buena idea probar a ver qué pasaba. Supongo que esperaba que, a base de enrollarnos, me acabara gustando de verdad. Pero no, la verdad es que solo siento un poco más de aprecio por él, pero nada de mariposas. ¿Lo bueno? Que creo que Liam siente exactamente lo mismo por mí. Quiero decir, no ha dado ninguna señal de lo contrario. Sí, es muy atento y me besa, pero...poco más. Así que, o se toma las cosas con muchísima calma, o tampoco le gusto tanto, teniendo en cuenta que llevamos saliendo ya seis meses.

—¿Qué te parece, Tara? —escucho decir a Liam de repente, irrumpiendo en mis pensamientos.

Me está mirando fijamente con esos ojos castaños que analizan mi expresión al detalle en este preciso momento.

Amor de carreteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora