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ᵐᵃʳⁱⁿᵃ'ˢ ᵖᵉʳˢᵖᵉᶜᵗⁱᵛᵉ

La musa perfecta para mis fotos, así había decidido pasar mi día. Recorrí las calles de la ciudad, con la cámara en mano, capturando momentos que resonaran con la esencia única que cada rincón guardaba. El sol acariciaba mi piel, y cada paso me llevaba a descubrir una nueva perspectiva.

Cauta ante la belleza de los detalles cotidianos, me detuve en pequeños cafés, observé la danza de las hojas mecidas por la brisa en el parque y exploré callejones que escondían murales vibrantes. Cada clic de la cámara era una poesía visual que contaba la historia silenciosa de la ciudad.

Mientras caminaba por la plaza principal, una fuente centenaria se erigía como testigo del tiempo. Sus aguas danzaban con una gracia atemporal, y su figura imponente se alzaba como una escultura viva. Me detuve para capturar esa imagen, dejando que la luz del día realzara cada detalle.

La arquitectura de la ciudad, mezcla de lo antiguo y lo moderno, ofrecía un telón de fondo fascinante. Calles adoquinadas se entrelazaban con edificios de líneas contemporáneas, creando un contraste visual que resonaba con mi pasión por la fotografía.

Sin embargo, mi búsqueda de la musa perfecta no se limitaba solo a los paisajes urbanos. Encontré inspiración en rostros anónimos que contaban historias con sus expresiones. Fotografié sonrisas en cafeterías, gestos apurados en la plaza de mercado y miradas perdidas que se cruzaban en las calles transitadas.

A medida que avanzaba, me di cuenta de que la musa perfecta no era un sujeto estático, sino la ciudad misma en su dinámica constante. La gente, los edificios, las luces y las sombras formaban un ballet visual que narraba la vida cotidiana de aquel lugar.

Luego de recorrer la ciudad, decidí hacer una pausa en la plaza central. Compré un café caliente y busqué un lugar tranquilo para sentarme. Mientras contestaba los mensajes que se habían acumulado en mi teléfono, una pareja se acercó con una sonrisa.

— Perdone la molestia. —levanté la mirada y me encontré con una chica sonriente—. ¿Sería tan amable de sacarnos una foto?

La chica extendió su teléfono hacia mí, y asentí con gusto. — Si, obvio. —dejé mi café en el banquito.

El chico colocó su brazo alrededor de la chica, y me aseguré de encuadrar bien la imagen, capturando su complicidad y felicidad en un solo clic. Al entregarles el teléfono, la chica me agradeció efusivamente.

— ¡Gracias, bella!. —amo a esta mujer.

Después de ese encuentro, continué disfrutando de mi café y respondiendo mensajes, más que nada los de Fran y Juani que preguntaban si iba a ir a acompañarlos.

𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗔𝗖𝗛 ━━━ Felipe OtañoWhere stories live. Discover now