CAPÍTULO 8 | TARA

15 4 0
                                    

Como son varias horas de viaje hasta llegar al dichoso motel, Austin dijo que me pusiera cómoda y aprovechara para dormir o hacer lo que quisiera. Así que aquí estoy. En el coche de un desconocido cada vez más conocido... leyendo un libro que tenía en mi mochila, con las piernas flexionadas en el asiento de tal manera que mis rodillas casi me tocan la barbilla. Habría puesto los pies en el salpicadero, pero me parecía demasiado atrevido.

Siempre me he considerado una persona medianamente solitaria. Quiero decir, no tengo muchos más amigos a parte de mi hermana, y cada vez que mi compañera de habitación en la residencia me comentaba que había una fiesta yo contestaba que tenía que estudiar cuando, en realidad, lo que hacía era leer y ver películas románticas durante el resto de la noche. Por eso me sorprende tanto sentirme tan cómoda en este coche. Con este chico. ¡Si hasta me he quitado los zapatos! Si eso no es sentirse como en casa, no sé qué lo es.

—¿Qué estás leyendo? —pregunta Austin al cabo de una hora.

Un cuento de Navidad.

Se gira como si me acabara de salir un tercer ojo.

—¿Un cuento de Navidad? —Asiento—. Y, ¿qué narices haces leyendo eso en julio?

Oye, yo qué sé. Iba con prisa y fue el primero que vi antes de salir de casa.

—No sabía que los libros solo se pueden leer en determinadas fechas. —Dejo notar mi ironía, provocándole un poco. Es un juego que parece funcionarnos; chincharnos de vez en cuando.

—No me refiero a eso. Puedes leer lo que quieras cuando te apetezca, solo... es un poco raro.

—¿Raro?

—Sí. Imagina que todos comiéramos helado en diciembre. Dejaría de tener gracia.

—Yo como helado en diciembre —comento, fingiendo una seriedad que no siento ahora mismo. De hecho, la conversación es tan absurda que me está costando no reírme en su cara.

—Bueno, pues imagina que pusiéramos el árbol de navidad en mayo.

—Austin.

—¿Sí?

—Mi árbol de navidad lleva puesto un mes.

Ahora sí le he pillado. Se queda completamente serio y me mira como puede, teniendo en cuenta que sigue conduciendo.

Sigue así hasta que estallo en una sonora carcajada y entonces finge estar cabreado.

—Jajaja, muy graciosa. Sí, sí.

Yo sigo sin poder parar de reír.

—¿Cómo... cómo te has tragado que pongo el árbol de navidad en junio? —digo entre risas e intentos de respirar.

—Y yo qué se. ¡Estás leyendo Un cuento de Navidad en pleno verano! Ya de ti me creo lo que sea.

—¡Oye! Que tampoco es tan malo—. Ya se me ha pasado el ataque de risa, aunque mi respiración continúa un poco descontrolada.

—Lo que tú digas... —Pone los ojos en blanco.

Justo en este momento, vibra mi teléfono y, al desbloquearlo, descubro que tengo un mensaje de Liam en el que me pregunta si estoy bien. Bueno, supongo que no es tan capullo como para no preocuparse de que me haya quedado sola en plena carretera. Aunque le haya roto el corazón horas antes.

Le respondo que estoy bien, que no sigo tirada en la carretera (para que no se preocupe), y después de esto acabo quedándome completamente dormida hasta que noto cómo Austin me menea el hombro suavemente.

Amor de carreteraWhere stories live. Discover now