4. Trazos negros sobre el papel

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El pasillo se le vino a la mente a Jennett mientras observaba a Lucían, quién la miraba con ansiedad. Él parecía ser un gran fanático de los juegos de palabras. Cuanto más interactuaba con él, más se alejaba de la imagen que tenía de él. Era una persona verdaderamente asombrosa.

Lucían esbozó una sonrisa torpe y abrió el cajón inferior de la cabecera. Sacó el mapa y se lo entregó a Jennett, que lo contempló con sorpresa. Ella esperaba ver una simple línea que trazara el camino, pero el mapa que tenía en sus manos estaba dibujado con gran detalle. El mapa mostraba los contornos de la torre, que se alzaba imponente y misteriosa, y la puerta roja que les invitaba a entrar. Las paredes, delicadamente decoradas con patrones únicos, se reflejaban en el suelo, donde había otros tres mapas, cada uno con un nivel de detalle asombroso.

—¿Eras pintor antes de perder la memoria? —preguntó Jennett, impresionada por la belleza de las obras.

—No creo que haya sido uno —respondió encogiéndose de hombros—. Estoy solo en una torre sin que otra persona me escuche, y de alguna manera encontré algo en lo que perder el tiempo. Así que pasé varios días haciendo trazo tras trazo. La estructura de la torre no deja de sorprenderme, por eso estos mapas son muy útiles —añadió con voz seria.

Pero Jennett no pudo contener su asombro y admiración. Tenía un cierto conocimiento sobre la pintura, pero las líneas de lápiz que dibujaban maravillosamente el papel eran inusuales a primera vista.

Eran naturales y finas. Jennett extendió las tres obras de arte con mucho cuidado sobre la mesa para que no se echaran a perder.

—Justo en medio del tercer piso, ¿qué es esto? —preguntó, señalando un enorme y sombrío parche negro que cubría una sección de la pared. 

Al principio, pensó que alguien había derramado tinta, pero al acercarse vio que eran un par de trazos hechos con un bolígrafo con exceso de tinta. No era un accidente, era una marca deliberada. Sintió un bulto en su dedo índice al tocarlo. Era como si la pintura negra hubiera salpicado la hermosa imagen que había detrás.

Lucían frunció el ceño y apartó la mirada, claramente incómodo con el tema de la conversación. Pero, contrariamente a su expresión, respondió a la pregunta.

—Es la puerta roja que vimos hace un momento.

—¿Por qué la marcaste de esta manera?

—Me sentí extraño.

—¿Te sentiste extraño?

—Siempre he sido una persona lógica y pragmática, o al menos eso creo. No me dejo llevar por las emociones o las fantasías.

Ella lo miró confundida.

Jennett recordó haberle dicho eso antes. Ambos habían tratado de enfrentar las cosas poco realistas de manera demasiado realista, y habían coincidido en que todo esto se sentía anormal. Pero ahora que lo pensaba mejor, se daba cuenta de lo irreal que era todo.

—Es tal como lo oyes. —repitió él, enfatizando el tiempo pasado.

No notó la sutil diferencia.

Él continuó la historia. La atmósfera confortable que había entre ellos se volvió pesada y opresiva, como una manta de algodón mojada:

—Cuando encontré esa puerta por primera vez, me eché a llorar. —Escupió esas palabras.

Jennett parpadeó confundida. —¿Lloraste al verla?

Asintió con la cabeza, bajando la mirada.

—Estaba... muy triste. No sabía nada de mí ni dónde estaba. Se me salieron las lágrimas. Intenté girar el pomo solo una vez, pero no se abrió. De alguna manera sentía que no podía estar allí porque sentí que la sangre me ahogaba. Regresé a mi habitación y la pinté de negro en el mapa para nunca más volver.

Hizo una pausa y luego añadió:

—No quiero volver a pensar en eso.

Jennett no pudo decir nada. Sus iris celestes se habían apagado como si el frío del invierno los congelara. Le transmitieron un dolor profundo.

No estaba mintiendo.

Ella no se apresuró a decir nada sobre su apariencia, sino que organizó sus pensamientos a solas.

El sonido de la lluvia cayendo como una cascada marcaba el paso del tiempo.

Después de pensar, finalmente abrió la boca:

—Sobre esa puerta —dijo con voz temblorosa—. ¿No tendría algo que ver con tu pasado olvidado?

—Es posible —asintió obedientemente positivo. Quizá tuvo una idea similar a ella, quizá allí se escondía algún secreto de su pasado.

Por eso reaccionó así. Solo tal vez esa sea la clave para recuperar su memoria. Aunque no estaban seguros, valía la pena especular.

—Pero nunca podré volver allí.

—No, no te voy a pedir que vayas. —Parpadeó con severidad, como si hubiera tomado una decisión—. Iré yo sola. Somos parecidos, ¿no? Los dos estamos atrapados en este lugar, sin saber quiénes éramos. Lo noté por el hecho de hablar el mismo idioma, también tenemos en común conservar el sentido consciente. Entonces, ¿qué garantía hay de que no nos conocíamos antes de este misterio?

La expresión de Lucían se volvió inescrutable mientras la escuchaba.

—Tengo que ir. Si eso significa algo para ti, quizás también lo signifique para mí. Voy a verlo, sentirlo y juzgarlo por mí misma.

Antes de que pudiera terminar de hablar, Lucían se acercó a ella. Alargó el brazo y le agarró la muñeca, tirando de ella. Su sombra la cubrió. Jennett se asustó, vaciló y retrocedió. Pero él le rogó:

—No, no puedes. No debes ir allí bajo ningún concepto. No lo harás. —Su voz temblaba violentamente.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que Lucían estaba más asustado que ella. No entendía el repentino cambio en su tono. Tenía que tranquilizarlo de alguna forma.

La habitación estaba en silencio, solo se escuchaba el latido de sus corazones. Las manos de Lucían estaban frías y sudorosas, y las de Jennett temblorosas. Lo miró a los ojos, buscando una explicación. Él la miró con angustia, como si le implorara que no lo dejara.

—Está bien, no iré. Pero debés soltarme.

—¿Prometes no ir? —Su rostro reflejaba una angustia y un nerviosismo palpables. Ahora lucía más como un pequeño niño en ese momento por alguna razón.

—No iré. Al menos, si tú no me dejas. —Un rubor intenso cubrió sus mejillas, pero lo indicó con bastante calma.

Sólo entonces titubeó al sostenerla.

Una pequeña marca roja quedó plasmada en su muñeca.

Lucían observó con detalle la marca con sus ojos culpables y pronto se apartó de ella.

Pero Jennett lo miró fijamente. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué el repentino cambio? —Le preguntó.

Movió lentamente los ojos de nuevo, mirándola. Sus ojos azules eran como dos lagos de hielo que se quebraban con el estruendo de los truenos.

—No lo sé. No tengo la menor idea. Simplemente no quiero que vayas allí. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué no puedo dejarla ir? Se había encogido como un ratón asustado por el gato.

Ella asintió con la cabeza ante la idea de calmarlo por ahora. Sólo entonces Lucían suspiró como si se hubiera calmado por completo. Bajó la cabeza, aparentemente consciente de su comportamiento.

—No sé qué me pasa.

Jennett se quedó mirando la parte negra pintada del mapa. Era un vacío oscuro y amenazante que devoraba el papel. Lucían, que había agarrado un bolígrafo y dibujado líneas imprudentemente con una mirada ansiosa, posó su mirada en el mapa.

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1210 palabras 🖤💙

Noire. ☆

El Sendero de la LuzHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin