Moviéndose En La Oscuridad

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Asenat no paraba de llorar, estaba inconsolable y Max, Maximilian el gran centurión no tenía ni idea de que hacer. ¿Que podría hacer para calmarla?. Darle unas palmadas en la espalda y decirle que: "todo iba a estar bien", no iba a ayudar. Abrazarle y decirle que no fue su culpa, tampoco. Así que en su lugar se quedó ahi, en silencio observando a Asenat llorar. —Soy tan... Tonta Max, tan estúpida yo... Yo debí alejarme de todo eso y-y... —Asenat volvió a llorar cubriendo su rostro por la vergüenza. Max se mantuvo en silencio a su lado, cómo un perro fiel mirándola sin saber que decir. —  Lamento haberme metido entre ustedes dos Max, es mi culpa que ustedes hayan peleado lo siento, lo siento tanto... —AT lloraba desconsolada, estaba incontrolable y Max no sabía como remediar esta situación.
—No es tú culpa AT. —Max clavo su mirada en el fuego, quien danzaba a placer en la oscuridad iluminando la blanca piel de ambos, Max se quedo en silencio unos segundos. — Sólo fuiste-
—Una estúpida.—AT se apresuró a interrumpirlo arrancando y apretando unos pedazo de pasto.
—No Asenat. —Max tomó su mano, quizás así se sentiría más segura y podría pensar con claridad.
—Dime la verdad Max, ¿Realmente hay un nosotros?... O sólo seré la mujer que nunca reemplazará a Alicia. —el centurión se quedó en silencio pensando en sus palabras, no quería decir algo que se malinterpretera. —Si te amo AT, te amo mucho, muchísimo... E vivido cosas buenas contigo, momentos malos también y juntos hemos salido adelante. —Max tomó con delicadeza el menton de AT, tirando de el con cuidado para que lo mirase retirando si casco. —Jamás te mentiría o diría algo que te lastimara, te amo Asenat lo juro por Castor, Polux y todos lo dioses. Y mientras respire, lo haré. —Max entonces se acerco a ella, cerro sus ojos y conecto sus labios con los de ella.

AT abrió los ojos, su corazón se aceleró a mil por hora, ¿era cierto, no?, las palabras de Max habían dado calidez al adolorido corazón de AT, se sentía cómo un solitario y agobiado gorrión pero ahora, ya no debía sentirse asi, ¿verdad?. Cerró sus ojos también, y correspondió al beso esta era la prueba que necesitaba, la prueba indiscutible de su amor y ella estaba feliz con ese amor. Max apretó sus labios con lo de ella mientras AT apretaba con fuerza su mano, estaba mas inquieta de lo usual. Tras unos maravillosos y largos segundos, ambos se separaron. Asenat sentía vergüenza, se apartó bajando la mirada, ahora ya no podía mirarle a los ojos sentía mucha vergüenza sin embargo ella lo abrazo refugiandose en su pecho, después de estar tanto tiempo sola creyendo que jamás volvería a tener a alguien especial él llego y eso hacia sentir segura a AT, podía ver un futuro a esta relación.
Max la abrazo con cariño, acariciado su cabello.
—Te quiero Asenat... Mucho... Muchito.
— Yo también te quiero mucho, mucho muchito Max... —Las palabras de Max sanaban el solitario y herido corazón de Asenat, ella sonrío suavemente y entonces supo, que a partir de ahora, ellos estarían bien.

Alicia estaba furiosa caminaba de un lado a otro, eventualmente encontró su hacha, la levantó y se acercó a un tronco y comenzó a golpearlo con el hacha golpeó y golpeó hasta sentir sus brazos arder. El tronco terminó partido a la mitad y... Entonces se sentó... Llorando mientras abrazaba sus piernas. ¿Por qué no podía ser ella?. La verdad es que... ¡Si estaba celosa de AT!, es decir, ¿Acaso no era injusto?, ella conoció primero a Max, lo sedujo y llegaron a algo más y de repente, ella aparece y...
Alicia se limpio las lágrimas, pensando por un momento en Carlos, ¿que habría sido de ella y Max con el en medio?. Alicia sabía que no habría dejado ir a Max tan fácilmente y más con todo lo que han vivido. Ella no era la misma mujer ni Max el mismo hombre, ambos habían cambiado y por eso, ella se había enamorado de él. Alicia golpeó su cabeza, con sus palmas, quizás así ahuyentaria esos malos pensamientos. Pero ella sabía que tampoco había puesto de su parte, y ahora con todo lo sucedido con Marié también tenía miedo de amar a alguien, pues temía ahora, de poder perder a esa persona. Alicia tomó asiento frente a un árbol, abrazando sus piernas.

¡Por la República no pises al!... ¿César? (Reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora