09 EL MAESTRO Y LA APRENDIZ

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La pequeña Setenta y Tres, agitada por su presuroso escape del reptil y con el pelaje erizado, por fin, llega al que debe ser el punto de encuentro marcado por su madre. Sus ambarinos ojos escudriñan todo el lugar con la esperanza de encontrar a cualquier ser que pueda ser reconocido como un ratón, pronto nota en un rincón un pequeño bulto blanco que al darse cuenta de la presencia de la gata se mueve con dificultad.

—¿Eres el ratón? —pregunta con un tono de voz que solo un ser de su edad y que no conoce mucho de la terrible realidad puede tener.

Lion, tambaleándose en el filo del agotamiento, se endereza al verla. Sus miradas se cruzan en un instante de reconocimiento y alivio. El pequeño roedor, maltrecho por el dolor, pero aún con una chispa en su mirada sonríe con sarcasmo —je, creo que soy lo que queda de un ratón, pequeña, llámame Lion ¿y tu madre?

—¡Mamá está peleando contra Ámbar! ¡Tenemos que ayudarla! ¡Ella dijo que tú nos ayudarías a salir de este lugar! por favor ¡salva a mamá! —ruega con lágrimas en los ojos.

El roedor observa hacia el interior del cuarto y ve el fatídico desenlace de la pelea, su mirada se cruza con la de su amiga por no más de un par de segundos y entiende que ese es el final de la gata, de pronto siente como su corazón es oprimido por una fuerza invisible, apretando la mandíbula y endureciendo su rostro para evitar que salgan lágrimas de sus ojos, contesta —Creo que en nuestro estado nada podemos hacer, lo mejor es irnos a un lugar seguro —sin poder evitar que rueden un par de lágrimas de sus ojos grita —¡Te juro que cuando todo esto termine, si tu madre no nos puede seguir volveré por ella! —Sabe que es una promesa inútil, pero la hace para poder mantener a ambos a salvo.

Setenta y Tres intenta voltear en dirección a su madre, pero el ratón con un gesto se lo impide y además le indica que para poder huir con más rapidez le permita montarla, a lo que la pequeña accede y mientras ellos se alejan del lugar, Garra Afilada los ve por última vez.

Mientras Gata y roedor escapan por los oscuros túneles, de la forma más silenciosa posible. En la habitación que poco a poco van dejando atrás, el orden comienza a ser recuperado. A pesar de las heridas en brazo y rostro, el humano consigue atrapar a la mayoría de las hembras que lograron escapar de sus jaulas, aunque a decir verdad eso fue demasiado fácil para él, ya que el poder que tiene sobre sus cautivas con voluntades rotas le permite atraparlas sin que presenten resistencia.

Por otro lado, Ámbar presencia con horror, el precio a pagar por su ambición, con el único ojo sano que le queda, mira aterrorizada el frío cuerpo de Garra Afilada, matarla no estaba en sus planes, solo deseaba detenerla permitiendo, que tanto ella como su hija fueran capturadas de nuevo para de esta forma convertirse en la heroína del momento, así conseguir algún tipo de premio por parte del humano.

Con lentitud, el infame reptil, comienza a voltear su plana cabeza con dirección al humano, con un miedo que hace mucho no sentía, ve como su amo camina en dirección a su odiada enemiga, él no sabe que en el calor de la pelea además del somnífero le fue administrado a la gata una dosis de veneno que en combinación provocaron una rápida muerte a la cautiva.

La gata es sujetada con cierta precaución, esperando que no se repita de nuevo la artimaña del felino, sin embargo, con el primer contacto el hombre se da cuenta que la presa no respira, por unos instantes se siente confundido, pero nota entre el pelaje la herida causada por la serpiente, de inmediato su rostro cambia y sus facciones se endurecen más de lo normal, sus ojos se convierten en oscuros pozos de ira y lanza al piso el cadáver mientras un aullido de furia sale de su boca.

De uno de sus bolsillos el cazador saca un pequeño dispositivo que Ámbar reconoce de inmediato. Un aterrador recuerdo llena la mente de la serpiente mientras trata de protegerse enroscando por completo su cuerpo, pero todo es inútil, el aparato es activado y un terrible sonido que solo ella escucha comienza a torturar su cabeza, el dolor es tal, que su largo cuerpo deja de obedecerle y se retuerce mientras lanza siseos de dolor, la tortura dura unos pocos segundos, pero es suficiente para dejar en claro que si vuelve a actuar de esa forma el castigo será mucho mayor.

DAZZLING #PGP2024Where stories live. Discover now