20: Titular.

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Alida

El gimnasio se veía con más vida que los días anteriores, esta vez sí se podía notar que todos los equipos estaban presentes para poder ver el último partido entre los dos equipos femeninos invictos.

Había colores mezclados, pero con los minutos algunos se movieron de lado para estar del color que eran. Un lado se veía rojo con blanco, mientras que el otro era verde con azul o amarillo.

No iba a mentir, me sentía nerviosa. Mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza, podía oír los latidos y en mi estómago tenía un nudo de nervios. No había podido comer a gusto, pero de alguna u otra forma tenía que hacerlo si no quería debilitarme a mitad del partido.

Empezamos a quitarnos el uniforme de encima para prepararnos. La camisa que ahora utilizaríamos era la azul, mientras que Clara llevaba la amarilla. Terminé de quitarme el pants, quedándome en la licra corta y me senté en la banca.

—Creo que vomitaré —escuché a Isabella a mi lado, mirando al frente como la barra de Japón hacía ruido al ver cuando sus jugadores entraron.

Sonreí a medias, no sabía qué decir. Quería concentrarme en poder controlar mis nervios. Saqué mis zapatos junto a las rodilleras y mangas, y guardé el otro uniforme.

Marcelo estaba hablando con los árbitros junto a otros entrenadores. No sabía que tenía planeado para ahora, solamente me indicó que me pusiera la otra camisa.

Apliqué la crema en mi rodilla izquierda y la vende con cuidado de que mis manos no temblaran tanto. Deshice el vendaje una y otra vez, los nervios de verdad me estaban atacando.

—Déjamelo a mí —oí esa voz tan reconocida viniendo detrás de mí y luego vi a Sebastián acuclillarse enfrente de mí, tomando la venda enredada.

Solté un suspiro pesado y miré alrededor, los chicos estaban apoyándonos. Colin estaba poniéndole algunos vendajes en los dedos a Clara, Rick estaba platicando con Cassandra para tranquilizarla, y los demás estaban atentos a ayudarnos con ponernos a algunas cosas que, en otras circunstancias, nosotras las hubiésemos hecho, pero por obvias razones estábamos más nerviosas de lo normal que se nos dificultaba.

Sentí una ligera palmada en mis muslos y miré rápidamente al frente, Sebastián tomó mis manos y las acarició con sus dedos pulgares.

—Eres una magnífica jugadora, pingvin —dijo con suavidad y sonrió, sincero.

Sonreí de labios cerrados, un tanto tensa. Él presionó mis manos, en señal de que lo mirara a los ojos y así lo hice. Observé ese azul grisáceo que nunca me aburriría de ver, que deseaba verlo por el resto de mi vida.

—En mi mundo eres la mejor y también estás empezando a serlo en este mundo —habló, tranquilo, y se levantó para dejar un fugaz beso en mi frente y volvió a acuclillarse. Yo ya estaba sonriendo de una manera más relajada—. ¿Quieres algún vendaje en tus manos?

Miré mis manos, apoyadas en las suyas, y negué con la cabeza.

—Estoy bien —respondí y él sonrió, seguro—. Gracias.

Se sentó a mi lado, mientras yo me terminaba de poner las rodilleras y los zapatos. Me aseguré de atarlos bien, odiaba cuando sentía flojas las cintas y me daba cierta inseguridad. Terminé con las mangas, subiéndolas por completo, donde hacían la ilusión de ser una camisa por debajo al ser cubiertas con las mangas de mi camisa.

Respiré hondo y solté todo el aire de mis pulmones, tratando de sacar esa tensión y la mayor sensación de nervios posibles.

—¿Lista? —Cassandra se acercó, ya lista y yo asentí con la cabeza, tratando de verme lo más segura posible.

Casualidad por robo [EN PAUSA]Where stories live. Discover now