Cap 22

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Quejidos me despiertan.

Y no quejidos de placer, son más bien quejidos desesperados mezclados con gruñidos, y eso me hace fruncir el ceño mientras me siento en la cama intentando ubicarme.

Vienen de la habitación de al lado... Omar.

Me levanto de golpe, salgo de la habitación y entro a la suya apresurada, quedándome congelada cuando lo veo.

Tiene los ojos cerrados, las sábanas están en el piso y él se sacude, se remueve sobre la cama soldando quejidos y gruñidos mientras su rostro se desfigura por el dolor.

No puedo despertarlo, no de golpe, sobretodo porque acaba de volver de la maldita guerra y probablemente me gane un puñetazo si lo hago. «Como si necesitara más golpes provenientes de un hombre»

Respiro profundo y me acerco con cuidado, tomando las sábanas del piso y sacudiéndolas un poco antes de cubrirlo con ellas, ignorando que sigue removiéndose.

Está sudando, va a morir del frío después que se le pase la pesadilla.

Me subo a la cama con él y lo rodeo con mis brazos, apoyando mi cabeza en su pecho mientras mis dedos trazan caricias en su costado, alrededor de la herida de la bala, pero asegurándome de no tocarla del todo por prevención a que no le agrade.

Su cuerpo se relaja bajo el mío y yo suspiro aliviada, sintiendo como su respiración se ralentiza y sus quejidos desaparecen al igual que sus sacudidas.

De pronto su mano comienza a acariciar mi cabello, y yo levanto mi rostro para encontrarlo mirándome con una pequeña sonrisa.

—Esa fue una buena táctica, conejita—dice

—¿Estás bien?—sé que la pregunta es ridícula, pero quiero saber si necesita algo—. ¿Hay... algo que pueda hacer para ayudar?

—Justo lo que haces en este momento—su otra mano se posa en mi espalda y esta vez se inclina a besar mi frente—. Gracias.

—De nada—cierro los ojos—. ¿Seguro que quieres hacer esto, Omar? ¿Actuar como si nada? Porque yo creo que mañana en la central deberías pedir una cita con el psicólogo.

—Yo me busqué esto—suspira—. Yo quise ir ahí, enfrentarme a esa gente tan... mierda y a los explosivos cada nada. Cada acto tiene su consecuencia, y mis pesadillas son las consecuencias de los míos.

—Deja de castigarte—me subo sobre su regazo y lo miro a los ojos, encontrándolo sorprendido—. Deja de castigarte porque a pesar de que fue tu decisión ir ahí, eso no significa que merezcas toda la mierda por la que estás pasando ahora, joder.

Sonríe, lleva su mano a mi mejilla y me acaricia con tanta delicadeza que me enternece.

—Ven—me atrae a su pecho y besa mi frente mientras acaricia mi cabello—. ¿Te sentirás mejor si prometo considerarlo?

Asiento.

»Lo haré entonces—suspira—. Ahora, ¿piensas dormir conmigo? Porque te advierto que yo estoy muy cómodo en este momento.

—A menos que quieras sacarme de la cama...

—¿Desde cuando esas palabras van conmigo? Nunca he sacado a una mujer de mi cama y tú no serás la primera—se burla antes de darnos la vuelta, dejándonos acostados de lado mientras lo abrazo—. Duérmete, mañana tu hermano llamará temprano para saber como estás. Y mañana vas a explicarme esos moretones en tu rostro.

Me tenso. «Mierda, por supuesto, no tengo maquillaje puesto»

—Es complicado—le tapo la boca con la mano antes de que siga hablando—. Odio a la gente que no me deja dormir, así que calla, cierra los ojos y duerme.

Ríe, aparta mi mano y la besa antes de apoyar su barbilla en mi cabeza y respirar profundamente.

***

—Buenos días, General—saludo a Gauna cuando entro a la oficina y él deja sus papeles a un lado antes de levantar su rostro y ofrecerme una sonrisa

Al principio era extraño. Gauna es... Gauna. No sonríe, no suele tratar bien a las personas y es muy brusco. Pero luego entendí que por una razón con nosotros no era así, porque veía el potencial en nosotros. Y por su amistad con mamá, por supuesto.

—Buenos días, Anastasia, ¿cómo te sientes?—frunce el ceño al ver mi uniforme—. No puedes trabajar aún.

—No en campo—asiento—. Pero puedo entrenar y hacer trabajos de oficina con los capitanes en investigación. Y hoy vine porque Omar llegó de Afganistán y... quería asegurarme de que le va bien el primer día.

Asiente, señalando la silla frente a él, así que me adelanto y tomo asiento.

—Eso es lo que un buen amigo hace—se recuesta en la silla—. Es capitán, así que le asignaremos una tropa y estará en periodo de prueba por ahora. Hoy y mañana solo será para que conozca como son las cosas cuando no estamos en la guerra.

—Nosotros vivimos en la guerra, general—difiero—. Simplemente ellos están más cerca de las líneas de fuego que nosotros. Ellos... tienen el valor que muchos no.

Las esquinas de su boca se levantan en una pequeña sonrisa.

—Suena como algo que diría tu madre.

Sonrío.

—Quería hablar de otra cosa también—trago grueso—. Tengo a una amiga en Estados Unidos y... su padre tiene poder—dudo—, él... la golpea y ella no cree poder ganar contra él. Pero la última vez casi la mata.

Levanta las cejas.

—¿Qué le aconsejaste que hiciera?—pregunta y yo niego

—No sé lo que haría en su situación, General—admito—. Ese hombre tiene cosas para amenazarla y ella teme que pueda dañar a los que quiere. Yo... no sé qué aconsejarle.

—¿Qué tan poderoso es su padre?—pregunta

—Considerablemente. De los hombres más importantes de América. Es un empresario.

Mi padre lo es actualmente, pero no porque se lo haya ganado. Es porque su padre le heredó una empresa petrolera. Gana mucho, más de lo que cualquiera podría imaginar.

Nuestra fortuna es más grande que la que cualquier persona en esta rama judicial haya visto.

—Pues aconsejo apuntar arriba—dice Gauna—. Ir... con alguien poderoso, que pueda joderlo por sus razones. Alguien que no pueda ser comprado.

Lo imaginé, solo quería que me lo confirmara.

—¿Cree que... ese sea el ministro?—intento que confirme lo que pienso y él asiente. «Maldición»

Anoche, después de Omar, estuve pensando. Lo evité toda la mañana y... sé que va a sacarme la verdad de alguna forma, y cuando la sepa, no va a parar hasta que busque ayuda.

—Hablaré con ella, veré si... accede—suspiro, fingiendo preocupación y él asiente—. Debo retirarme ya. Gracias, general.

—Para lo que necesites, Anastasia.

Asiento y me levanto, maldiciendo internamente mientras salgo de la oficina.

Para poder hacer eso faltan demasiadas cosas. Mi padre tiene demasiadas influencias en Afganistán y en el mundo, sus socios matarían por él.

Enfrentarme a él sería poner un gran blanco sobre nosotros. Uno del que ni siquiera el ministro podría protegernos.

Hay dos soluciones. Cárcel o muerte. Y prefiero la segunda, pero para eso debo prepararme, porque matarlo no será fácil.

Holaaa

¿Qué les parece Omar? Yo admito que estoy cien por ciento enamorada de ese hombre.

Recuerden que el abuso doméstico no es algo fácil. No es solo decir "sal y ya" es todo un proceso que tiene que ver con muchas cosas más difíciles que eso, entre ellas, el miedo o la costumbre. No es fácil para los Walker.

Y por otro lado... hay dos historias nuevas en mi perfil. Una nueva sobre Christopher y otra sobre Ali. Por si quieren pasarse a echar un vistazo, las veo por ahí💗.

Give Me Everything [Christopher Morgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora