CAPITULO 26 ➤ Cosas que suelen pasar.

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Sentí mi cuerpo pesado, adolorido y cansado.

Con un gran esfuerzo, abrí mis ojos; todo estaba borroso. La luz me cegó momentáneamente, y distinguí vagamente a alguien cerca de mí. Una figura borrosa que estaba sentada a unos centímetros de distancia.

Parpadeé lentamente para intentar aclarar mi visión y asimilar mi entorno. El campo de batalla había desaparecido, y en su lugar, me encontraba en el interior de una carpa de acampar.

Estaba recostado sobre un futón, mirando hacia el techo. Eché un vistazo a mi alrededor, tratando de ubicarme.

Vi una pequeña lámpara de aceite que colgaba del poste que sostenía la estructura de la carpa y proporcionaba la luz que tanto necesitaba para comprobar lo que me rodeaba. Algunos muebles dispersos, una mesa, algunas sillas de madera y un pequeño armario descansaban tranquilamente dentro de los límites de la tienda. Pero ninguna de estas cosas me parecía familiar.

—¿Qué... qué pasó? —murmuré, sintiendo que mis palabras apenas escapaban de mis labios.

Estiré mis brazos, intentando moverlos, pero solo sentí una fuerte resistencia en mi brazo izquierdo. Al mirar mi brazo izquierdo, descubrí que había sido vendado.

Todavía me dolía el brazo cuando lo doblaba y lo movía, pero no tanto como antes. Alguien debió haber vendado mis heridas. Alguien debió haberme tratado. Espera un maldito segundo. Me había fracturado el brazo, las costillas y la pierna.

Mis ojos se abrieron cuando los recuerdos inundaron mi mente.

¡Bell, Lily, Welf!

Nuestra búsqueda por la supervivencia en los Pisos Centrales, la aparición del Goliat, el Piso 18. Todo regresó de una vez, la adrenalina comenzó a bombardear mis venas. No sabía lo que pasó cuando me desmayé; debía encontrarlos.

Todos los músculos de mi cuerpo se encendieron para ayudarme a sentarme. Una nueva oleada de dolor me inundó un segundo después.

Me acurruqué en una pequeña bola.

Creo que un grito lo que salió de mi garganta. No, el grito vino de todo mi cuerpo.

Sentí como si cada golpe que tomé, cada corte, raspadura y contusión que recibí desde que entré en los Pisos Centrales gritaran al mismo tiempo. Estaba destrozado; todo el abuso realmente había cobrado factura.

Estaba retorciéndome de tanto dolor que podría desmayarme de nuevo.

—¿Estás bien?

Una vez más, abrí los ojos. Esa familiar y hermosa voz se escuchó a mi lado. Me quedé allí por un momento, incapaz de creer lo que había escuchado antes de levantar la cabeza.

Lo primero que vi fue una pared de tela blanca, probablemente parte de la tienda de acampar. Luego, el largo cabello dorado de una Aventurera que estaba sentada junto a mí entró en mi visión.

—¿Ais? —dije, las palabras salieron por sí solas de mi boca.
Ella asintió.

—¿Estás bien? —preguntó la chica, sus cejas se fruncieron en preocupación mientras hablaba con esa hermosa voz.

—¿Q-qué pasó...?

—Cuando regresábamos de nuestra Expedición —explicaba la chica—, paramos aquí en el Piso 18 para descansar.

Mis ojos se abrieron cuando los recuerdos inundaron mi mente.

—¡Mis amigos! ¿¡Ellos estaban...!?

Estuve a punto de preguntarle mientras mi cuerpo se arrojaba hacia adelante por su cuenta.

Mis codos dejaron el suelo, mi cuerpo se elevó. Sentí como si algo me empujara desde atrás. Ni siquiera pude parpadear. No pude equilibrarme, el piso se acercaba a mi rostro.

¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?Where stories live. Discover now