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Un puñetazo en la mandíbula lo desestabiliza. Le quitas el arma.

—¡Qué mierda hace, imbécil!

—La necesito más que usted. Quédese aquí. Trate de ser útil y ponga sobre la mesa todos los objetos de primeros auxilios.

Te miraba con rabia.

—Ellos no me hicieron caso. Ya están muertos.

Ignoraste lo que dijo.

—¿De acuerdo?

Le tiendes la mano. Se pone en pie por si mismo y empieza a escudriñar el lugar.
Dejas la linterna que encontraste y activas la luz que viene en la escopeta.
Entonces sales.

—De acuerdo quédese aquí.

—¡Le digo que no salga. Ellos no me escucharon. Si mueren es su culpa!

—¿¡Cual es su nombre!?

—Ted.

Hiciste que apuntara el cañón del revólver que le das al suelo.

—Ted, apunte al suelo. Si vuelvo a entrar por esa puerta no vaya a volar volarme la cabeza.

El permanecía inmóvil. Finalmente asintió.

Sales y vas hacia donde provino la bengala.
En el camino oyes unas voces.

—¡Quedate quieto! —dice una voz masculina.

—Creo que lo tenemos.

—Tirate al suelo —dice una voz femenina.

Los tres se acercan alumbrando con sus linternas.

—¿Qué?¿De que hablan? —preguntas.

—¡Al suelo!

Te pones con una rodilla al suelo.

—¡Oigan, soy policía! Tengo una placa.

—Entonces muéstrame. —dice una voz aunque exaltada perezosa por naturaleza.

—Lento. —agrega la chica al lado.

El tipo de atrás aún te apunta. Sacas lentamente la placa.

—Es cierto.

—¿Es un poli? —dice la chica.

—Sí.

—¿Entonces? —pregunta el tipo detrás de ti.

—Vamos bajo techo.

Empezaba a llover y había un galpón que era más un techo con un par de paredes.
Te levantas pero son precavidos contigo.
Algo de repente emite un ruido que los sobresalta. Al apuntar hacia arriba ven un montón de pájaros revoloteando en la estructura y reacomodandose.

—¡Cielos! —dice la chica.

—Alto. —dice el de voz perezosa— Bien, oficial. Llega justo a tiempo. Es una casualidad muy grande. Ya que del otro lado del pueblo hay problemas. Supuestamente hay un loco que está causando problemas.

—¿Un loco?¿Que hizo?

—No lo sé. Solo nos llamaron por radio advirtiendonos.

—Un hombre, Ted, dijo que venía de allí. Me dijo que algo que no era ni hombre ni animal los había atacado. Decía cosas como que eso sabía quien era el.

—Soy Selting —interrumpe una voz desde la radio— Voy para allá.

—Okey —dice voz perezosa.

La chica que era pelirroja se veía alarmada,  el tipo que te sorprendió por detrás tenía barba y se mostraba cauteloso. El de voz perezosa llevaba gorra y claramente era el líder.

—¿Cuales son sus nombres?

Se miraron.

—Gart —dijo voz perezosa.

—Lena.

—Mark.

—Bien lo que sea que pasé alteró mucho a su amigo. Pregunte a Selting si todo va bien y que pasó.

Lo intentó pero solo había estática. Garth negó con la cabeza.

—De momento es mejor ir al bar...

El ruido de los pájaros repentinamente alterados te interrumpió. Al alumbrar con las linternas ves un vaivén de sombras aladas. Finalmente todas las sombras escapan a la noche.

—¿Qué carajos? —dijo Lena.

De repente algo cae por una abertura en la pared. Más bien entra o se asoma como un poste. No emite un sonido de golpe. Al iluminarlo ven que es un largo poste con dos sirenas. El aspecto es diferente. No está oxidado como todo allí. Sino tiene un aspecto húmedo y negruzco. Ves que además de chorrear agua de lluvia gotea algo de las sirenas. Algo negro, la luz se trasluce con la sustancia, dirias de es de un rojo intenso.
De repente algo te espanta. Y los otros también lo advierten. Hay una boca dentro de la sirena que es iluminada. Como una sonrisa, como una fila de teclas blancas. Solo que de un aspecto putrefacto. También adviertes el olor a muerte. De repente sintes que no puedes moverte.
Entonces, por los lados, como si fuera un show de titiriteros dos manos se asoman tras la pared. Y clava a Gart y Mark matándolos al instante. Ellos no se movieron un centímetro. Se los lleva.
De repente el miedo en tu interior se transforma en otra fuerza. La de la supervivencia.
Volteas, casi sorprendido de poder moverte. Y le dices a Lena:

—Pelea.

La tomas de los hombros. Ella deja de mirar ese horror, a esas bocas, porque tiene más de una boca, y te mira a los ojos. Sus ojos recuperan el brillo de la vida, de la esperanza y cordura. Y asiente. Tomas la escopeta de Mark.
Ambos salen corriendo mientras oyen a esa cosa masticar. Oyen la carne desgarrada y los huesos rotos. Y una respiración muy pesada.
Corren sin mirar atrás.
Van por lo que parece que fue un desarmadero. Hay piezas oxidadas de origen desconocido y otros aparatos más reconocibles como microondas y heladeras.

Ir por el sendero donde al fondo se ve un puente de madera ve al 24.

Seguir corriendo por el desarmadero y encontrar otra vía de escape ve al 25.

Siren Head (Interactivo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora