0 7

1.3K 104 34
                                    

Las risas resonaban en el salón, incluida la de ella que reía por ver la partida de pin pong que estaban teniendo los chicos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Las risas resonaban en el salón, incluida la de ella que reía por ver la partida de pin pong que estaban teniendo los chicos. No tenía intenciones de entrometerse en ese ambiente el cual la estaban pasando bien, además de que era pésima en el pin pong, es por eso que prefirió quedarse acostada en ese pequeño sillón que le resultaba algo incómodo, pero consiguió una posición cómoda al apoyar sus piernas en el apoyabrazos de ese.

Habían pasado exactamente dos días desde que Felipe y Marina habían aclarado en quedar como amigos, claro está que mantienen cierta distancia, pero está esa vibra como en el primer momento que de alguna manera los unía sin que se dieran cuenta; como ahora con sonrisas y miradas que expresaban lo que no podían decir con palabras.

En ese rincón de complicidad, las miradas se entrelazaban como hilos de un destino que, a pesar de las turbulencias recientes, aún se tejía con esperanza. En el salón iluminado por la suave luz de las lámparas, la partida de pin pong se convertía en danza, movimientos ágiles que dibujaban una coreografía de risas y complicidad.

El sonido de las paletas chocando con la pequeña pelota resonaba como un eco de risueñas melodías. Simón se sumaba al juego, trayendo consigo una energía contagiosa que se fundía con la atmósfera relajada del grupo. Y allí, en el espacio donde las sonrisas hablaban más que las palabras, Mar y Feli compartían un silencio cargado de historias no dichas, de promesas aún sin formular.

Las risas se convertían en susurros de un presente que, a pesar de las sombras del pasado, traía consigo la posibilidad de reconstrucción. La amistad, como un delicado tejido, mostraba sus primeros signos de restauración. Cada risa, cada mirada, era un hilo en el tapiz de relaciones entrelazadas, tejido por el tiempo y la complicidad compartida.

En esa noche de juegos y complicidades, la esperanza se filtraba como la luz de la luna que acariciaba la escena. Y mientras el pin pong continuaba su danza, el destino de los amigos se desplegaba como las páginas de un libro que, lejos de cerrarse, se abría a nuevos capítulos llenos de posibilidades con sonrisas y miradas que expresaban demasiado.

Ella, recostada en el sillón, observaba la escena con ojos que reflejaban la calma tras la tormenta. A lo lejos, él se sumía en el juego, pero de vez en cuando desviaba su mirada hacia la chica, como si intentara descifrar los matices de sus pensamientos a través de aquellos ojos que guardaban secretos compartidos.

Cada sonrisa de la rubia resonaba como un verso silencioso, y cada mirada del castaño era una estrofa que intentaba descifrar los secretos de su alma. El juego de pin pong se volvía un pretexto para la conexión sutil entre dos almas que, por más que hubieran turbulencias, buscaban reconstruir puentes de complicidad.

Los destellos de las lámparas sobre sus rostros creaban un juego de luces y sombras, resaltando la belleza de aquel instante compartido. En cada sonrisa, en cada mirada, se inscribía una línea poética que contaba la historia de una amistad resiliente, dispuesta a florecer de nuevo tras las tormentas del pasado.

𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗔𝗖𝗛 ━━━ Felipe OtañoWhere stories live. Discover now