10 CUESTA ABAJO

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En los fríos túneles de metal, Setenta y Tres y Lion caminan presurosos. El único sonido que se deja escuchar es el rítmico palpitar de los corazones agitados de los fugitivos, y un leve pero seco golpeteo que se escapa de las patas de los animales al tocar el suelo.

El roedor, más descansado y repuesto de sus lesiones, lidera al pequeño contingente. De vez en cuando, levanta su nariz para olfatear tanto el peligro que los acecha como el camino que los llevará a la salida. Al mismo tiempo, la pequeña trata de imitar a su improvisado maestro para practicar en ese arte.

Después de unos minutos de caminar en silencio, Lion se detiene de repente. Un ligero viento se deja sentir en su rostro, esa es la señal que estaba esperando para poder continuar con la siguiente parte de su huida: el camino hacia abajo.

—Pequeña, estamos cerca de la parte más difícil —se dirige a su compañera—. A partir de ahora iremos hacia abajo y el camino para un animal de tu tamaño y con tan poca experiencia puede resultar complicado.

Setenta y Tres observa a su guía con sus ojos llenos de seguridad y escucha atenta cada palabra que se le dice. Sabe que cada indicación que el ratón le da es de suma importancia no solo para escapar del lugar, sino para toda su vida. Cada aprendizaje nuevo marcará sus decisiones y la forma en cómo afrontar futuros problemas.

—¿Sientes ese viento? —continúa Lion mientras la gata asiente con la cabeza—. Proviene del cubo del elevador. En este edificio solo hay dos formas de bajar o subir, una son las escaleras, por las cuales no podemos caminar debido al peligro que implica, y la otra es por el elevador, el cual también tiene sus complicaciones. Una vez que lleguemos al lugar exacto, te darás cuenta a lo que me refiero.

Al terminar estas palabras, Lion da la indicación de continuar el camino. Con cada paso que dan, el viento se siente con mayor intensidad, provocando en el corazón de la gata una nueva sensación. Siente que una parte de su cuerpo se desprende de ella y comienza a vagar por los rincones del lugar. Esa sensación de tranquilidad la hace detenerse por unos instantes para poder disfrutarla mejor. Cierra los ojos y deja que su alma vuele libre por el lugar, mientras el viento forma susurros de libertad que encuentran refugio en sus orejas y la hacen sonreír.

Lion continúa caminando hasta que se percata de que su acompañante se ha quedado atrás. Preocupado, voltea con la intención de darle una reprimenda a la cachorra, pero al ver su rostro sonríe. En silencio, disfruta la escena, recordando que ella jamás en su corta vida sintió el viento en su rostro, y esa sensación es nueva. Decide dejarla disfrutar un poco más, pero tras unos segundos la interrumpe.

—¡Niña! —levanta la voz—. Deja de soñar, no tenemos tiempo —ordena el ratón, obligando a Setenta y Tres a salir de su trance.

—Perdón —agrega la gata, bajando las orejas en modo de disculpa.

Ante la tierna expresión de la acompañante, Lion solo acierta a sonreír de nuevo—. Está bien, no tienes por qué sentirte mal. Entiendo que mucho de esto es nuevo para ti. Por ahora, disfrútalo un poco, porque cuando te acostumbres perderá su magia.

El tramo al cubo del elevador es corto y pronto consiguen llegar al final del ducto. A pesar de que no es el mismo lugar por donde hace poco el ratón se lanzó de forma desesperada para evitar el cruel destino que Ámbar le tenía preparado, el simple recuerdo de la escena causa que un viento frío surque por toda su espalda, provocando un notorio temblor en su diminuto cuerpo, de tal modo, que incluso la gata, al notar el inconsciente movimiento, se preocupa.

—¿Pasa algo, Lion?

—No, nada pequeña, malos recuerdos, solo eso —responde el roedor con voz temblorosa mientras le indica a la gata que se aproxime más a la orilla del precipicio—. ¿Ves eso? —señala hacia un ducto inferior, en la parte baja del cubo—. Ese es nuestro primer destino. Si tu madre estuviera con nosotros, no dudo que de un salto pasaría contigo mientras yo camino por los tubos de la pared. Pero en la situación actual, tenemos dos opciones y ninguna es muy alentadora: la primera es esperar el elevador y saltar en su techo con la esperanza de que nos deje en nuestro destino. Sin embargo, no tenemos tiempo para eso con Ámbar persiguiéndonos. Solo implica más riesgo. La otra opción es que ambos crucemos por los tubos. Para mí no hay mucho problema, soy pequeño y el espacio es bueno para que pase. El problema lo tendrás tú. Eres muy grande para el camino tan angosto. Deberás tener mucho cuidado con cada paso, ya que si caes, dudo que sobrevivas. La última vez que caí en este lugar tuve suerte, pero no creo que sea algo que pase dos veces.

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⏰ Last updated: Mar 21 ⏰

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