2. Un extraño dentro de la torre

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Quizás el esfuerzo de correr con el aire tan escaso le había dañado la memoria. No era experta en medicina, pero necesitaba encontrar una razón a su amnesia, y comprender qué le había pasado.

El hombre la miró fijamente, intentando leer en su rostro el dilema que la atormentaba.

—¿Me crees? —preguntó él con voz suave.

Ella no supo qué responder. Tal vez le estaba mintiendo, o tal vez él estaba ocultando algo importante. Pero no había nada en su expresión que le indicara que fuera peligroso o malintencionado.

Por un instante, pensó en confesarle que no recordaba nada. Que su mente era un lienzo en blanco, sin pasado ni futuro. Pero se arrepintió al instante.

No quería exponerse así ante un extraño. No quería revelar una debilidad que podía ser usada en su contra. Así que optó por el silencio, y por averiguar más sobre él.

—¿Quién eres? —inquirió con severidad, intentando ocultar su curiosidad por el misterioso hombre que había encontrado en la torre. Él soltó una risita irónica, como si le hiciera gracia la pregunta.

—No soy el dueño de la torre, si eso es lo que quieres saber.

—¿Y entonces? ¿Un invitado? ¿Un familiar?

Él se quedó pensativo unos segundos, mirando al vacío con una expresión ausente. Luego volvió a sonreír con tranquilidad y negó con la cabeza.

—Nada de eso. Llevo semanas aquí y todavía no he visto al dueño. Ni siquiera sé cómo se llama…

Ella se encogió de hombros, frunciendo el ceño, sin saber si creerle o no, solo sabía que algo la había impulsado a entrar en la torre, como si fuera un imán. Le examinó el rostro con atención, buscando alguna señal de engaño o locura. Pero él la miró fijamente, con una mirada clara y sincera. Entonces, con voz firme, le dijo:

—Sé que te parecerá increíble, pero... Un día desperté y me encontré tirado en este lugar extraño. No recuerdo nada de mi vida anterior, ni quién soy, ni de dónde vengo.

Ella sintió un escalofrío al escuchar sus palabras. A pesar de su escepticismo, algo en su tono le hizo pensar que decía la verdad. Se preguntó qué habría detrás de ese enigma, y qué haría ella en su situación.

—Ni siquiera sé si he vivido en este lugar desde el principio, o si me acabo de mudar aquí desde otro lado… —Suspiró con desgano, mirando a su alrededor—. No puedo recordar nada. Ni siquiera mi nombre.

Ella sintió un nudo en la garganta. ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué estamos aquí? ¿Acaso hay alguna esperanza de salir de este lugar? Se preguntó, mientras se aferraba a su pecho. Su corazón se agitaba frenéticamente. No era la única que había perdido la memoria y quedó atrapada en el bosque.

Sin embargo, no quería presionarlo demasiado. Tal vez él también estaba asustado y confundido. Así que le preguntó con cuidado, sin cruzar por completo los límites.

—¿De verdad no recuerdas nada?

Él asintió con la cabeza. Ella decidió confiar un poco en lo que dijo. No parecía tener ninguna razón para engañarla. Pero todavía tenía una última duda.

—¿No dijiste que les diste instrucciones a los criados? Si no eres el dueño, ¿cómo siguen tus instrucciones?

Con una mirada preocupada por primera vez, el hombre comenzó a hablar lentamente, como si tratara de ordenar sus pensamientos.

—Bueno, es difícil de explicar —comenzó a decir él con voz dubitativa—. ¿Los empleados entraron a esta habitación después de que te despertaste?

El Sendero de la LuzWhere stories live. Discover now